Pongo un signo “más” entre dos de los nombres con más personalidad de la música española porque pocas veces se puede comprobar cómo una suma puede dar lugar a algo más fuerte que cada una de las partes. Si hablamos de potencia, ambas figuras han sido huracanes sobre un escenario. Bebiendo de diferentes fuentes, de diferentes realidades, de diferentes problemas y frustraciones.
Cuando la figuerense se tiñó cada lado de su cabello de un color, estaba en plena batalla por el reconocimiento en su propia tierra, que se le negó sistemáticamente. Tuvo que hacer valer el dicho aquel de “nadie es profeta en su tierra”. México tuvo que ser la cuna de su éxito en los 90, y eso hizo que más de un A.R. (alias cazatalentos) discográfico tuviera que tragarse su orgullo y tomarse en serio aquellas maquetas en las que sacaba voz prácticamente con textura entre folclórica y lírica, sobre una base discotequera. Ella apenas tenía 20 años. Desde los catorce llevaba la muchacha con sus cursos de canto y su grabadora, comprada a pesar de la pobre economía familiar. Le costó más de lo debido llegar a triunfar.
Por su lado, Bunbury viene de otro torbellino que acabó en tempestad. Recuerdo el primer concierto de Héroes del Silencio en Madrid. No éramos más de cincuenta elegidos. No era parte de una gira oficial, ni mucho menos. Los medios zaragozanos, impresionados con la fuerza de esta banda, acabaron haciendo que EMI, potente discográfica entonces, apostara por ellos con la connivencia de buenos valedores de la zona, que es lo que servía para saber qué funcionaba en la era pre-internet. Estamos hablando de 1990. Bajo un halo de luz, aquí el personaje unido a una larga cabellera pegaba una patada en el escenario y uno no sabía si estaba viendo a la reencarnación de Jim Morrison o a Val Kilmer en Top Gun lanzando un misil. Fuerza les sobraba. Solamente faltó la producción a nivel internacional de Phil Manzanera (Roxy Music) que le pagó la disquera, y el apoyo de la radio. Sacaron, además de álbumes, algunos maxi-singles con versiones extra largas de temas como “Entre dos tierras”
Mientras los altares del mundo gay encumbraban en las portadas de los medios afines a la Naranjo como diva espectacular y buena defensora de los derechos LGBT, los del Silencio desembarcaban con enorme éxito en Alemania. Te ibas a un bar de Frankfurt y entre grandes éxitos internacionales de los 90, de repente oías a los maños. Caso real. Y siguen en la rotación musical de emisoras de música con solera. Héroes dejaron de tener camino como superbanda y segundo grupo de rock más importante de la Historia de la música española. Seis millones de discos después, y tras una eterna gira de 152 fechas, la banda se disuelve en 1996. Con razón. Las rencillas se multiplican por factores nucleares cuando la convivencia es estrecha, la carretera larga, y los egos son fortalecidos por millones de personas de concierto en concierto. Bunbury es mucho Bunbury. Su concierto de despedida, en Los Angeles en 1996 tuvo que suspenderse porque el respetable dejó de serlo y comenzó a lanzar objetos contundentes contra el escenario. Por lo visto no les hizo demasiada gracia que Enrique dijera aquello de “En México, excepto las chicas que salen en televisión, las mujeres son bastante feas. A mí, realmente, las mexicanas me tiran poco, muy poco. En cambio, las argentinas, ésas sí que me tiran.” Pues les tiraron de todo. Tanto, que tuvieron que parar al poco tiempo de empezar. Un triste final para una banda que ha sido tanto.
La carrera en solitario de su líder ha tenido altibajos, no ha llegado a las cotas de éxito de Héroes, pero sí le ha colocado por sí mismo en el mapa. Y se ha reivindicado como un artista en el sentido más amplio de la palabra usando el sustrato rock que le ha acompañado desde siempre, pero experimentando con sonidos asiáticos y hasta de música electrónica. O sea, no ha entusiasmado demasiado a demasiados, pero ha vuelto locos a unos cuantos. Yo estoy en el lado de los que valoran la valentía en la experimentación. Un valioso ejemplo a estudiar es Lady Blue, de 2002
Por su parte, la Naranjo vistió de elegancia su venganza hacia un mercado que comenzó con ella con mal pie, y sus apariciones televisivas al margen de la música nos han permitido conocer a alguien de una educación exquisita y con dotes enormes para la interpretación. Un carisma rebosante que le llevó a tener su propio programa sobre sexualidad, y otras muchas ofertas que me consta que, siempre con cortesía, rechaza.
“Ey!” es el nombre de lo primero que hacen juntos los que conforman esta enorme combinación de genio y carisma.
No pueden evitar retratar y usar el mundo convulso en el que estamos todos tratando de pagar la gasolina y la luz. “El poder está en la libertad” se convierte aquí en mantra.
El fondo musical, la mezcla y buena parte de la instrumentación tienen un claro sello “made in USA”. Nada que envidiar a las grandes bandas del mundo. La localización del videoclip está en la cárcel de Segovia, excelente para transmitir su mensaje.
Como tercero en protagonismo aparece Asier Etxeandia, en un papel violento como sacado de su personaje en Sky Rojo, la serie. Los cantantes, que han sido animales de directo, no podían evitar terminar el tema con un sonido de masas enfervorizadas, navegando entre el aplauso de un macroconcierto y la protesta ante un sistema que no está siendo el bueno de la película, y menos últimamente.
El álbum al que pertenece la pieza se incluye en el proyecto de Mónica, Mimétika. Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy, que así se llama el aquí partenaire de la diva, acaba de tener que suspender concierto en México por motivos de salud. En concreto, por un problema de las vías respiratorias. Deseamos que se recupere pronto. Seguro que la energía que le transmite la mujer que tanto cantó a pleno pulmón le irá bien. Ahora, a esperar a verles en directo juntos. Ocurrirá.
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