España se para con su carretón de pueblo, España se derrama en su cántaro de lechera, España se seca de su cerveza goda, mientras el Gobierno dice que todo es culpa de una ultraderecha de estampa jotera y la ministra de Transportes tartamudea como en un chiste de Arévalo. Después de más de una semana de huelga, o de paro patronal según esos académicos de sindicato con voluta en la manga arremangada, o de boicot según el sotanillo de propaganda de la Moncloa, más de una semana de jaleo y cabreo en todo caso, el Gobierno no sólo no consigue articular ninguna solución sino que casi ni articula palabra. Quisieron vender un acuerdo al peso, 500 millones que se traducen en unos 4 céntimos por litro de combustible, y sólo consiguieron que se sumaran más organizaciones de transportistas y que Raquel Sánchez pareciera un hámster armiñado atrapado en una noria de circunloquios.
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