La puerta giratoria de Pablo Iglesias no ha sido para quedarse en una eléctrica, que es como quedarse en el brasero, esa jubilación del brasero por la que han optado Felipe, Aznar y otra mucha gente de castaña y sabañón políticos. No, la puerta giratoria de Iglesias ha sido para subirse a un campanario o minarete, badajeando en los medios, gritando desde el amanecer como un manijero de la ultraizquierda. Los políticos de las eléctricas son avariciosos pero tranquilos, han dejado el poder por la mesa camilla y un dinerito rico, fácil, pantuflero, como de bingo casero. Aún el ego les tienta para salir de vez en cuando a la actualidad, con su cosa de imagen titular de la parroquia, pero la mayoría del tiempo están tranquilos, aletargados o alagartados. Sólo en Iglesias el ego supera a la comodonería, él aún se ve como vicepresidente sabático, en misa y repicando, y exhibe distancia de periodista pero presencia y correspondencia de ministro. Iglesias tenía los datos del CIS antes de que se hicieran públicos, y eso ya no es una puerta giratoria sino un pasadizo de señor del castillo.
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