El Gobierno, o sea la izquierda, acaba de descubrir la huelga y el piquete, pero todavía no sabe cómo llamarlo y de momento le ha puesto un nombre como de cohete experimental: boicot. La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, ha salido muy delicada y espantada, como si fuera María Antonieta con pluma de pavo real, a quejarse por esta nueva cosa revolucionaria de los transportistas, “esta acción minoritaria” que “está boicoteando al resto de trabajadores”. Ha llamado a los boicoteadores “ultraderechistas”, quizá porque conducen por la derecha y se han pasado. Yo la verdad es que le veo bastante futuro a esta movida, o sea a eso de que los trabajadores se nieguen a trabajar y exijan cosas, por ejemplo poder comer. Vaticino que, de generalizarse esta moda ultraderechista, podrían caer señoritos, caciques, imperios, dinastías, incluso altas cabezas aristocráticas con su peluca en forma de magdalena de desayuno funcionarial. El caos, el sindiós, la anarquía en suma.
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