Desde que llegó Pablo Casado a su despacho del PP muchos se percataron que él no iba a dirigir el partido, que su actitud era como la de la “reina madre”, dejar que Teo García Egea se ocupara de todo y él a debatir, a ser el portavoz de facto de su grupo en el Congreso. Es ahí donde se siente cómodo, lo otro le vino siempre grande. Casado es una buena persona y un buen orador, tanto que cuando las primarias las ganó Soraya Sáez de Santamaría, él ganó en el Congreso del PP la presidencia del partido gracias a su discurso final. Hasta el día de hoy todos sabían de su magnífica imagen pública, casi tan grande como su incapacidad para dirigir un partido tan complejo.
Casado y García Egea decían hasta hace unas horas: “Tenemos la conciencia muy tranquila. Que nos vengan a sacar si quieren”. Consideraban sus peticiones de dimisión un golpe palaciego contra ellos, que se creen la representación de la esencia democrática del PP. No se entiende nada si no se conoce un secreto a voces en Génova, que Casado y García Egea son la misma persona. Casado dejó hacer a García Egea siempre como si presidiera el partido, y éste sobreestimó su poder. Cuando se informaba a Casado de irregularidades internas de altos cargos, no actuaba él, derivaba todo a 'El Murciano', como le llaman por los pasillos. Casado no se rodeó de críticos, sino de aduladores. No buscó los que le decían la verdad, sino los que contaban lo que él quería oír. Dolors Montserrat pidió irse de Eurodiputada por no soportarlo más, como García Margallo y tantos otros.
Son muchos los que ahora claman contra la dirección del partido y también muchos los que temen quedarse sin empleo, porque el PP, como todos los grandes partidos, también es una gigantesca agencia de colocación para amigos.
Esta no es una crisis derivada de la posible corrupción de Ayuso, sino de la envidia y la vanidad de algunos al considerarla un activo mayor que ellos"
Se echa en falta que los expresidentes del Gobierno del PP tomen partido en esta batalla, que digan algo para defender públicamente la herencia de su partido. En privado me cuentan que Aznar está de los nervios y se avergüenza de su pupilo, porque Casado ha sido su hijo político y le ha salido mal. Y Rajoy, también en privado, repite a los suyos lo que le dijo a Bárcenas, “resistid” y va más allá “El PP empezó en Galicia y se reconstruirá en Galicia”, marcando con claridad el camino de Núñez Feijóo como única tabla de salvación.
Todo lo que sucede hoy en el PP se sabía, pero no de forma pública. El propio Feijóo hace meses reconocía en petit comité que Casado y García Egea habían perdido el rumbo y el partido navegaba a la deriva, pero nadie hacía nada para revertir la situación.
Esta no es una crisis derivada de la posible corrupción de Ayuso, sino de la envidia y la vanidad de algunos al considerarla un activo mayor que ellos. El objetivo no fue descubrir los contratos de su hermano, sino destruirla a ella políticamente. Todavía a día de hoy, cuando las naves arden en alta mar a punto de hundirse, desde Génova se lanza off the record a la prensa un deseo: “Dejemos que pase un poco de tiempo y saldrán más contratos de su hermano, de un socio de su madre y de su ex pareja”. Como en esto la dirección del PP y algunos fontaneros de Ferraz van de la mano, no es casual que García Egea vaya a La Sexta a comunicar su cese y no lo haga ni en Génova ni en otros medios de comunicación afines. Siguen por la puerta de atrás buscando un caso de corrupción tan gigante, que certifique como mal necesario el atropello que han cometido.
Como en todas las batallas hay soldados heridos, como Almeida y la propia Ayuso, y otros que pierden la vida, como ya ha sucedido con García Egea y sucederá con el presidente Casado, aunque se resiste. Nadie entiende por qué alarga la agonía con reuniones a las que acude completamente solo y con la intención errónea de volver a presentarse en un próximo Congreso del partido. Isabel Díaz Ayuso ha jugado bien sus cartas, aunque se sabe tocada por esos contratos que estoy seguro desconocía, dijo estos días “han destruido mi presunción de inocencia y no puede salirles gratis”. Pero ella sabe que los ataques contra ella todavía no han terminado. Todos resisten.
Desde que llegó Pablo Casado a su despacho del PP muchos se percataron que él no iba a dirigir el partido, que su actitud era como la de la “reina madre”, dejar que Teo García Egea se ocupara de todo y él a debatir, a ser el portavoz de facto de su grupo en el Congreso. Es ahí donde se siente cómodo, lo otro le vino siempre grande. Casado es una buena persona y un buen orador, tanto que cuando las primarias las ganó Soraya Sáez de Santamaría, él ganó en el Congreso del PP la presidencia del partido gracias a su discurso final. Hasta el día de hoy todos sabían de su magnífica imagen pública, casi tan grande como su incapacidad para dirigir un partido tan complejo.
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