Al igual que Polonia se ha transformado en una potencia en el este de Europa, y por tanto dentro de la Unión Europea, es importante también abordar la cuestión húngara como actor regional, fortalecida por la invasión rusa de Ucrania. Hungría es un país que está en los límites de la Unión Europea. Forma parte del llamado Grupo Visegrado o V4, junto con Polonia, Eslovaquia y República Checa. Los llamados autocríticos que piden una lenta integración europea, y que no se vulneren las soberanías parlamentarias nacionales. Pero, ¿qué tiene Hungría que la hace singular dentro de su propio bloque, como también en el conjunto de la Unión Europea?
El año 2010 marca un antes y un después en la política húngara. El Partido Socialista Húngaro se hunde estrepitosamente en las elecciones después de diferentes escándalos alrededor del entonces primer ministro Ferenc Gyurcsány. Y en esas elecciones el que ya había sido primer ministro y líder popular de Fidesz, Viktor Orban, junto con el Partido Popular Cristiano-Demócrata (KDNP) en coalición, gana por mayoría absoluta. Logró 263 de un total de 386 escaños.
Al año siguiente, se suprime la Constitución Política de 1949, que provenía del Partido Húngaro de los Trabajadores, posterior Partido Socialista de los Trabajadores Húngaros, y de la Hungría estalinista, aunque reformada en 1989. Se aprueba por dos tercios la nueva Constitución Política, cuyos escaños la facción gubernamental ya tenía, y en 2012 entra en vigor. Así pues, el Estado húngaro se convierte en imagen y semejanza de Fidesz-KDNP. La nueva Hungría dejó atrás cualquier rémora socialista y formuló un nuevo marco conservador.
Las diferentes reformas constitucionales han hecho que Hungría sea la única democracia iliberal donde el Estado tiene un papel central en la gestión del día a día
Las diferentes reformas constitucionales, o leyes desarrolladas, bajo el período de Orban, han hecho que Hungría sea la única democracia iliberal, donde el Estado tiene el papel central en la gestión del día a día. Sea a través de la judicialización de la esfera pública, el control de los medios de comunicación a través de decretos, o cualquier posicionamiento que vaya en contra de los valores cristianos.
Por este motivo defiende cierto autoritarismo, dentro del marco constitucional, y al mismo tiempo impulsa políticas tradicionalistas que buscan las raíces cristianas del país. En consecuencia, es hostil a cualquier tipo de inmigración que pueda alterar el orden social, cultural y religioso de Hungría. Como también lo es a cualquier acercamiento a las teorías feministas, de género o LGBT+, pues atentan contra la moral cristiana húngara. Todo esto ha hecho que dentro de la Unión Europea sus aliados más próximos fueran los partidos más de derechas. Pero a diferencia del PiS polaco, Orban ha ido más allá de la derecha de la propia UE. Ha establecido vínculos con Putin, Erdogan, Netanyahu y hasta con Xi Jinping.
Su principal visión no es solo que Hungría sea como lo era antes de la llegada de los comunistas en 1944, sino que además sea lo más autogestionada posible, y dependa lo mínimo del resto de países. Considera pues cualquier necesidad externa una pérdida de soberanía, y que por lo tanto para que no sea tal tiene que ser consensuada de manera bilateral. Esto ayuda a entender por qué Orban no se ha opuesto nunca a aquellas mociones o directivas europeas que se han de aprobar por unanimidad, pero sí critica como imposición aquellas que no lo tienen que hacer y sus europarlamentarios votan en contra. Rechaza que lo que sucede en Hungría se decida fuera.
En este contexto se entiende que Hungría y China mantengan una muy buena amistad. El gobierno de Orban fue el primero en reconocer la vacuna china contra la COVID-19 como válida y el primero que propuso que China abriera escuelas primarias, secundarias y hasta universidades. Hay cinco centros culturales Confucio en territorio húngaro, y en 13 facultades enseñan húngaro en China. Además, empresas chinas han establecido sus sedes europeas en Hungría, entre ellas Huawei. Existe desde el año pasado un ferrocarril que comunica Zhejiang con Budapest. Se respeta la máxima de no intervención en la política doméstica.
Por un lado, tenemos su Constitución Política, hecha a medida por la coalición gobernante. Por otro, el conservadurismo social que impulsa no le impide tejer alianzas con una contraposición como es la República Popular de China.
Hay un tercer factor que la hace singular: la influencia rusa. La diplomacia húngara ha jugado muy bien sus cartas, y ahora con la invasión rusa de Ucrania se ve cómo Orban se ha desmarcado de sus supuestos aliados políticos, Salvini y Le Pen. Antes de cualquier acusación contra él de simpatizar o ser amigo personal de Vladimir Putin, Fidesz se sumó a las sanciones de la Unión Europea sin matices. Y él personalmente después estableció cuales serían los siguientes pasos que tomaría Hungría al respecto.
La posición de China en el Consejo de Seguridad de la ONU, equidistante pero crítica con la vulneración de la soberanía nacional ucraniana, ha servido a Orban para justificar sus planteamientos
El hecho de la dependencia energética de Rusia y la falta de alternativas, como también que otros países hayan tomado posiciones similares en cuanto a la agresividad antirrusa, como Francia o Alemania, ha ayudado a Orban. La posición de China en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, equidistante pero crítica con la vulneración de la soberanía nacional ucraniana, y al mismo tiempo crítico con quien infravaloraba al Kremlin, le ha servido también como justificante de sus planteamientos.
En conclusión, la singularidad de Hungría dentro de la Unión Europea, de Europa y de su propio bloque, el grupo Visegrado, han hecho del país un cruce de caminos. Aunque en un momento quería hacer de Budapest un polo ideológico, fue Varsovia quien finalmente lo consiguió. Y aunque su gobierno actual, y desde hace 12 años, es cristiano conservador, esto no ha sido impedimento para hacer de figura de consenso entre la Unión Europea y Turquía, la Unión Europea y China, o la Unión Europea y Rusia. Además, todas sus leyes tienen como límite lo que el propio partido estableció en 2011.
El 3 de abril hay elecciones, y algunos creen que la coalición opositora, formada por casi todos los partidos de la oposición, dará la sorpresa y derrotará a Orban. Otros son más escépticos y creen que si el primer ministro vuelve a ganar toda la oposición quedará hecha añicos. El hecho que antiguos neofascistas, liberales, socialistas, socialdemócratas, verdes y centristas se hayan unido hace que sea a cara o cruz si miramos la tendencia de las encuestas. O Orban, o el resto. O la singularidad húngara sigue o termina.
Guillem Pursals es politólogo, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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