Los presidentes autonómicos, en fila y a pie, parecía que iban a pedir a la ermita del santo, o sea de Sánchez. Estas conferencias de presidentes no sabe uno muy bien para qué sirven, salvo para que Sánchez tenga esta cola de peticionarios al relente esperando para rogarle por la cadera, el lunar, la escrófula, el ternero o la cosecha. Yo creo que esto funciona mucho mejor como besapié de cristo de viejas, con beso de boquera y sacristán con pañuelito, que como manera efectiva de debatir o decidir algo entre Gobierno y autonomías. Pero es una manera de hacer visible la corte celestial de Sánchez, que se traslada a castillos, a conventos o a Gólgotas como éste de La Palma con toda una pompa medieval, milagrera, ebanista y casullera. Luego, eso sí, Sánchez se limita a pedir “unidad” como el cura pide fe.
Ya dijimos que Sánchez tenía un manual para el fin del mundo y ahí estaba, aplicándolo en La Palma, isla que se ha quedado como en otro suvenir del apocalipsis en la Moncloa, con más simbolismo que soluciones. Esta conferencia era sobre la crisis de la guerra de Ucrania pero podría haber sido sobre el virus, o sobre ese mismo volcán que ahora parece convertido en un quimono de dragón a los pies del presidente, o sobre la caída de un meteorito, que será lo próximo. “La isla ha sido ejemplo de unidad ante la erupción volcánica. Esa unidad debe inspirarnos también con la situación que vivimos en Ucrania”: esto era lo que destacaba en Twitter el propio presidente. Habrá a quien Ucrania le haga pensar en el sufrimiento, la muerte, la destrucción, el hambre, el frío, el exilio, la ruina, los precios, un fin del mundo de borrachera de cosaco incluso, pero a Sánchez lo primero que se le viene a la cabeza es la unidad.
Sánchez ha llevado a sus presidentes peticionarios o penitentes a La Palma, arrasada por una media luna de ceniza como en un eclipse, para que la desgracia aún presente, esculturizada, otorgue pesantez de catástrofe a sus frases. Me refiero a que si Sánchez declara que “hay que dejar de lado el partidismo en el reparto de fondos europeos”, como ha hecho en esta conferencia, lo normal sería pensar que está en su colchón de plumas monclovita, o pensando en él, no preocupado por Ucrania ni por Europa ni por nosotros. Decirlo en la cenicienta isla, con sus cenicientos presidentes de cola de Miércoles de Ceniza, quizá es la única manera de que coloquemos a Sánchez en el mismo mundo crepuscular que vivimos los demás, en el mismo fin del mundo. Allí, en La Palma, hasta parece que, si no le hacemos caso, va a volver a temblar el volcán con sus rugidos de King Kong.
Sánchez viene a decir en estas conferencias de presidentes, conferencias cartujas o conferencias romeras, más o menos lo mismo que dice siempre en su escaño de azul ultramarino o en sus entrevistas de pinacoteca
Sánchez viene a decir en estas conferencias de presidentes, conferencias cartujas o conferencias romeras, más o menos lo mismo que dice siempre en su escaño de azul ultramarino o en sus entrevistas de pinacoteca: que si le llevamos la contraria se traiciona a España, se envalentona el virus, se fastidia la recuperación, se abre la tierra, e incluso llega Putin montado en su bomba como Pierre Nodoyuna en su auto loco. O todos los problemas y hasta todos los apocalipsis que van llegando se solucionan igual, no llevándole la contraria a Sánchez, o resulta que a nuestro presidente lo único que le importa es que no le lleven la contraria, o que sólo se la lleve él mismo, quiero decir. En cualquier caso, este formato de la corte itinerante o de la reliquia itinerante aporta a su infalibilidad cierto teatrillo de profesión de fe, con creyentes pidiéndole salvación y herejes descubriéndose en la blasfemia. O sea, que a cada fin del mundo le toca un Juicio Final con Sánchez abriendo barrocamente, si no los cielos, sí las cúpulas de los conventos y los salones en los que se celebran estas conferencias. Para eso, para hacerle la cúpula a Sánchez, sirven estos paripés.
Ante los presidentes autonómicos con zurrón de pastorcillo o sombra de Judas y el tiempo de un villancico para hablar, Sánchez sólo deja, aparte de su infalibilidad (de su sospechosa necesidad y urgencia de infalibilidad), vaguedades e hisopazos, como eso de prometer una bajada de impuestos que no ha concretado. Pero los milagros no se concretan, ni se adelantan, hay que concederlos según se atiende a la cola de peregrinos. Los santos milagreros, con milagro de mover la mano de madera siquiera, no tienen programa de gobierno. Ayuso, una infiel entre las viejas que dejan la boquera sobre el empeine dorado, pidió que la milmillonada destinada a la igualdad transversal se dedique a ayudas para las familias ante la subida de los precios, y el Gobierno ha tachado la petición de “frívola”. La frivolidad de la guerra frente a la necesidad del feminismo transversal. La frivolidad de la ruina frente a la necesidad de la “unidad”. La frivolidad de la vida frente a la necesidad de la fe. Esta conferencia movilizó arcángeles en avión, presidentes ovejeros, herejes apóstatas y hasta al Rey, con su lenta y rodante presencia obispal. El que nunca se va mover (nunca se movió un santo, por mucho que se le rezara) es Sánchez.
Los presidentes autonómicos, en fila y a pie, parecía que iban a pedir a la ermita del santo, o sea de Sánchez. Estas conferencias de presidentes no sabe uno muy bien para qué sirven, salvo para que Sánchez tenga esta cola de peticionarios al relente esperando para rogarle por la cadera, el lunar, la escrófula, el ternero o la cosecha. Yo creo que esto funciona mucho mejor como besapié de cristo de viejas, con beso de boquera y sacristán con pañuelito, que como manera efectiva de debatir o decidir algo entre Gobierno y autonomías. Pero es una manera de hacer visible la corte celestial de Sánchez, que se traslada a castillos, a conventos o a Gólgotas como éste de La Palma con toda una pompa medieval, milagrera, ebanista y casullera. Luego, eso sí, Sánchez se limita a pedir “unidad” como el cura pide fe.
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