La mañana del veintiocho de marzo nos hemos levantado con las imágenes del tortazo de Will Smith a Chris Rock. Atónitos, perplejos, escépticos; presenciamos un acontecimiento curioso. ¿Estoy viendo la gala de los Oscar? Se preguntará más de uno. ¿La causa? Un chiste sobre la alopecia de su mujer.
Hace una semana saltó a la luz el escándalo -si es que llega a tal- de las cuentas secundarias de ElXokas, un personaje de internet que se dedica al streaming. Al parecer había creado varías cuentas de Twitter secundarias desde las cuales se dedicaba a insultar a todo aquel que hacía lo mismo con él; cuanto anteriormente, en un ejercicio de prepotencia, había calificado de lamentable. ¿La causa nuevamente? el ambiente tóxico que el propio Xokas había creado. Un canal lleno de humor ácido y comentarios ingeniosos a la par que soeces con su característico acento gallego, algo que se parecería bastante a una mezcla entre las películas Airbag y El Sargento de Hierro. Un canal que, en realidad, esconde también el siniestro ego de su personaje.
Junto con este peculiar estilo de humor se mezclaban comentarios acerca de su riqueza económica, procedente de los ingresos por su actividad como streamer, que han venido fluctuando desde los cincuenta mil a los ciento cincuenta mil euros mensuales aproximadamente -para que nos hagamos una idea de la repercusión de su canal en Twitch- y de comentarios sumamente despectivos acerca de la “disponibilidad” que tendrían sobre las madres de sus espectadores, así como de cualquier mujer, por decirlo de manera educada. Algo al más puro estilo freudiano del proto-padre en El Mito de la Horda Primitiva. Todo ello era asimilado por su audiencia desde la estupefacción que produce el ácido humor millenial.
El ingenio, la acidez, la sordidez, la irreverencia e incluso la falta de respeto, y demás características, no tienen otra finalidad
Este estilo de humor, desconcertante para los no nativos del mismo, se caracteriza fundamentalmente por eso, por la capacidad de generar estupefacción. El ingenio, la acidez, la sordidez, la irreverencia e incluso la falta de respeto, y demás características, no tienen otra finalidad. Si hace una década la cima del humor era el ingenio del monólogo, la cima hoy en día es la estupefacción del Roast. Muchos ejemplos han alimentado este género, posiblemente en España el más representativo sea David Broncano.
Sobre este humor se ha reflexionado mucho. Así por ejemplo, en el caso de otro genio, Ignatius Farray - “lo que propongo es un racismo que no discrimine a nadie”-, se ha interpretado una crítica a la condescendencia occidental y las lógicas xenófobas que subyacen al multiculturalismo eurocéntrico. Recuérdese en este mismo sentido el “chiste” sobre gitanos que hizo Rober Bodegas.
No obstante, este estilo tiene un espectro muy amplio que puede ir desde la amable acidez de Pantomima Full, hasta el famoso tweet del Síndrome de Dawn de David Suarez que causó su imputación por un delito del cual fue recientemente absuelto.
Pues bien, en este contesto humorístico es donde se enmarca tanto el chiste de Chris Rock sobre la alopecia de Jada Pinkett Smith -mujer de Will Smith-, y que generó su violenta reacción, como las derivas delirantes de ElXokas.
Y hasta aquí no pasaría nada, o al menos si no fuera porque en todo ello hay algo preocupante. Más allá de lo que podamos pensar de este estilo de humor, ocurre que como todos los demás acabará pasando de moda; simplemente dejará de ser divertido, no por su contenido, que como buen milleanial considero que sí lo es, sino por su mero desgaste.
Pues bien, al mismo tiempo que esa capa de ingeniosa estupefacción desaparece, a medida que el “rasca” del humor se desprende, va aflorando a la luz algo preocupante: la falta de respeto a la dignidad humana. Esto es lo que explica los dos recientes acontecimientos descritos previamente. Esto es lo que levantó la indignación de Will Smith en la gala de los Oscar, esto es lo que levantó la indignación pública en contra de ElXokas, y esto es otro elemento más que subyace en la radicalización de una sociedad.
Ya para acabar, tengo la impresión de que el tortazo de Will Smith va a suponer el punto final a este estilo, al menos en Estados Unidos que ya tenía un cierto mayor recorrido que en España -por aquello de que nos llevan un par de años de ventaja en todas estas cuestiones-. Aquí, al menos, ha despertado un cierto cansancio.
Cabe preguntarse: ¿y ahora qué?, ¿se podrá reinventar el humor?, ¿es el fin de la comedia? Tengo la impresión de que a medida que este sello cómico vaya desintegrándose y deje a la luz el conjunto de emociones básicas y primitivas que otrora satirizaba, se expondrá al ser humano ante la crudeza de su realidad. El tortazo y las lágrimas que acontecieron con posterioridad en el Teatro Dolby son una auténtica escenografía dramática.
Damas y caballeros, bienvenidos a un nuevo nacimiento de la tragedia.
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