El problema de esta estructura de debates es que es tan rígida o produce tanto respeto o temor a los participantes, que se convierte impepinablemente en una sucesión de monólogos en el transcurso de los cuales cada quién dice lo que traía pensado decir y el interpelado se puede permitir el lujo de ignorar la pregunta o la acusación sin que nadie se lo reproche o le recrimine por ello.
En una palabra: esto no es un debate, no lo fue ayer y probablemente no lo será el que se celebre el próximo día 9 en una cadena privada de televisión de Castilla y León. Dando eso por sentado, resultó que el mejor de los tres participantes, el más creíble, el más sólido y el más contundente, también dentro de un orden, fue el candidato de Ciudadanos Francisco Igea.
El representante del partido naranja, confinado porque tiene el coronavirus e intervenía desde su casa, sabía de lo que hablaba porque estaba describiendo los dos años en los que ha estado al frente de la gestión del gobierno castellano leonés en calidad de vicepresidente.
Pero si eso lo teníamos ya incluido en los presupuestos, esos no se han podido aprobar porque usted ha optado por prometer antes que por cumplir"
Francisco Igea
Y por eso, porque la mayor parte -o una buena parte al menos- de los compromisos y de las promesas que formulaba el candidato del PP Alfonso Fernández Mañueco, era respondida con una sonrisa acompañada de un mensaje entre triste, amargo y desencantado de Francisco Igea con la siguiente frase: “Pero si eso ya estaba, pero si eso lo teníamos ya incluido en los presupuestos, esos que no se han podido aprobar porque usted ha optado por prometer antes que por cumplir”.
Era la acusación de Igea a esa inesperada convocatoria electoral anticipada decidida por el presidente Fernández Mañueco con el argumento de que los miembros del partido naranja estaban pactando con los partidos provincialistas y probablemente con el PSOE unos presupuestos distintos de los que el gobierno de Castilla y León tenía ya a punto de presentar ante las Cortes. Era, en definitiva, una acusación de deslealtad como justificación para disolver la Cámara y convocar elecciones anticipadas.
Y, sin embargo, la acusación mentiroso por parte de Igea contra Fernández Mañueco, que se produjo en varias ocasiones, no tuvo ni la contundencia ni el nivel de irritación que había tenido otras veces y ni siquiera se lo restregó por la cara con la frecuencia y la insistencia que algunos esperábamos.
De hecho, Francisco Igea se vio en la necesidad, que en realidad era una obligación, de salir a defender al gobierno del que había formado parte, con lo que se produjo muchas veces la paradójica situación de que los que se suponía que iban a ser dos feroces contrincantes se convirtieron con frecuencia en aliados en la defensa de su gobierno, del gobierno del que ambos habían formado parte. Asi que debate, poco por ese lado.
Al final, el gran reproche, la principal recriminación de Igea a Mañueco fue que le había engañado, que le había mentido miserablemente. Pero, con todo su covid, todo su confinamiento y toda la distancia física que le separaba de sus dos contrincantes, él fue el mejor de los tres.
Por lo que se refiere al presidente del gobierno castellano y leonés, no había ido ahí a debatir de su gestión sino a confrontar con las políticas de Pedro Sánchez, impuestos incluidos, como si fuera una réplica de Isabel Díaz Ayuso.
Francisco Igea se vio en la necesidad, que en realidad era una obligación, de salir a defender al gobierno del que había formado parte
Lamentablemente para él, no lo es ni de lejos. Por eso su intervención estuvo falta de la fuerza de convicción que se transmite cuando se habla desde el fondo de las tripas. Prometió cosas, una detrás de otra, todas seguidas y a toda prisa y ya digo que no se tomó la molestia de confrontar con el candidato socialista, que estuvo aún más flojo que su adversario.
Luis Tudanca repitió hasta el aburrimiento que el PP lleva 35 años en el poder en Castilla y León y que él propone el cambio para recuperar la esperanza en el futuro. Pero se ve que para Fernández Mañueco el señor Tudanca estaba ahí para ocupar la silla en la que debería estar sentado el presidente del Gobierno y esa fue la estrategia que mantuvo casi todo el tiempo en un debate en el que faltó la fuerza y la contundencia que se espera en estos casos de los contrincantes.
Cómo sería la cosa que el moderador del debate no dejó de insistir una y otra vez en que podían es más, que debían, interrumpirse unos a otros para ver si aquello cogía algo de calor. Cosa que no sucedió.
Con decir que el asunto de las macrogranjas, que tanta discusión ha generado durante las últimas dos semanas ni siquiera se mencionó, está todo explicado. Un acto prefectamente prescindible.
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