El escenario es de máxima incertidumbre y en él se maneja la posibilidad de un enfrentamiento armado, de una guerra, entre Rusia y la OTAN encabezada por EEUU.
Sin embargo, parece que la posición de la Unión Europea, a la que pone voz el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el español Josep Borrell, se está moviendo entre el respaldo a la defensa bélica ante un posible conflicto militar si Rusia se decidiera a invadir siquiera sea una pequeña parte de Ucrania y el mantenimiento de una posición de prudencia y de cautela con el fin de no tensar la ya muy tensa situación.
En esa línea se encuentran el presidente francés Emmanuel Macron, el canciller alemán Olaf Scholz y el italiano Mario Draghi. Todos ellos son partidarios de rebajar la tensión con Rusia y de intentar por lo menos aproximar posiciones con Putin.
¿Y España? ¿Qué dice España la cuarta potencia económica de Europa sobre la posición que debe adoptar la UE habida cuenta de que la capacidad de respuesta militar europea además de ser del todo insuficiente sería también completamente indeseable?
¿Por qué motivo hemos escuchado a estos líderes de sus respectivos países y no hemos recibido una sola reflexión, una explicación, una propuesta por parte de nuestro presidente? Pedro Sánchez está callado, como si la crisis en que está metida también España no fuera con él, que si embargo es el máximo responsable del destino de los españoles. Y eso sucede mientras nuestros buques de guerra han puesto rumbo ya a las zonas de conflicto sin que el presidente haya acudido al Parlamento ni se haya puesto en contacto con el líder de la oposición.
En el dia de hoy el ministro de Asuntos Exteriores, Manuel Albares, va a comparecer a petición propia ante el Congreso para dar cuenta de la posición española y de las decisiones de enviar barcos para unirse a las fuerzas navales de la OTAN y está considerando el envío de aviones de combate, cuatro cazas Eurofighter a Bulgaria en febrero.
De hecho, la fragata Blas de Lezo y el buque de acción marítima Meteoro ya zarparon la semana pasada rumbo del Mar Negro. Es verdad que este despliegue estaba aprobado por el último Consejo de Ministros del año pasado. Pero la crisis de Ucrania ha dado una enorme relevancia a ese envío y lo mínimo que se le debe exigir al presidente del Gobierno es que comparezca personalmente para dar cuenta en primera persona a los representantes de la soberanía nacional del estado de la cuestión y de la posición de España en ella.
Es decir, que se comporte como lo hacen los jefes de gobierno del resto de los países europeos. Y eso a pesar de que Pedro Sánchez no haya sido convocado a la reunión de ayer entre Biden, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el presidente francés Emmanuel Macron, el canciller alemán Olaf Schoz, el primer minstro británico Boris Johson, el primer ministro italiano Mario Dragui, el secretario general de la OTAN y el presidente polaco Andrzej Duda.
Sánchez no ha sido invitado a esta reunión trascendental. Eso no significa que el apoyo de España no sea relevante ni que su posición dentro de la Unión Europea no tenga peso alguno.
Pero es difícil intercambiar puntos de vista sobre unas cuestiones tan delicadas desde el punto de vista del equilibrio de fuerzas ante la deseada paz o al menos no enfrentamiento entre potencias cuando en el seno del Gobierno español se sientan personas cuyas formaciones políticas son partidarias de defender las exigencias de Rusia y le dan la razón.
Un presidente con ese Gobierno no puede ser bienvenido en una cumbre de tanta trascendencia y seguramente por eso entre otras cosas no ha sido invitado a ella.
¿Qué opina, por ejemplo, el comunista ministro Alberto Garzón de la posición que debe adoptar España en esta crisis? ¿Querría, quizá, volver a los viejos tiempos del No a la Guerra? Lo mismo se puede preguntar de Ione Belarra, secretaria general de Podemos pero también ministra del Gobierno de España. Y qué decir de nuestra vicepresidenta segunda del Gobierno y futura líder de un Movimiento o un Frente Amplio de izquierdas, Yolanda Díaz.
Ninguna de las dos, ninguno de los tres, ha emitido el menor sonido, la más mínima opinión sobre un conflicto que ojalá se desinflame a tiempo pero que también tiene la potencia suficiente como para desestabilizar gravísimamente el mundo en que mal que bien seguimos viviendo.
Por muchos motivos, pero por éste también, y muy decisivamente, este Gobierno de Pedro Sánchez no puede participar en reuniones donde se trata de la defensa de occidente frente a un posible ataque de la Rusia añorante del imperio totalitario que perdió.
Sánchez lleva con estos socios unos lastres que le arrastras al fondo del mar de la estrategia política.
El escenario es de máxima incertidumbre y en él se maneja la posibilidad de un enfrentamiento armado, de una guerra, entre Rusia y la OTAN encabezada por EEUU.
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