Un sistema sanitario al borde del colapso, ataques a hospitales y centros sanitarios, falta de personal médico, ausencia de corredores humanitarios que permitan el suministro de material sanitario y medicamentos… A la larga lista de víctimas de este conflicto armado hay que sumarle una más: la salud.
Velar por la protección y seguridad de las instalaciones sanitarias y su personal siempre ha sido una de las mayores preocupaciones de la comunidad internacional cuando estalla un conflicto. El cometido de los profesionales sanitarios es y ha sido siempre socorrer a personas heridas y enfermas y aliviar un sufrimiento derivado de una agresión directa o las carencias y consecuencias indirectas de una guerra.
En demasiadas ocasiones los profesionales sanitarios y sus instalaciones se han convertido en blancos deliberados
Y siempre lo hemos hecho sin tener en cuenta el género, la raza, nacionalidad o religión de las personas a las que asistimos. Es por ello por lo que, desde el derecho internacional humanitario y los cuatro Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 y sus protocolos adicionales del 8 de junio de 1977, se brinda protección al personal sanitario, las unidades (hospitales, puestos de socorro…) y sus medios de transporte y se prohíbe que estos sean blancos de ataques deliberados. Según la norma internacional, no solo deben ser espacios seguros… también inviolables.
Sin embargo, desde las tres últimas décadas hemos sido testigos de una disminución del respeto por la integridad de nuestros profesionales y de los organismos de salud. Es más, en demasiadas ocasiones los profesionales sanitarios y sus instalaciones se han convertido en blancos deliberados. Solo hay que echar la vista un poco hacia atrás para recordar tristes casos en Ruanda, Bosnia-Herzegovina y Kosovo donde hubo evidencia de ataques deliberados a médicos e instalaciones y donde fueron asesinados cuatro de nuestros cooperantes: Flors, Manuel, Luis y Mercedes.
En Ucrania no ha sido diferente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya se han registrado 74 ataques, de los cuales 60 impactaron en instalaciones y 17 en personal sanitario. Nuestros instrumentos de trabajo son la imparcialidad y neutralidad, que nacen de nuestro deber de ayudar a toda persona que necesite ayuda. Es por ello, por lo que el personal y las instituciones sanitarias nunca podemos ser el blanco de cualquier ataque.
El asedio a grandes urbes ha limitado el acceso a los hospitales, farmacias y centros de salud, material médico y los fármacos necesarios para proveer asistencia sanitaria
Tampoco debemos de olvidar que los conflictos armados actuales no se libran en lejanos campos de batalla, sino cerca de ciudades y zonas densamente pobladas donde se destruyen parcial o totalmente infraestructuras civiles como el saneamiento o el abastecimiento de agua, algo que impacta directamente en la salud de la población. El conflicto en Ucrania, además, se ha caracterizado desde casi el primer momento por el asedio a grandes urbes, lo que ha limitado el acceso a los hospitales, farmacias y centros de salud, material médico y los fármacos necesarios para proveer asistencia sanitaria.
Ya al inicio del conflicto el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, expresaba su extrema preocupación por la salud del pueblo ucraniano y hacía un llamamiento expreso para asegurar la continuidad de su sistema de salud. Porque no podemos olvidar que en un conflicto armado no solo atiende a sus víctimas directas, sino que se debe asegurar la asistencia sanitaria a la población y, en especial, a personas vulnerables, con enfermedades crónicas como la diabetes, tuberculosis o el cáncer o con patologías mentales. En especial en el contexto actual, donde seguimos librando la batalla frente a la pandemia global de la COVID-19.
El sistema de salud ucraniano se encuentra al borde del colapso
El sistema de salud ucraniano se encuentra al borde del colapso. A la ausencia de personal sanitario se suma la falta de acceso a medicamentos. Las farmacias se encuentran con muy pocas existencias y la población no puede aguardar su turno para adquirir sus fármacos mientras suenan las sirenas antiaéreas. En Donbás, donde trabajamos desde 2015, la situación es especialmente delicada ya que el 30% de la población tiene más de 60 años y necesita un seguimiento sanitario frecuente y acceso a medicamentos para enfermedades crónicas.
Por ello, una de nuestras principales prioridades en Ucrania ha sido la de dotar de suministros médicos a los hospitales más afectados, así como atender a la población desplazada y que se encuentra en zonas de conflicto. En los últimos días hemos logrado asegurar un corredor logístico que conecta Rumanía y Ucrania, que ya ha permitido la entrada de nueve toneladas de material sanitario de emergencia y medicamentos que estamos distribuyendo a hospitales y centros sanitarios del este, centro y sur del país.
La guerra también abre otro tipo de heridas, más profundas e invisibles y que tardan mucho más en cicatrizar
Pero la guerra también abre otro tipo de heridas, más profundas e invisibles y que tardan mucho más en cicatrizar. Por ello, desde Médicos del Mundo estamos centrando nuestros esfuerzos en proporcionar asistencia y apoyo psicosocial a la población local.
Como bien sabemos, la salud se asfixia en el campo de batalla. Desde Médicos del Mundo estamos extremadamente preocupados por la situación de peligro para la vida y la salud de la población civil. Es necesario poner fin a los ataques contra las infraestructuras esenciales, en particular las instalaciones sanitarias, y proporcionar un acceso seguro y sin obstáculos a la ayuda humanitaria a las zonas afectadas, a través de la apertura de corredores humanitarios seguros. Y reiteramos la necesidad del cese inmediato de las hostilidades y los ataques contra la población y las infraestructuras, especialmente en las zonas urbanas y densamente pobladas. La salud no puede ser una víctima más de este conflicto armado.
Nieves Turienzo es presidenta de Médicos del Mundo España
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