Lo fácil, en circunstancias como las que vivimos, es ponerse siempre del lado de los que más están sufriendo. Tras semana y media de una durísima huelga de camioneros y transportistas, lo sencillo en este caso es colocarse incondicionalmente al lado de un colectivo que lleva ya, demasiado meses, trabajando a pérdidas… y que en su rabia y desesperación no han podido más.
¡Por supuesto que empatizo con ellos! Se trata de un sector especialmente dañado, el del transporte por carretera, que comenzó, al igual que otros, sufriendo los efectos de una maldita ‘tormenta perfecta’ que ha conjugado, en menos de dos años, desde las devastadoras consecuencias de una brutal pandemia hasta las réplicas de una guerra iniciada hace semanas por un sátrapa enloquecido, Vladimir Putin, que ha motivado una desorbitada subida de unos ya de por sí elevadísimos costes energéticos.
Es un acuerdo aceptable. El mejor de los posibles… por mucho que se niegue
Dicho todo esto, los árboles de esta empatía no deben impedirme ver el bosque de lo que es un buen acuerdo suscrito por el gobierno con la patronal del sector del transporte, mayoritaria y representativa, dígase lo que se diga.
La ministra de Transportes, Raquel Sánchez, a la que la oposición y los sectores más ultras del periodismo español y de la opinión pública han convertido en estos días en su bestia negra, prometió que no se levantaría de la mesa hasta lograr un acuerdo con los camioneros. Así lo ha hecho. Un incremento en las ayudas al sector de 500 a 1.000 millones de euros y un descuento de hasta 20 céntimos por litro de combustible, gasóleo, gasolina, gas y adBlue incluidos, deberían bastar a los exégetas de la catástrofe para acallar sus catastrofistas bocas.
Las medidas estarán vigentes hasta el 30 de junio, pero pueden ampliarse en función de cómo evolucionen los mercados. El ejecutivo además se ha comprometido a poner en marcha ayudas directas de 450 millones de euros para empresas que se dediquen al transporte de mercancías y pasajeros en función del tipo de vehículo utilizado: 1.200 euros por camión, 950 euros por autobús, 500 por furgonetas o 300 en el caso de vehículos ligeros, incluidos los que tengan licencias VTC. Hay también otras medidas de carácter financiero como la ampliación del plazo de vencimiento de créditos avalados por el ICO en seis meses.
¿Qué más se puede pedir?
Si esto no es un esfuerzo sin precedentes, no sé que más pueden esperar los que agitan este avispero sociolaboral que amenaza seriamente con paralizar el país mediante la interrupción de la cadena de suministros y el severo, pero real, desabastecimiento de productos básicos. De puro evidente causa sonrojo tener que explicarlo.
Llegados a este punto, la ministra Raquel Sánchez ha hecho un llamamiento, sereno pero firme, al cese de los paros y de las protestas para retomar la normal actividad en el sector. La responsabilidad y el cese de la incertidumbre deberían ser, en opinión expresada por el ejecutivo y con la que es casi imposible estar en desacuerdo, razones más que suficientes para ello.
Por supuesto, ni que decir tiene que los actos violentos y de coacción ejecutados por algunos exaltados, tienen que cortarse de raíz. Por las buenas o, si es necesario, con el concurso de la fuerza pública.
El acuerdo es mucho más ambicioso que el conseguido en Francia, Portugal, Italia o Alemania. Todos hemos criticado algunos aspectos relativos a la comunicación gubernamental durante el tiempo que ha durado esta crisis. ¿La protesta de los autónomos es entendible? Por supuesto que sí lo es. ¿Van a perder toda la razón si persisten en su actitud de cerrazón y de mantener sus posiciones de fuerza? Sin duda.
Cuando una protesta o una huelga de estas características se mantiene, a pesar de los esfuerzos políticos para enmendar la problemática del sector, ya no estamos hablando de una protesta cuyo foco se dirija contra el gobierno sino contra todos los ciudadanos, que son los paganos en último término de los daños colaterales que en este caso son cuantiosos. Por llegar más lejos, el Ministerio ha hecho incluso el esfuerzo de sentarse con las asociaciones, minoritarias, de autónomos que están al frente de la protesta. Si no son receptivos, será su problema… y lamentablemente el de todos los españoles, pero no podrá culparse al ejecutivo de falta de voluntad negociadora.
¿Ultras? No tantos… ‘pero haberlos, haylos’…
Si algunos radicales persisten en su actitud, se entenderá que lo que quieren es hacer daño. Sin más. Y los españoles, que ha sufrido mucho en los últimos dos años, no lo merecen. Los problemas del sector del transporte no son recientes, sino que vienen desde hace mucho tiempo, desde hace muchos años. Es entendible que el gobierno pida algo de tiempo para solucionarlo, y que mientras tanto no se boicotee a la ciudadanía. Como dice el viejo refrán gallego que niega, sin negarla del todo, la existencia de las meigas (brujas)…. No existen, aunque haberlas, haylas.
Es tiempo de mirar al futuro. Y de remar todos en la misma dirección. Son comprensibles las prisas de parte de la oposición política de derechas, la más exaltada, por llegar cuanto antes al poder. Es mucho menos justificable que, para ello, se utilicen atajos que entorpezcan la recuperación económica de España, ya en marcha con la llegada de los primeros Fondos Europeos, y menos aún que se agite y se crispe a sectores muy amplios de la sociedad con una demagogia fácil, barata… y peligrosa.
La Plataforma para la Defensa del Sector del Transporte por Carretera ha decidido mantener el paro indefinido de transportistas que […]Lo fácil, en circunstancias como las que vivimos, es ponerse siempre del lado de los que más están sufriendo. Tras semana y media de una durísima huelga de camioneros y transportistas, lo sencillo en este caso es colocarse incondicionalmente al lado de un colectivo que lleva ya, demasiado meses, trabajando a pérdidas… y que en su rabia y desesperación no han podido más.