Al final, a Eurovisión no irá esa teta de madre, de manualidad con lentejas del día de la madre; esa teta antiestrés elevada como a ópera de José María Cano, o sea lo de Rigoberta Bandini. Tampoco irá esa muñeira siniestra de las chungas Tanxugueiras, que yo creo que era un conjuro para que de aquel tambor o marmita que golpeaban saliera un ser no muerto, reptando entre brumas y caracoles. No, irá otra cosa, algo que parece hasta normal, lo de Chanel, o sea bailoteo sensual con estilo de discoteca con lámpara de araña o de descapotable de Miami también con lámpara de araña. Digo normal porque no parece Macbeth ni parece la función de fin de curso de las niñas de El resplandor. O sea, es sólo música mala. Pero aquí nada es ajeno a la política y ya tenemos sindicatos como CCOO y partidos como Podemos o BNG denunciando una gran conspiración alrededor de Eurovisión, que es como una gran conspiración alrededor de los autos de choque del barrio.
Esta conspiranoia a uno le parece la democratización definitiva de aquel locutor de los vaticanismos de Eurovisión que, invariablemente, nos explicaba cada año la geopolítica detrás de que Francia o Chipre no votaran a nuestra canción. Lo que pasaba, claro, es que estaba Remedios Amaya con su barca fondada, o lo que tocara, normalmente una canción horrorosa y voluntariosa que el españolito sentía que tenía que defender como la propia honra, porque no había otra canción ni otra honra. Ahora tenemos nuestra Eurovisión dentro de Eurovisión, así que Galicia presenta su orgullosa barca folclórica, cierta izquierda presenta su hembrismo zodiacal y calostral, y ahí estamos con la geopolítica de la teta, que provoca guerras como un zepelín, o la geopolítica del sonajero del hechicero, que provoca guerras como un tamtam.
Eurovisión ya no es nada, sigue ahí porque hay una Europa poligonera que aún va al festival como a su boda de brilli-brilli. Es una Europa ésta de la que yo creo que nos íbamos alejando más digna o indignamente, pero con indudable voluntad de ruptura, mandando triunfitos a medio hervir, pastelones en pianos, baladistas desmayaditos, vozarrones raciales anublados y cargantes, charangueo mediterráneo, caribeñismo mesetario o gitaneo con gaitas. Hasta mandamos a Chikilicuatre, como para que nos echaran para siempre, como el que manda al cobrador del frac. Todas unas canciones malísimas o aburridísimas, hechas para no ganar, que a ver quién quiere ganar y organizar luego aquella pista de autos de choque en casa. En esas estábamos, cuando han empezado a darle importancia otra vez a Eurovisión, quizá porque nos hemos vuelto poligoneros o porque Eurovisión es otra vez política.
Ahora, con el populismo, todo es político, todo es una guerra, y Eurovisión es un escenario más por el que están luchando
Antes, España sólo salía a Europa para Eurovisión, así que aquello era como llevar a todo el país de excursión un día, en una especie de crucero televisivo pero con cura de autobús parroquial. Sólo teníamos Eurovisión y el fútbol, con lo que a veces el fútbol parecía una jota y nuestra canción parecía un remate de Zarra. Con eso el franquismo hacía apostolado de su franquismo y en general el españolito hacía apostolado de su españolidad. Parece que vuelve a haber afición por el apostolado, que ahora no es patriótico sino ideológico o identitario, o las dos cosas, esa ideología de la identidad que usa todo lo que tiene a mano, las tetas que vuelan como querubines o las meigas que te echan mal de ojo con el cucharón de palo.
Yo no sé si un ministro había vuelto a hablar o a pensar en Eurovisión desde Franco, desde Fraga como ministro o desde Salomé como abanderada, con sus flecos como de banderín de regimiento. Pero el caso es que ahí estaba Irene Montero hilvanando su discurso a partir del miedo a las tetas, y Podemos posteando también carteles al respecto, con unas tetas como de frambuesa a las que nadie podría tener miedo, por cierto. Ahora es revolucionario el folclore franquista de coros y danzas, e incluso es revolucionaria esa teta franquista de señora de su teta, de su madeja, de su casa y de sus consomés. Pero ya digo que lo utilizan todo, cuando ya no hay lucha de clases lo que queda es la lucha de identidades, y ahí están ellos pescando identidades, haciéndose tetistas o zanfoñistas porque la teta es feminismo y la zanfoña con su aire de garrote vil son todos los pueblos castigados por el imperialismo español o lo que sea. Y todo eso llevado a Eurovisión es, como pasaba antes, una excursión del país entero con el cura en el autobús, o sea Podemos.
Podemos y los sindicatos ya están ahora más a la teta que al obrero, más a la tribu que al internacionalismo, más al vudú que a la razón. Eurovisión, que ahora parece más que nunca una pajarería de nacionalismos, vuelve a ser importante políticamente, pero no como antes, cuando sólo Eurovisión era política, cuando Eurovisión era toda la política y toda la guerra que podíamos permitirnos. Ahora, con el populismo, todo es político, todo es una guerra, y Eurovisión es un escenario más por el que están luchando. Mandan canciones y propaganda a Eurovisión como Alemania del Este mandaba nadadoras con bigote de káiser a las olimpiadas. No se trataba de deporte como no se trata ahora de música, es política y de la más alta prioridad.
Los sindicatos, los partidos galleguistas y Podemos se quejan de que no ganen sus abanderados ideológicos que van con fleco folk o fleco de sobaco como los flecos de Salomé que quizá eran de Fraga. Lo de la teta era ridículo como un colchón hecho de tetas y lo de las Tanxugueiras era siniestro, oscuro y cateto como un réquiem para una matanza del cerdo, así que seguramente los responsables de esto han pensado que era mejor mandar algo simplemente mediocre y sano. Pero oigan la voz franquista o vaticanista recordando las injusticias históricas y los pactos de las potencias extranjeras e infieles. Cuanto peores son las canciones y las ideologías, más hay que insistir en el contubernio y en la conjura, en el desastre y en la afrenta. Lo de Remedios Amaya, con sólo una barca mal calafateada, yo creo que fue peor que lo de la Armada Invencible.
España acaba de descubrir otra vez la teta, como cuando la descubrió con Sabrina, aquella teta como recién pescada que […]Al final, a Eurovisión no irá esa teta de madre, de manualidad con lentejas del día de la madre; esa teta antiestrés elevada como a ópera de José María Cano, o sea lo de Rigoberta Bandini. Tampoco irá esa muñeira siniestra de las chungas Tanxugueiras, que yo creo que era un conjuro para que de aquel tambor o marmita que golpeaban saliera un ser no muerto, reptando entre brumas y caracoles. No, irá otra cosa, algo que parece hasta normal, lo de Chanel, o sea bailoteo sensual con estilo de discoteca con lámpara de araña o de descapotable de Miami también con lámpara de araña. Digo normal porque no parece Macbeth ni parece la función de fin de curso de las niñas de El resplandor. O sea, es sólo música mala. Pero aquí nada es ajeno a la política y ya tenemos sindicatos como CCOO y partidos como Podemos o BNG denunciando una gran conspiración alrededor de Eurovisión, que es como una gran conspiración alrededor de los autos de choque del barrio.