A menos que el PP y el PSOE  decidieran de repente que había llegado la hora de rescatar el bipartidismo imperfecto con el que un partido y el otro se han ido turnando en el poder apoyándose, eso sí, en los partidos nacionalistas vasco y catalán cuando no lograban la mayoría absoluta en las elecciones generales, es muy poco probable que con la llegada de Alberto Núñez Feijóo se vaya a inaugurar la era de los pactos de Estado engarzando uno con otro sin solución de continuidad.

Eso no quiere decir que no vayamos a asistir a la instauración de un nuevo clima político, hijo de las muy inquietantes circunstancias internacionales del momento e hijo también del talante del futuro nuevo presidente del PP.

Por lo tanto, es muy probable que ambos partidos lleguen a un acuerdo en lo que respecta a la renovación del Consejo del Poder Judicial siempre que el PSOE se comprometa a aceptar que el sistema de elección del CGPJ se haya modificado de acuerdo con lo realmente establecido por la Constitución y con  lo reclamado por la Comisión Europea y el Consejo de Europa. Si no hay ese compromiso me parece dudoso que Feijóo aceptara la renovación del órgano de gobierno de los jueces.

Desde luego, si se consigue ese pacto, sería una señal tranquilizadora para quienes clamamos desde hace mucho tiempo por la necesidad de que los partidos de gobierno -y no hay más que dos- encuentren un espacio común en el que acordar las cuestiones del Estado que deben estar fuera de la controversia partidista.

La política exterior de España es una de ellas y últimamente hemos tenido ejemplos sobrados de que ni siquiera en ese campo que exige la continuidad de la acción de un Estado los grandes partidos hayan estado a la altura exigible.

El acuerdo en el respeto a la independencia judicial y a la separación de poderes es otro de los asuntos en los que es obligada la continuidad y sería una muy buena noticia un pacto en ese sentido. Ese es un acuerdo que podría alcanzarse más pronto que tarde y sería un buen comienzo para la andadura del presidente gallego.

Ahora bien, pensar y además decir, como se ha dicho ayer, que Alberto Núñez Feijóo "ha arrancado el compromiso del presidente del Gobierno de acometer una reducción" de determinados impuestos es mucho decir y es atribuirle al todavía presidente de Galicia unos poderes taumatúrgicos que, la verdad, no consta de momento que posea.

La decisión, anunciada de una manera genérica e inconcreta por Pedro Sánchez, no es hija de ningún milagro de conversión del presidente del Gobierno ante la sola presencia del futuro presidente del PP ni fruto de la presión de los presidentes autonómicos el domingo pasado en la isla de La Palma, sino hija de la más cruda y perentoria necesidad.

Lo que el Gobierno va a hacer no es ni más ni menos que seguir la senda que ya han iniciado o están a punto de iniciar el resto de países de nuestro entorno ante el panorama que está desplegado ante nosotros de subida brutal del gas y la electricidad, de una inflación creciente que no va a ser ni mucho menos temporal y ante el incremento de los precios en el suministro de materiales y de productos básicos para la supervivencia de la producción y del consumo nacionales.

Lo que el Gobierno va a hacer no es ni más ni menos que seguir la senda que ya han iniciado el resto de países

Por lo tanto, no se busquen ahí trazas de un pacto de Estado de bajada de impuestos porque no tiene ninguna relación con lo que acabe decidiendo el Gobierno de Pedro Sánchez.

El compromiso de que gobierne la lista más votada, que ha propuesto Feijóo, no es probable que se logre pero hay que decir que ese principio se mantuvo incólume hasta 1996 cuando Felipe González no movió ficha -y podía haberlo hecho- para arrebatarle a José María Aznar el gobierno, dado que éste no había logrado más que 156 escaños, muy lejos de la mayoría absoluta. González esperó a ver si Aznar lograba el apoyo de la Convergencia i Unió de Jordi Pujol y del PNV de Xavier Arzalluz. Los consiguió y con esos apoyos gobernó.

Lo que quiero decir es que la regla según la cual es el partido mayoritario el que debe formar gobierno se respetó hasta entonces pero únicamente para las elecciones generales y para el gobierno de España. Pero nunca se respetó para las elecciones autonómicas y mucho menos para las municipales. Recuérdese la cara de pasmo que se le quedó a Artur Mas, por dos veces además, cuando primero Pasqual Maragall y luego José Montilla le birlaron el gobierno a base de montar sendo tripartitos.

Y por lo que se refiere a las elecciones municipales, desde los primerísimos pasos de la democracia esa regla fue incumplida plena y continuadamente: en abril de 1979 esas elecciones fueron ganadas de largo por el partido entonces en el gobierno de España, la UCD. En segundo lugar, pero muy por detrás, aparecía el PSOE, con algo más de un tercio de los concejales conseguidos por el partido de centro. Pues se hizo un pacto PSOE-IU por el que gobernaron las principales ciudades españolas alcaldes de izquierdas. El socialista Enrique Tierno Galván en Madrid y el comunista Julio Anguita en Córdoba fueron míticos alcaldes de esa época.

No es, en consecuencia, probable que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo alcancen ese acuerdo que ya ha sido puesto sobre la mesa en numerosas ocasiones y siempre sin éxito.

Por lo que se refiere a incremento del presupuesto de Defensa que la OTAN lleva años reclamando a Europa, y a España entre ellos, el presidente del Gobierno anunció anoche que al final de esta legislatura España alcanzará el 2%, lo cual indica que las circunstancias actuales están llegando a ser tan dramáticas que ya no haya más remedio que echar el resto. 

Pero si se produjera ese incremento tan sustancial del gasto en Defensa, eso sí que tendría que ser como fruto de un pacto de Estado con el Partido Popular. Este es un capítulo que requeriría el acuerdo y el apoyo del otro gran partido de gobierno porque, desde luego, contaría con la férrea oposición de los actuales socios del Gobierno, incluidos todos los que le han sostenido parlamentariamente durante lo que llevamos de legislatura. Veremos si ese compromiso se acaba cumpliendo.

Lo que pretendo decir es que Alberto Núñez Feijóo puede enderezar la marcha de su partido, alcanzar algún -alguno, no múltiples- acuerdo de Estado con el PSOE y conseguir mejorar sus actuales resultados según los sondeos. Pero no puede hacer milagros ni puede caminar sobre las aguas por la sencilla razón de que no es el Mesías.

Bastante ha hecho con conseguir que el Partido Popular Europeo acuda con su más alta representación al congreso del PP que se va a celebrar en Sevilla y que deje en nada el inoportuno reproche que un Donald Tusk, sin duda influido por el lastimero relato de Pablo Casado sobre su expulsión de la presidencia del PP, hizo al acuerdo de gobierno PP-Vox en Castilla y León y que dejaba a Núñez Feijóo en una posición muy desairada. 

Las cosas se han enderezado, finalmente el flamante presidente del PP se verá arropado por la plana mayor del PP europeo y el desdichado episodio de Donald Tusk quedará olvidado. Será para él un buen comienzo ante una travesía que se anuncia complicada.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, afirma en esta segunda y última parte de la entrevista con El Independiente que […]