La última declaración de España sobre la primacía de la autonomía sobre la autodeterminación constituye una triple ruptura en su posición sobre la cuestión saharaui y en la arquitectura de sus relaciones con el norte de África. La primera ruptura representa el fin del consenso social y político interno formado durante 47 años sobre la responsabilidad histórica de la España franquista en el abandono de Sakia el Hamra y el Río de Oro y el compromiso de España resultante de la transición de apoyar la autodeterminación del pueblo saharaui sin favorecer ni la autonomía ni la independencia sino un acuerdo entre Marruecos y el Polisario en el marco de la ONU. Incluso había dedicado sus buenos oficios a favor de soluciones negociadas considerando con razón que la historia lo predisponía más que Francia, Estados Unidos o Alemania a este ejercicio de intermediación entre Marruecos y el Polisario.
La segunda ruptura se produjo en 2008 con José Luis Rodríguez Zapatero, quien se alineó con Francia, el autor material del plan de autonomía de 2007. Se había sumado a este proceso sin lograr, sin embargo, convencer ni a la clase política española ni a los saharauis, ni resistir a la oposición de cientos de comités de apoyo al pueblo saharaui, especialmente activos en los municipios socialistas.
España eleva el chantaje migratorio al nivel de arma diplomática preferente en las relaciones entre los Estados
España, a costa de romper con su posición tradicional, suscribe hoy un seguro por parte de Marruecos para garantizar la soberanía territorial de Ceuta y Melilla, elevando así el chantaje de los flujos migratorios organizados y el desamparo humano, al nivel de arma diplomática preferente en las relaciones entre los Estados. Se trata de una apuesta arriesgada ya que ninguna entidad en el mundo es capaz de contener realmente el flujo de emigración económica en África.
Argelia, que cabe recordarlo, comparte siete fronteras comunes en África y acoge diariamente y desde hace diez años, más inmigrantes subsaharianos que todo el Magreb y toda Europa juntos, nunca se ha planteado realizar operaciones de esta naturaleza siendo totalmente contrarias a su ética y a su doctrina diplomática.
La tercera ruptura afecta al equilibrio de intereses diplomáticos que influirá de forma permanente y cualitativa en las relaciones argelino-españolas marcadas por la confianza y la consideración mutuas. Al adoptar esta última posición, España, hasta ahora escuchada, consultada y respetada por todas las partes de la región, está optando por perder su condición histórica como eje en la búsqueda de una solución justa y duradera al conflicto del Sáhara para convertirse en una parte interesada y alineada. De esta manera pierde el peso que le confiere la historia y las ventajas de la neutralidad activa en una región que, junto con América Latina y Europa, representa uno de los pilares de su influencia internacional.
España ha optado por perder su condición histórica como eje de búsqueda de una solución justa y duradera en el Sáhara
La decisión del jefe de Gobierno español, Pedro Sánchez, tanto como la jugada atrevida de Trump o el alineamiento incondicional de Francia con las tesis marroquíes, no cambiarán en lo fundamental el fondo de la situación en el Sáhara Occidental, que dura desde hace 47 años y cuyas perspectivas de solución parecen cada vez más inciertas porque las cuestiones de descolonización y de autodeterminación de los pueblos se inscriben más en el tiempo histórico que en la actualidad de Europa o en los cálculos puntuales de la geoestrategia.
Abdelaziz Rahabi es ex embajador de Argelia en España. Fue, además, ministro de Cultura y Comunicación del Gobierno argelino así como su portavoz.
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