¿Cuál es la razón por la que ninguno de los ministerios implicados en esta crisis del transporte, del sector alimentario, del sector automovilístico, de acerías, de papeleras y de grandes industrias haya sido incapaz de dar una sola respuesta concreta a las demandas de todos los afectados por esta parálisis de la vida económica española?
Me temo que tiene que ver con la esperanza de Pedro Sánchez de traer todo resuelto y todas las medidas aprobadas en el Consejo Europeo que se va a celebrar en Bruselas mañana y pasado mañana pero que el presidente no tendrá a bien comunicar a la población hasta el martes siguiente, día 29 de marzo.
Sin embargo, puede que de la reunión del Consejo Europeo Sánchez se venga con el chasco de que no se ha aprobado su apuesta principal, que es la de desligar el precio del gas del del suministro eléctrico.
Para conseguir un acuerdo sobre ese punto es para lo que lleva haciendo la tournée europea y entrevistándose con los presidentes de gobierno de todos los países que pueden tener interés en la fórmula que él propone. El problema es que el canciller alemán Olaf Scholz no está interesado en la idea del mismo modo que tampoco lo está Mark Rutte, el primer ministro holandés. De modo que no está nada claro que el español tenga éxito en su apuesta.
Sánchez no puede tener paralizado a todo el Gobierno sin tomar ni una sola medida porque la situación del país no lo permite
Pero lo tenga o no lo tenga, el señor Sánchez no puede tener paralizado a todo el Gobierno sin tomar ni una sola medida porque la situación del país no lo permite. Es que llevamos así más de 10 días y las tensiones no han hecho más que incrementarse. Las cosas sólo han ido a peor mientras los ministros no saben qué hacer o sencillamente no se atreven a enfrentarse de cara al problema esperando a que regrese Sánchez de Bruselas y les ponga los deberes.
Ya desde el comienzo de la huelga de los autónomos, el lunes 14, se vio que el Gobierno no tenía nada que decir ni que ofrecer a sus reclamaciones ni a ningún problema derivado del incremento de los costes de los carburantes y de materias primas.
Dos días más tarde una delegación de alto copete -las tres vicepresidentas y el ministro de la Presidencia- se reunió con representantes del grupo parlamentario popular para acordar las medidas que habrían de estar incluidas en el decreto-ley que el Gobierno iba a aprobar el 29 de marzo.
Y allí ya quedó claro que no tenían ni la más remota idea de lo que iban a hacer porque el Gobierno no puso ese día sobre la mesa ni una sóla medida concreta. Ni una. Los conductores de camiones ya llevaban dos días de huelga.
Lo único que supimos enseguida es que la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, en una demostración de torpeza y de incapacidad negociadora insuperables, declaró que con los huelguistas no iba a hablar porque no eran representativos del sector y además porque eran la ultraderecha.
Un argumento éste que la portavoz del Gobierno y otros miembros del Partido Socialista intentaron diseminar por todas partes para ver si alguien les compraba la mercancía de la descalificación ideológica y con ello vencer a los huelguistas. Naturalmente, el intento fracasó estrepitosamente además de irritar enormemente a los camioneros y empujarles a enrocarse aún más en sus reivindicaciones.
Y, según han ido pasando los días, más transportistas se han ido sumando al paro, incluida Fenadismer, una de las patronales que se sentaban a la Mesa de negociación con la ministra y que, en vista de la inconcreción de las medidas propuestas por el Gobierno, ha dado vía libre a sus asociados para sumarse al paro de sus compañeros. Y como ella, otras patronales se han pasado al lado de las protestas.
Las reivindicaciones de los transportistas abarcan muchas otras cuestiones que la ministra ni ha mencionado
Raquel Sánchez ha ofrecido una partida de 500 millones para paliar la subida del combustible. Pero no ha dicho en qué se iba a traducir esa ayuda, ni cómo se iba a distribuir ni en función de qué criterios. La ministra de Tansportes dió la impresión de que creía que poniendo el fajo de billetes sobre la mesa, todos se aquietarían.
Un tosco error de principante porque, además de estar pésimamente planteada esa ayuda, sin concreción de ninguna clase, las reivindicaciones de los transportistas abarcan muchas otras cuestiones que la ministra ni ha mencionado ni ha tenido en cuenta. Se ha empeñado en no negociar con quienes debería hacerlo. No ha entendido la dimensión del problema y la bola de nieve crece y crece sin que el Gobierno todavía haya movido un dedo para parar su deriva.
Los transportistas están en huelga; los agricultores y ganaderos han salido a la calle porque con el incremento de los precios del combustible, de los piensos, de las semillas, de los fertilizantes están trabajando a pérdidas; los pescadores tienen sus barcos amarrado a puerto; los taxistas, los conductores de vehículos de alquiler, de ambulancias y de autobuses de transporte no regular también se manifestarán en Madrid en protesta por el alza de los precios del combustible; muchas factorías están parando y las cadenas de suministro advierten de que estamos ante "un problema de Estado con un impacto sobre la economía y los ciudadanos que no admite demora" y reclaman por eso"una intervención urgente del Gobierno". Silencio. Nada.
Esto, que es un auténtico levantamiento social se le ha ido de las manos al Ejecutivo que sigue quieto y mudo esperando a Godot. Pero es que Godot, como casi todos sabemos, nunca llegó. Godot es en este caso el presidente del Gobierno Pedro Sánchez que tiene que haber dado la orden a todo el equipo gubernamental de "todos quieto hasta que yo lo diga".
Es decir, hasta que yo vuelva del Monte Sinaí con los Diez Mandamientos en la mano. El problema es que llega tarde, muy tarde, porque el daño a nuestra economía está ya hecho.
¿No han aprendido nada o es que lo ignoran todo?
Lo sorprendente, y también lo irritante, es que el Partido Socialista ya ha pasado antes por esto. En 2008, siendo presidente José Luis Rodríguez Zapatero, ministra de Fomento -lo que ahora se llama Transportes- Magdalena Álvarez, ministro de Trabajo Celestino Corbacho y ministro de Economía Pedro Solbes, hubo una huelga de transportes convocada por las asocaciones de autónomos del sector y no apoyada por la patronal en protesta por el precio de los combustibles y que se mantuvo siete días.
Las consecuencias de ese paro en el tejido productivo nacional fueron enormemente dañinas. Seat, Renault y Mercedes Benz suspendieron su actividad, en Cataluña se llegó a un desabastecimiento de gasolina en el 80% de las estaciones; hubo piquetes y hubo incluso un muerto de uno de los componentes de un piquete que intentó impedir que un camión que estaba en contra de la huelga saliera a trabajar.
Entonces ¿a qué esperan el presidente y sus ministros? ¿Es que no han aprendido nada o es que lo ignoran todo?
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