En la votación de hoy hay algunos que se juegan mucho y cuya posición final les puede reportar problemas sin cuento.
Empecemos por Yolanda Díaz. Si al final va a tener que sacar la reforma laboral apoyándose en los votos de Ciudadanos y de UPN, socio del PP en Navarra, ya puede ir despidiéndose de pasearse por esa España a la que quiere “escuchar” presentándose como la líder de todas las izquierdas que consiguió una mejora de las condiciones laborales de los trabajadores con el respaldo de todo el espectro llamado “progresista” de la Cámara. Porque va a resultar que va a estar en deuda con dos partidos de centro derecha sin los cuales la pretendida reforma laboral se le habría ido abajo y la habría hecho fracasar definitivamente.
A Yolanda Díaz se le escapa por el desagüe su argumento estrella, aquél que habría de convertirla en el nuevo rostro de la izquierda triunfante
Yolanda Díaz hizo anteayer algo muy significativo de hasta qué punto le escuecen esos votos que imperiosamente necesita tanto como detesta: en un momento en que se paró a agradecer su apoyo a los pequeños partidos -Más Madrid, Compromís, Teruel Existe, etcétera- no mencionó, por supuesto deliberadamente, a aquel sin cuyo respaldo todos los demás no tendrían sentido porque hubieran carecido de utilidad: Ciudadanos.
Este el problema de Yolanda Díaz: que se le escapa por el desagüe su argumento estrella, aquél que habría de convertirla en el nuevo rostro de la izquierda triunfante. Y eso va a tener unas consecuencias muy negativas para su proyecto, que de momento, era más bien algo etéreo pero que habría podido adquirir perfiles concretos si en su mano hubiera podido levantar la antorcha del gran logro de la izquierda representada por ella.
Ya no va a poder ser, y me temo que en Podemos, que se supone que estaba destinado a ser el partido sobre el que apoyarse, un partido que ella tanto ha despreciado y ninguneado en los últimos meses, más de uno se estará frotando las manos y sonriendo al ver como las alas que empezaba a desplegar Yolanda Díaz se le han acortado de repente y ya no le sirven para sobrevolar condescendientemente sobre unos simples mortales, sus compañeros.
Los de Esquerra Republicana de Cataluña, capitaneados en el Congreso de los Diputados por un Gabriel Rufián que ya advirtió en su día que ellos no estaban allí para apoyar “proyectos personales”, van a mantener a partir de ahora una pésima relación con la vicepresidenta segunda entre otras cosas porque van a pagar también muy caro, dentro y fuera de Cataluña su no a la reforma laboral, si es que al final ese es el sentido de su voto.
Y eso va a ser así porque el Partido Socialista va a tener de ahora en adelante un interés próximo a cero en recuperar la famosa Mesa de Diálogo, que los independentistas llaman pomposamente de Negociación para dar empaque a unos encuentros que están destinados a no llegar jamás a nada.
Y tampoco se les va a ver entusiasmados en montar la mesa bilateral de transferencias, donde el gobierno de Pere Aragonés pretendía exhibir unos cuantos logros que justificaran, o al menos amortiguaran las feroces críticas de sus enemigos unidos por la independencia, que son los militantes de JxCat.
Pues ni una mesa ni la otra, no en vano ERC ha hecho sudar la gota gorda al Gobierno para sacar adelante su decreto estrella de la legislatura y además le ha humillado teniendo que ir a aceptar el apoyo ofrecido por el centro derecha, Ciudadanos, y no digamos ya por UPN, habitual aliado del PP.
Pero no acaban aquí los padecimientos de ERC porque en Cataluña resulta que los Comunes de Ada Colau, que son los que les han permitido aprobar los presupuestos catalanes después de que los de la CUP se descolgaran de la votación, no le perdonan a Rufián ni a ERC en general que hayan dejado a los pies de los caballos a su líder preferida, a su apuesta para el futuro, a su Yolanda Díaz.
Eso significa que de aquí en adelante los Comunes le van a poner las cosas muy difíciles a Pere Aragonés y a su intento de hacer en Cataluña algo más que reivindicar la independencia, es decir, gestionar y aprobar un conjunto de leyes.
No es que los Comunes tengan un gran peso numérico dentro del Parlamento, pero sí el suficiente como para equilibrar quizá con el apoyo del PSC una votación a favor de las tesis del presidente de la Generalitat. Y como donde las dan las toman, veremos cómo se comportan de ahora en adelante sus ocho diputados con escaño en el Parlament.
El PSOE podrá decir lo que quiera, como eso de que es capaz de pactar a izquierda y derecha o eso otro de que está iniciando un movimiento al centro y la prueba son los votos de Ciudadanos. Falso de toda falsedad.
Lo que se va a producir hoy es una humillación en toda regla a este Gobierno de izquierdas que tiene que recurrir a las derechas para que le ayuden sacar la cabeza de debajo del agua
Al PSOE, con este placaje implacable al que le han sometido sus socios de investidura y de legislatura, se le ha acabado la matraca del progresismo con la que se adornaba el presidente cada vez que intervenía para mandar algún mensaje de los suyos.
Los que le han sacado las castañas del fuego son los diputados de un partido de centro derecha con el que muchos de sus socios se sienten radicalmente incompatibles. Lo que se va a producir hoy es una humillación en toda regla a este Gobierno de izquierdas que tiene que recurrir a las derechas para que le ayuden sacar la cabeza de debajo del agua.
Y se va a producir previsiblemente otra cosa y es que las relaciones del Gobierno con sus socios de investidura, que se han quedado fuera de la fiesta porque su pareja de baile se ha ido con otro y les ha dejado con las coacciones y las amenazas colgando, no van ya a volver a ser las que fueron. La segunda parte de la legislatura se anuncia más tensa y más complicada. Y en eso pierden todos.
Y por lo que se refiere a Ciudadanos, es el único que no pierde nada. Éste de hoy es el último gran gesto al que le pueden sacar rédito en las próximas convocatorias electorales. Quiere demostrar así que es un partido útil para ayudar a la buena marcha del país. Veremos si este movimiento, que ha sido absolutamente decisivo para el Gobierno, le devuelve al partido naranja ese hálito de vida que se le está escapando por momentos.
Y por lo que se refiere al PP, sigo sin comprender cómo no va al menos a abstenerse en esta votación. Sobre la argumentación de que esta reforma laboral deja prácticamente intacta la que aprobó el Partido Popular en 2012, una abstención dejaría definitivamente sin argumentos de autoría al Gobierno al que los populares descalifican una y otra vez.
Ésta era la ocasión de recordarle que desde aquella “derogación radical” a que se había comprometido Pedro Sánchez en cuanto comenzó la legislatura, no se ha llegado finalmente a nada porque la reforma de Mariano Rajoy era finalmente la que convenía al país “quod erat demostrandum”.
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