La Historia ha vuelto a repetirse, parece mentira, y en ambos casos reproduce la humillante claudicación de España ante las presiones del rey de Marruecos. De nuevo una España atemorizada, dubitativa, débil y cobarde traiciona sus compromisos con un territorio en el norte de África que desde el siglo XIX hasta 1975 se llamó Sáhara español y que desde 1958 había pasado a recibir una consideración administrativa similar a la de una provincia española.
Es más, desde 1963 hasta la muerte de Franco en 1975 dos procuradores de origen saharaui, fácilmente identificables en las fotografías de la época por su vestimenta tradicional, asistían en su calidad de procuradores a las sesiones de las Cortes franquistas.
Lo que ha hecho el Gobierno de Pedro Sánchez es agachar la cabeza y darse por vencido ante las continuas extorsiones de Marruecos, que lleva 47 años buscando lo que por fin ha logrado: que España le entregue en bandeja el reconocimiento de que el Sáhara es suyo.
Y lo ha hecho además de tapadillo. Ayer viernes por la tarde nos enterábamos de la rendición española no porque el Gobierno haya tenido a bien informar de su decisión a la ciudadanía sino por una noticia procedente de Marruecos en la que se daba cuenta de una carta del presidente del Gobierno español al rey Mohamed VI en la que acepta y da su apoyo a la propuesta de Rabat de otorgar la autonomía al Sáhara Occidental.
Esto lo ha decidido Pedro Sánchez por la puerta de atrás y con la intención de que los españoles no nos enteráramos de este incumplimiento súbito de las obligaciones internacionales de nuestro país, nunca suspendidas como responsable último de este territorio.
Lo hemos sabido solamente porque Marruecos se ha apresurado a hacer pública esa carta en la que el presidente español le cede en la práctica la soberanía del Sáhara al rey Mohamed VI sabiendo como sabemos todos que el término "autonomía" referido al régimen marroquí nada tiene que ver con lo que en España entendemos por un sistema autonómico.
Seguramente, Pedro Sánchez y su ministro Manuel Albares, que tuvo que comparecer aprisa y corriendo ayer ya entrada la tarde en rueda de prensa para decir que semejante decisión va a "garantizar la estabilidad, la soberanía, la integridad territorial y la prosperidad de nuestros países", esperaban poder administrar esta delicadísima información con tiempo y acompañarla de una cierta estrategia de comunicación que impidiera que sucediera lo que al final ha sucedido: que nos ha estallado en la cara súbitamente y sin que ni siquiera los mejores conocedores de las relaciones hispano-marroquíes tuvieran la menor noticia de lo que se avecinaba.
Habría sido altamente recomendable que el gobierno argelino hubiera estado al menos informado respecto de esta tan espinosa como energéticamente peligrosa decisión"
¿Ha informado el presidente Sánchez o su ministro de Asuntos Exteriores a Argelia de la decisión adoptada o se ha comportado como lo ha hecho con los ciudadanos españoles? Porque hay que recordar que un Sáhara independiente es la opción apoyada desde 1975 y aun antes por el régimen argelino, que siempre ha respaldado las reivindicaciones del Frente Polisario y que de ninguna manera acepta que el Sáhara Occidental pase a estar bajo dominio de Marruecos, un país con el que Argelia está gravemente enfrentado desde hace años.
Y dado que Argelia es uno de nuestros grandes suministradores de gas, habría sido altamente recomendable que el gobierno argelino hubiera estado al menos informado de las intenciones del presidente español respecto de esta tan espinosa como energéticamente peligrosa decisión.
Veremos cómo reacciona el gobierno de Argel ante esta noticia. Porque esto, si supone una bomba para los españoles, no lo va a ser menos para los argelinos. Con un agravante: del mismo modo que Argelia cerró en octubre pasado el gasoducto Magreb-Europa (GME), que pasaba por Marruecos, rescisión confirmada por el presidente argelino como represalia ante las "prácticas hostiles" de Rabat contra Argel y advirtió taxativamente al Gobierno español que "ni una sola molécula de gas argelino a España debe destinarse a Marruecos", ahora podría reaccionar cortando el suministro de gas a nuestro país.
Esto lo ha hecho el Gobierno no solamente en contra de lo establecido por el Comité Especial de las Naciones Unidas, que considera ese territorio como una colonia pendiente de resolver definitivamente su estatus, sino sin informar de este giro trascendental al Parlamento español, sin compartir su propósito ni por supuesto pactar este cambio trascendental de la posición española con el principal partido de la oposición, sea con el presidente saliente, sea con el entrante y, en términos generales, sin encomendarse a Dios ni al Diablo. Como si la política exterior de nuestro país no fuera una esencial cuestión de Estado que exige que todos los gobiernos, sean del partido que sean, compartan sus líneas esenciales. Y ésta lo es.
Este es un conflicto que viene de muy lejos. Hay que recordar que en septiembre de 1973, es decir, en la Prehistoria, el general Franco envió a la Yemaa -la asamblea de notables saharauis y el órgano representativo que canalizaba la organización y las necesidades del Sáhara hacia la Administración española- una carta de su puño y letra en la que garantizaba al pueblo saharaui el reconocimiento de su derecho a la libre autodeterminación en la que se proponían unas bases para la elaboración de un Estatuto de Autonomía que reconociera a ese pueblo como único propietario de sus abundantísimos recursos naturales -yacimientos de fosfatos, y de hierro, unos ricos fondos pesqueros y aguas subterráneas- y del disfrute de sus beneficios.
El estatuto que proponía Franco sería aplicado como medida intermedia mientras la población tomaba la definitiva decisión de optar o no en el futuro por su autodeterminación.
Esto lo ha decidido Pedro Sánchez por la puerta de atrás y con la intención de que los españoles no nos enteráramos de este incumplimiento súbito de las obligaciones internacionales de nuestro país"
La Yemaa aceptó unánimemente la propuesta de Franco y el proyecto de estatuto de autonomía del Sáhara quedó listo para su aprobación en la primavera de 1974. Pero entonces empezaron los problemas: la tromboflebitis y la hemorragia gástrica que estuvieron a punto de acabar con la vida de Franco en julio de 1974 acabaron también con la del Estatuto de Autonomía para el Sáhara.
El vacío que se abría entonces ante la clase dirigente de la época ante la perspectiva de la muerte de Franco - aún pasarían casi 18 meses antes de que eso fuera un hecho- paralizó todas las acciones políticas, especialmente las que tenían una cierta envergadura, como era el caso.
Después de aquel intento, la historia es conocida: enterado el rey Hassan II de Marruecos, padre del actual monarca Mohamed VI, de las intenciones del jefe del Estado español, se esforzó intensamente por impedir a cualquier precio que España cumpliera con el compromiso adquirido ante la población saharaui porque, a pesar de que el Sáhara nunca fue territorio marroquí, Marruecos no quiso nunca de ninguna manera que fuera independiente.
Desde entonces el rey inició gestiones diplomáticas ante la ONU para tratar de retrasar todo el proceso. Pero además preparó concienzudamente una concentración creciente de tropas en el sur del país y puso las bases de lo que un año más tarde sería conocida como la Marcha Verde.
Sabedor de que Franco estaba en los últimos momentos de su vida, Hasan II estaba decidido a impedir la autodeterminación del territorio y a forzar a España a que cediera a su pretensión y se lo acabara entregando.
Y, como ahora ha hecho su hijo con idéntico propósito permitiendo los asaltos constantes a la valla de Melilla y la llegada masiva de miles de jóvenes y niños a las playas de Ceuta, el padre del actual rey concentró a cientos de miles de marroquíes, civiles y desarmados, para que se adentraran en la zona española cantando y exhibiendo libros sagrados y las banderas de su país.
El Ejército español se preparó para defender el territorio pero en Madrid el gobierno, asustado ante la perspectiva de la muerte inminente de Franco , temeroso ante el futuro inmediato y con un presidente débil, lo último que deseaba era una confrontación bélica con Marruecos. Y se ofreció a negociar.
En ese ínterin, el secretario general de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim, que llegó a venir a España para tratar del asunto del Sáhara con el entonces presidente del gobierno español, Carlos Arias Navarro, elaboró incluso un plan para que la ONU se hiciera cargo de la administración temporal del territorio en cuanto España se retirara de allí.
Cuarenta y siete años más tarde un gobierno español declara la cesión de su responsabilidad y deposita definitivamente el antiguo Sáhara español en manos de Marruecos"
Marruecos, entonces como ahora, gozaba de toda la protección por parte de Estados Unidos, a cuyo gobierno no le interesaba ni remotamente, igual que como sucede hoy, permitir un proceso de autodeterminación del Sáhara que acabara echando en manos de Argelia a un hipotético nuevo gobierno independiente de la República Saharaui.
Lo que llevó a cabo Hassan II con su Marcha Verde sobre una España que tenía agonizando a Franco y que se asomaba con vértigo a la incógnita de un cambio de régimen, fue un ultimátum, aplicado con precisión de relojero sobre un país sumido en la incertidumbre y presidido por un gobierno aterrorizado ante el futuro.
Y aquel gobierno cedió, como ha cedido éste porque, aunque las circunstancias de hoy son muy distintas a las de entonces, el chantaje y la amenaza de desestabilización del país por parte de Marruecos son muy similares.
El resultado es conocido: el 14 de noviembre de 1975, seis días antes de que Franco muriera en el Hospital de la Paz y España empezara a iniciar poco a poco un camino todavía muy incierto hacia la democracia, se firmaba en Madrid una declaración tripartita -España, Marruecos y Mauritania- por la que España entregaba la administración del Sáhara a Marruecos y Mauritania y se establecía que el fin de la presencia española en el territorio tendría lugar antes del 28 de febrero de 1976.
El gobierno español de entonces intentó incluir una cláusula según la cual el rey de Marruecos mantenía el compromiso de celebrar el referéndum de autodeterminación en el Sáhara. Marruecos se negó en redondo a aceptar ese punto. En su lugar se dijo que "se respetará la opinión de la población saharaui expresada a través de la Yemaa". Con el pequeño detalle de que para entonces la Yemaa ya no era más que un espectro en vías de extinción.
Cuarenta y siete años más tarde un gobierno español declara la cesión de su responsabilidad y deposita definitivamente el antiguo Sáhara español en manos de Marruecos. La partida ha terminado. España ha vuelto a asumir por segunda vez una humillante, pero esta vez definitiva, claudicación.
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