El PP va ahora por ahí penante, descabezado y antinatural, como un guillotinado de guillotina de museo de cera. Casado ya no es nadie y Feijóo aún no puede ser nada, sólo un señor que se niega a sí mismo ante la prensa y que hasta se viste de particular raso o de ornitólogo de sus campos gallegos para no parecer el líder del partido, sino sólo que está esperando el autobús. Pero el PP no está ahora para esperar el autobús con frío de todas las estaciones y paciencia caligráfica de todos los relojes, o sea que uno se sigue preguntando para qué sirve este vacío de poder. Este interregno, con Génova como Chernóbil, como una manigua de muerte, es eso, un gran vacío que no se puede llenar con el cadáver salmantino que es Casado ni con este Feijóo que contesta a los periodistas como un jubilado que recoge setas y que pasaba por allí.
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