Tiene motivos el Partido Socialista para temer que Podemos acabe desintegrándose en medio de luchas internas y no llegue a las próximas elecciones generales en condiciones de repetir el esquema que ha proporcionado la minoría mayoritaria sobre la que Pedro Sánchez se aupó al poder desde enero de 2020.
Y tiene motivos porque la realidad es que Podemos ha perdido toda su fuerza como partido político y se desangra en los territorios con múltiples escisiones sin que el PSOE pueda hacer nada por evitarlo.
Es verdad que los votos que atraía Podemos cuando todavía su líder Pablo Iglesias parecía algo más que lo que finalmente demostró ser, eran votos mayoritariamente antisistema que, desde luego, la reciente trayectoria de la que se supone -y es mucho suponer- que va a ser la cabeza de lista del partido morado, Yolanda Díaz, no atrae.
Ya hemos dicho muchas veces que el destino político natural de la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo era el Partido Socialista porque ni su aspecto exterior, ni su talante, ni sus opiniones tienen nada que ver con las que exhiben Ione Belarra e Irene Montero, las que se supone que van a ser sus aliadas en la batalla electoral.
Haría falta un esfuerzo titánico para rearmar a una formación política desencuadernada
Pero es que fuera del Gobierno Podemos es ya menos que nada y haría falta un esfuerzo titánico por parte de algún líder, que en estos momentos no se vislumbra, para rearmar a una formación política desencuadernada.
La prueba de que la sóla idea de abandonar el Gobierno -con lo que supone de pérdidas económicas para los ministros y para la legión de partidarios nombrados a dedo en los distintos niveles de la Administración- les produce verdadero pánico, se produjo ayer lunes.
Una vez que las ministras Belarra y Montero se desahogaran defendiendo “la diplomacia de precisión, la altísima política”, dijo la de Igualdad como si tuviera la más remota idea de lo que es la “altísima política” y la infinita red de movimientos diplomáticos que se han efectuado para detener la agresión de Putin a Ucrania, una vez que se desahogaron, digo, encontraron la denominación perfecta para todos aquellos que no comulgan con su receta para conseguir la paz: los “partidos de la guerra”, los llamaron.
Pero, ay amigo, resultó demasiado fuerte que estas dos miembros -miembras habría que decir- del Gobierno se lanzaran a calificar a su socio en el Ejecutivo en esos términos tan insultantes. Porque la primera derivada de semejante nivel de discrepancia en un asunto trascendental para la cohesión de la Unión Europea y para el futuro del continente era la evidencia de que a partir de ese momento ambas deberían abandonar el Gobierno de inmediato.
Pero es que ahí fuera les espera la nada. Una nada que no se puede comparar ni remotamente con algo tan confortable y calentito como una cartera ministerial junto con una caterva de directoras generales y asesoras muy bien pagadas.
Belarra y Montero encontraron la denominación perfecta para todos aquellos que no comulgan con su receta para conseguir la paz: 'los partidos de guerra'
Solución: que la coportavoz de Podemos, Isabel Serra, salga y diga que no, que ellas no han llamado “partido de la guerra” al PSOE. Sólo se lo han llamado a los partidos de la derecha.
¿Por qué sólo a la derecha si ha sido el presidente del Gobierno quien ha decidido -acertadamente, hay que añadir- cambiar de criterio y enviar armas ofensivas a los ucranianos que están defendiendo cada palmo de su invadida tierra?
No hay respuesta a esa pregunta tan simple. Simple como la mentalidad de una formación política que se mueve por frases hechas y vacías y que piensa que no tiene necesidad de explicar sus posiciones porque con un par de mohínes todo está aclarado.
Pero la explicación a tal grado de frívola inconsistencia es la más ramplona: a estos que están contigo no les ajunto, como decían los niños antiguamente, pero a tí si te ajunto porque si me alejo de tu lado no me puedo tener de pie.
Ni más ni menos. No hay nada sólido detrás de Podemos. Ni siquiera delante porque cada vez resulta más evidente que si Yolanda Díaz se decide a encabezar una opción política con la que concurrir a las elecciones generales, el partido morado ocupará un puesto muy secundario en esa posible nueva formación.
Los socialistas temen no obtener los votos necesarios para repetir otra legislatura
Por eso el PSOE está preocupado, porque el socio de 2019 se les está quedando en nada y aún corre el riesgo de autodestruirse un poco más. Y sin un pacto del tipo del conseguido de emergencia en aquellos momentos inmediatamente posteriores a los comicios de noviembre de aquel año, los socialistas temen no obtener los votos necesarios para repetir otra legislatura.
De momento, el Gobierno aguanta y ha intentado salir del paso a base de quitar importancia a un asunto que la tiene y mucha: lo de llamar al PSOE “partido de la guerra” es irrelevante, dicen, con la vana esperanza de que alguien les crea.
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