“Santiago está precioso”, declaró Feijóo saliendo de la junta del PP como si saliera de un mesón. Antes, en una de esas torres con las que Madrid hace su Manhattan de yogurtera, Casado decía que se iba con la conciencia tranquila y Ayuso pedía que se apartara a todos los que habían intentado destruirla. Casado habló como con un tiro de chicle en el pecho y mereció una ovación de pie, como el tenor de Tosca, pero Ayuso dejó caras largas y medios aplausos de discurso metepatas. Eso sí, luego Feijóo aseguró que “Ayuso es una persona honorable y no tenemos ninguna duda”. Se va vislumbrando este nuevo PP de la moderación y de la unidad, cuyas adulaciones matan, cuya confianza deja mal cuerpo, cuyas obviedades se niegan y cuyas decisiones se aplazan según las cabañuelas. “Santiago está precioso”, dijo cuando le volvieron a preguntar por lo suyo. A Feijóo le cuesta decir o decidir lo obvio, esperen a lo difícil. 

Santiago está precioso y el PP también. Casado ya se ha enterrado dos veces o en dos ataúdes, y no sé si habrá un tercero para que termine como un papa, pero resulta que no lo ha matado nadie ni por nada. En el nuevo PP de la moderación y de la unidad no muere nadie, como en los tebeos, así que allí estaba Casado, con un yunque por cabeza, o aplanado por una apisonadora, hablando de sus valores, diciendo lo de la conciencia tranquila y lamentando la “reacción” que había tenido que sufrir, “inédita en nuestra historia democrática”. Yo estoy por creerle, o sea que seguramente alguien capaz de ceder todo el poder al aceitoso y arácnido Egea, alguien capaz de imputar delitos a su presidenta estrella por un soplo de barrio chino sin darse cuenta de la barbaridad; alguien así, que nunca se enteró de nada, me parece normal que siga sin enterarse. Lo que hay que preguntarse es si el PP se ha enterado, o si quiere enterarse.

Al muerto se lo han cargado ellos mismos antes de que se cargara el partido, pero en el PP precioso no se puede decir eso

A lo mejor el PP va a ser ahora un PP precioso, como Santiago. En el PP precioso se aplaude al muerto, que parece que se despide con reverencia de bata de cola, o se le pasea en botafumeiro como en un entierro precioso, un poco en góndola y un poco en globo. Al muerto se lo han cargado ellos mismos antes de que se cargara el partido, pero en el PP precioso no se puede decir eso. En el PP precioso hay muchas ganas de aplaudir, se dan cuerda para aplaudir como parecía darse cuerda en la peluca aquella gente de la ópera dieciochesca, que a lo mejor esta junta directiva sólo ha sido una ópera. Eso sí, tienen que aplaudir algo que les resulte fácil de aplaudir, por ejemplo el muerto con tosecita en el pañuelo de encaje, pero no alguien que venga con las verdades duras y difíciles a sacarlos de la confortable ficción como el acomodador. En el PP precioso hay tantas ganas de aplaudir que van a aplaudir hasta a Feijóo, en el congreso del partido o en la siesta que se eche en su pueblo como una siesta de Chanquete, mientras se lo piensa. Un poco como aplaudían al bolso de Soraya, que era como el agujero de gusano que desembocaba también en la siesta de Rajoy.

A lo mejor el PP va a ser ahora un partido precioso, de esa manera en que es precioso Santiago, entre castillo de arena mojada y cofre de conchas, o en que era precioso un día de pesca de ese Rajoy que parecía estar de pesca incluso en su banco azul. Un PP precioso de señor gris que ve preciosos esos pueblos de las Rías que son como capachos volcados en la orilla, igual que ve preciosa su rutina y su sombra de reloj de columna, siempre iguales. Un PP precioso de tranquilidad, normalidad, familiaridad, mediocridad y hasta vulgaridad, que a lo mejor en eso consiste el proyecto de Feijóo, en anular las ideologías, las convicciones, la valentía y hasta la realidad en una estética de acuarela.

El PP, como una platea de ópera, aplaudió al lírico Casado pero se quedó frío con Ayuso, que parece que les traía disonancia y dodecafonismo. Ayuso, claro, se atrevió a traer a otra muerta, Rita Barberá, como si trajera a otra prima donna. Son cosas que no pegan en el PP precioso, eso de que haya muertos de carne en vez de muertos de gasa, y feas culpas y conspiraciones en vez de lánguidas rendiciones. Ni siquiera Cayetana pudo competir con la flor mustia de Casado. Cayetana, claro, tampoco venía a pintar bodegones, que es lo que hizo otra vez Casado en su discurso, bodegones ideológicos y personales, bodegones de la derecha barroca y de su cuarto con melones y botijos, sin ninguna referencia a la estricta tecnología de manejar un partido. Este PP precioso ya me sonaba, sin coraje, sin autocrítica, sin inteligencia, sólo un darles cuerda a los aplausos y al almanaque, sólo un criadero de cigüeñas de campanario, tan preciosas.

Salieron los barones de la Junta Directiva Nacional como de la ópera con muertos de ópera, alabando a Feijóo aunque no tanto como a Casado: “responsable y generoso” lo llamó López Miras. Por qué se han cargado a alguien tan responsable y generoso es algo que no puede contestar un PP precioso, seguramente. Luego veíamos a Feijóo, que todavía no ha decidido nada, que no sé si podrá decidir nada en realidad, como Casado, que tampoco decidió nada nunca, todo lo decidió Egea, la sangre y la depravación, con su pinta y su moral de Draculín de porno de videoclub. En todo caso, Feijóo tenía que volver al pueblo, a hablar con la mama, a consultar con su biblia o con su acordeón. Que ya si eso fueran a verle a Santiago, que está precioso.

Salía Feijóo ya para su pueblo, salía del rascacielos con ganas de decir “rascaleches”, como Miguel Hernández. De nuevo no parecía un líder, ni un salvador, ni siquiera un médico o poeta de pueblo para el PP. Parecía otro de esos limpiacristales de Circo del Sol de aquellos edificios, descolgable e intercambiable, como parecen últimamente todos los líderes del PP. “Santiago está precioso”, decía. Rajoy nos va a parecer un ultra.

“Santiago está precioso”, declaró Feijóo saliendo de la junta del PP como si saliera de un mesón. Antes, en una de esas torres con las que Madrid hace su Manhattan de yogurtera, Casado decía que se iba con la conciencia tranquila y Ayuso pedía que se apartara a todos los que habían intentado destruirla. Casado habló como con un tiro de chicle en el pecho y mereció una ovación de pie, como el tenor de Tosca, pero Ayuso dejó caras largas y medios aplausos de discurso metepatas. Eso sí, luego Feijóo aseguró que “Ayuso es una persona honorable y no tenemos ninguna duda”. Se va vislumbrando este nuevo PP de la moderación y de la unidad, cuyas adulaciones matan, cuya confianza deja mal cuerpo, cuyas obviedades se niegan y cuyas decisiones se aplazan según las cabañuelas. “Santiago está precioso”, dijo cuando le volvieron a preguntar por lo suyo. A Feijóo le cuesta decir o decidir lo obvio, esperen a lo difícil. 

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