El mundo de lo que conocemos como Occidente tiene la mirada fija en los movimientos del dictador Vladimir Putin y su propósito de ensanchar por la vía de la fuerza lo que él y su camarilla de antiguos miembros de la KGB han decidido que son las “fronteras naturales” de la gran Rusia, lo que coincide con las del imperio soviético que se desmoronó por sí mismo y desde dentro en 1989.
Pero en España estamos por el momento sin líder de la oposición y a la espera de que llegue el mes de abril para que el todavía presidente del PP, Pablo Casado, pueda despedirse de los afiliados con un acto y un discurso “a la altura de lo que merece”.
Mientras tanto, todas la cábalas se hacen sobre el nuevo presidente in péctore del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, del que desde todos los sectores de la sociedad y desde todas las posiciones de su partido, se espera que resuelva todos los problemas y ocupe y llene todos los agujeros que el propio Casado y su número dos, Teodoro García Egea han dejado abiertos y sin cubrir.
Son demasiadas las expectativas que se están generando en torno a la llegada del todavía presidente de la Comunidad de Galicia. Desde su partido se espera que dé solución al dilema que Alfonso Fernández Mañueco tiene planteado con la composición de su gobierno después de que las elecciones anticipadas decididas por él, pero presionado por García Egea, no dieran el resultado esperado. Los dos escaños ganados por su partido no le han resuelto nada porque Ciudadanos ha desaparecido -un sólo procurador- y en cambio Vox ha dado un salto formidable y ha pasado de un escaño a nada menos que 13 y reclama entrar en el gobierno.
Núñez Feijóo no puede resolver ese problema porque, primero, no ha llegado todavía a liderar el PP y, segundo, porque la aritmética es la aritmética y es Mañueco quien tendrá que resolver en solitario el dilema al que se enfrenta ahora. Él quiere gobernar en solitario pero es más que dudoso que lo pueda conseguir. Feijóo está necesariamente fuera de una ecuación que habrá de resolverse antes de que el PP celebre su congreso extraordinario .
También los empresarios están satisfechos con la próxima llegada del gallego a los mandos del Partido Popular. Creen que su talante y su experiencia le habrían aconsejado una abstención e incluso un voto positivo a la reforma laboral que el Gobierno llegó a sacar adelante, sí, pero únicamente gracias a una equivocación garrafal de uno de los diputados populares que, a la hora de votar, le dió al botón equivocado.
Alberto Núñez Feijóo se mostró en su día favorable a que el PP diera su respaldo a una reforma que dejaba intactos aspectos esenciales de la que había aprobado el gobierno de Mariano Rajoy y su ministra de Trabajo, Fátima Báñez y a la que los empresarios habían dado el visto bueno. No hubo manera de convencer a Casado que una abstención o incluso un voto a favor hubiera supuesto un golpe político brutal a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz. Pero el pasado no regresa y ya no tiene sentido darle más vueltas a ese molino.
Lo primero que tiene que hacer es poner en orden el partido, que está desencuadernado. Eso le llevará tiempo. No es fácil la tarea que le espera"
Pero la clase empresarial sí confía en que el talante moderado de Núñez Feijóo les ayude a encauzar las reformas que el país necesita y que su experiencia en las negociaciones con las organizaciones sindicales gallegas, fuertes y bien organizadas, le permita afrontar los cambios del futuro.
En eso están muy puestos en razón pero convendría no echar las campanas al vuelo porque lo primero que tiene que hacer el presidente gallego es poner en orden su propio partido, que está ahora mismo completamente desencuadernado. Y eso le llevará mucho tiempo. No es fácil la tarea que le espera.
También reciben a Núñez Feijóo con esperanza los miembros de la carrera judicial que ven como la paralización de nombramientos de magistrados del Tribunal Supremo está llevando al colapso literal a alguna de sus Salas, la Tercera por ejemplo.
Ahí las demandas de los jueces se detienen más en la negativa de Pablo Casado a pactar la renovación del CGPJ que en la decisión, completamente vengativa e irresponsable del PSOE que, con el apoyo entusiasta de Podemos y el respaldo de sus socios independentistas y proetarras, aprobó una reforma de la ley según la cual un Consejo del Poder Judicial que haya cumplido su mandato no puede efectuar ningún nombramiento.
Ésa es la razón del colapso provocado deliberadamente por el Gobierno con el fin de que el Poder Judicial presionara al presidente del PP para que pactara la renovación. No ha sucedido así y la actitud saboteadora del Gobierno se comprueba cuando la ministra de Justicia, Pilar Llop, se ha negado la semana pasada a nombrar magistrados de apoyo para las Salas del Tribunal Supremo que están al borde del colapso.
La situación de la administración de Justicia en su más alta instancia es ahora mismo dramática y desde el Poder Judicial se mira con esperanza la llegada a la presidencia del PP de alguien como Alberto Núñez Feijóo de quien suponen que mostrará un talante más negociador que el de su predecesor en el cargo de modo que la renovación del CGPJ se desbloquee de una vez.
Todo esto y mucho más sucede cuando todavía el presidente del PP sigue siendo Pablo Casado -aunque ha prometido que durante los días que queden hasta primeros de abril él se portará “como una reina madre”- y que el presidente de Galicia todavía no ha presentado su candidatura para liderar el Partido Popular.
Lo cual demuestra que, a pesar de todo, las prisas aprietan y que la necesidad es mucha. Pero la tarea de Feijóo es grande y lo prioritario para él es la recomposición de su propio partido. Lo demás tendrá que esperar.
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