La puerta giratoria de Pablo Iglesias no ha sido para quedarse en una eléctrica, que es como quedarse en el brasero, esa jubilación del brasero por la que han optado Felipe, Aznar y otra mucha gente de castaña y sabañón políticos. No, la puerta giratoria de Iglesias ha sido para subirse a un campanario o minarete, badajeando en los medios, gritando desde el amanecer como un manijero de la ultraizquierda. Los políticos de las eléctricas son avariciosos pero tranquilos, han dejado el poder por la mesa camilla y un dinerito rico, fácil, pantuflero, como de bingo casero. Aún el ego les tienta para salir de vez en cuando a la actualidad, con su cosa de imagen titular de la parroquia, pero la mayoría del tiempo están tranquilos, aletargados o alagartados. Sólo en Iglesias el ego supera a la comodonería, él aún se ve como vicepresidente sabático, en misa y repicando, y exhibe distancia de periodista pero presencia y correspondencia de ministro. Iglesias tenía los datos del CIS antes de que se hicieran públicos, y eso ya no es una puerta giratoria sino un pasadizo de señor del castillo.
Las encuestas del CIS no se las cree nadie, yo creo que la gente las recibe como al señor con trompetilla y mosconería municipal que mandaban a la plaza los alcaldes con boina de antes. Tezanos es ese heraldo de Sánchez, un señor leal, atemporal y un poco arrecogido, como esos ángeles con trompeta o esos cuñados sin graduado, y que sólo transmite lo que le han dado enrolladito y bendecido como un pionono de monja. Claro que aquí lo importante no es lo que diga el CIS, que puede dejarnos resultados electorales o la hora de la cucaña y al personal le daría igual. No, lo importante es que esa información enrolladita, bendecida y que nos llega por valija de zurrón, como un evangelio de pastores, la conocen algunos que no tendrían por qué conocerla.
Cuando vemos a expolíticos ante esos logos florales o marinos, como de desodorante, que suelen ponerse las eléctricas, lo que nos preguntamos es qué habrán hecho, qué estarán haciendo, qué sabían y qué saben para merecer estar ahí, a la sombra de una higuera infográfica o al sol de un crucero de pegatina. Con Iglesias también nos preguntamos eso, pero es peor. Al fin y al cabo, uno como mucho se puede imaginar a la eléctrica agradecida por un decretillo o por una desregulación, por un contacto o una mediación, algo que le haya llevado a tener más beneficios, menos engorros, más clientes o clientes más frioleros. O sea, lo de siempre aquí, eso que se mueve en el ámbito del favorcillo y el jamón, aunque sea a escalas de millón, esa corrupción política que parece corrupción de FITUR. ¿Pero adónde va lo que saben Pablo Iglesias y los ministros de Podemos? A lo mejor es lo que se pregunta Biden.
Iglesias aún tiene el abrecartas y el manojito de llaves de cuando era Gobierno
Ya es difícil que nos caigan bien las eléctricas, con los calambrazos que dan sus cartas y su baraja de expresidentes ahí como anunciándote una sauna. Y aun así, que lo que saben Aznar o González o Carmona (¿sabe algo Carmona en realidad?) se destine a engordar al señor del Monopoly no da tanto repelús como que lo que saben Iglesias y los suyos se destine a engordar a los que quieren cargarse la Constitución, el derecho, la prensa y hasta a los jueces como una plaga de cucarachas. Incluso que se destine a engordar a Maduro, ya gordo como un ogro de su propio pueblo, o a Putin, que también se terminó comiendo al oso que montaba a pelo (a pelo los dos).
Podemos tuvo y tiene ministerios y vicepresidencias marías, y aunque eso de la agenda 2030 sonaba también a almanaque patrocinado por gasolineras, parece que poca información privilegiada o sensible se puede sacar de las fiestas de pijamas de Igualdad, del obrerismo prêt-à-porter de Trabajo, del veganismo purgante de Consumo o de la siesta de profesor de latín de Universidades. Sin embargo, y sin tener nada que ver con el obrerismo, con el hembrismo, con el jipismo o con la enseñanza, ahí estuvo Iglesias muy interesado y muy sumergido en la comisión que supervisaba el CNI. Pero igual no es sólo Iglesias, es todo Podemos el que sabe cosas interesantes y delicadas, antes y ahora, porque Sánchez, simplemente, no guarda las llaves o las guarda bajo el felpudo de los panolis.
Iglesias dice que se ha retirado a su campanario, como un estilita de campanario, pero no se ha retirado tanto, ni tan lejos, ni tan puramente. No es que aún tenga coche o escolta ministeriales, sino que, por lo que parece, aún tiene el abrecartas y el manojito de llaves de cuando era Gobierno. A lo mejor lo que quería era eso solamente, o sea no ya gobernar sino llegar a las cajoneras de papeles del Gobierno como al cajón de lencería, y por eso se fue tan pronto y apurado, como con el bolsillo lleno de contraseñas y bragas. No entendemos cómo es posible eso, como no entendemos para qué puede servirle a nadie Antonio Miguel Carmona, pero parece que así fue. A diferencia de Carmona, eso sí, los conocimientos y atajos de Iglesias y Podemos sí podrían resultar muy vendibles.
Alguien ha rescatado estos días una entrevista o conversación de triclinio de Iglesias con Risto Mejide (Risto siempre está como en un triclinio, por si la posteridad lo estatúa o tesela en ese único momento de superior malevolencia que tuvo una vez y que intenta mantener ya todo el tiempo, desesperada y rígidamente). En la entrevista, Iglesias afeaba a los expresidentes y expolíticos esa manía o mono por permanecer en la actualidad, en el candelero, en la hornacina de santo patrón. Lo de Iglesias es ahora peor, es como si Felipe saliera todos los días con una columna o una perorata pesadísimas, con estilo de presentador de la fiesta del PCE. Claro que lo mismo Iglesias entiende que es justo ahora cuando está haciendo la política que quería hacer, que venía a hacer. Ahora tiene el campanario y tiene la llave del cajón de bragas del sistema. Sánchez se la dio y ahora no parece importarle que la siga usando, tan ocupado está haciendo películas de cowboy entre cactus y guarnicionería.
La puerta giratoria de Pablo Iglesias no ha sido para quedarse en una eléctrica, que es como quedarse en el brasero, esa jubilación del brasero por la que han optado Felipe, Aznar y otra mucha gente de castaña y sabañón políticos. No, la puerta giratoria de Iglesias ha sido para subirse a un campanario o minarete, badajeando en los medios, gritando desde el amanecer como un manijero de la ultraizquierda. Los políticos de las eléctricas son avariciosos pero tranquilos, han dejado el poder por la mesa camilla y un dinerito rico, fácil, pantuflero, como de bingo casero. Aún el ego les tienta para salir de vez en cuando a la actualidad, con su cosa de imagen titular de la parroquia, pero la mayoría del tiempo están tranquilos, aletargados o alagartados. Sólo en Iglesias el ego supera a la comodonería, él aún se ve como vicepresidente sabático, en misa y repicando, y exhibe distancia de periodista pero presencia y correspondencia de ministro. Iglesias tenía los datos del CIS antes de que se hicieran públicos, y eso ya no es una puerta giratoria sino un pasadizo de señor del castillo.
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