Es todo tan diferente en esta ocasión que resulta casi imposible tener alguna certeza que no sea una mera aproximación.

Parece, eso lo dicen los médicos que están en los hospitales atendiendo a todo enfermo que llega, que no es que esta variante de ómicron sea menos virulenta que las anteriores. Lo que sucede, dicen ellos, es que se enfrentan a cuerpos que tienen las defensas ya preparadas para resistir su ataque. En una palabra, que las vacunas nos están librando de los índices de mortalidad que padecimos en los primeros momentos de la pandemia.

Y también están haciendo posible que en la mayoría de los casos de infección por el virus, los síntomas sean realmente leves, parecidos a una gripe o incluso más ligeros.

No quiero ni pensar lo que habría sucedido con este virus y su formidable capacidad de transmisión si no hubiéramos podido disponer de las vacunas. Habría sido una matanza mucho mayor de lo que ya lo ha sido, algo difícil de imaginar y no digamos de padecer.

Los que ingresan en las UCI no lo hacen necesariamente porque tengan el virus

Hay otra cuestión que parece ir quedando clara aunque todavía es pronto para establecerla como verdad cuantificable porque aún no se dispone de los datos, datos que conoceremos a no mucho tardar: los que ingresan en las UCI no lo hacen necesariamente porque tengan el virus y sea eso lo que les haya llevado a una situación crítica.

No, lo que sucede, dicen los médicos, es que una enorme cantidad de pacientes que entran en la UCI por diferentes tipos de patologías, resulta que también tienen el Covid. De manera que no se deben contabilizar de la misma manera como pacientes de covid, aunque lo tengan, a todos aquellos que ocupan las camas de las Unidades de Cuidados Intensivos.

Lo cual no atenúa el problema sino probablemente todo lo contrario porque a todos los que padecen el virus con mayor o menor intensidad los tienen que mantener aislados de los enfermos que no tienen Covid.

Serían, por poner un ejemplo quizá demasiado simple, la habilitación de dos tipos de UCI en cada hospital. Una, la de quienes tienen patologías diferentes pero además se han contagiado con el Covid, sumada a los pacientes que sí están en un estado crítico por culpa del virus. Y otra, para quienes necesitan cuidados intensivos por distintas enfermedades pero no están infectados de Covid.

Toda esta proliferación del virus, sumada a las distintas consecuencias que está provocando empieza de nuevo a obligar a suspender operaciones quirúrgicas no urgentes y a aplazar la atención a pacientes no graves. 

Todos los que se niegan a recibir la vacuna sepan que son carne de hospital, de UCI y quizá de muerte

Todo esto supone un nuevo esfuerzo agotador por parte del personal sanitario que se suma al brutal desgaste previo padecido desde hace ya dos años sin descanso alguno. Me pregunto cuánto tiempo más podrán resistir en estas condiciones inhumanas.

Más cuestiones que parecen ir aclarándose con el paso de los días: La mitad de lo que ingresan con neumonía por Covid no están vacunados. Sólo ese dato debería ser más que suficiente para que todos los que se niegan a recibir la vacuna sepan que son carne de hospital, de UCI y quizá de muerte. Si con eso no les basta, habría que reclamarles los costes de la atención sanitaria que están provocando por propia voluntad.

Porque resulta también que la otra mitad de pacientes de Covid lo son por motivos tasados que les hacen más vulnerables al virus.

Y en la información que publica hoy aquí Cristina Castro hay una frase que debería estar grabada a fuego en la entrada de todas las viviendas españolas: Los pacientes con las tres dosis que entran en el hospital “son excepcionales”.

¿Qué más se puede decir en favor de la necesidad de ponerse las vacunas? ¿Qué otra demostración posible cabe?

Es todo tan diferente en esta ocasión que resulta casi imposible tener alguna certeza que no sea una mera aproximación.

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