La semana que dejamos atrás ha dejado para la pequeña o gran historia de la presenta legislatura el primer borrón en la hoja de servicios parlamentaria de la nueva dirección del Partido Popular, el primer grupo de la oposición. El gobierno de Pedro Sánchez se veía en la obligación de solventar el trámite parlamentario de convalidación del Real Decreto Ley de Medidas y lo hacía en una posición delicadísima por la posición de ERC, que había anunciado su voto en contra tras el escándalo del presunto espionaje por parte del CNI, a través del ya famoso ‘Pegasus’, a dirigentes y personajes relevantes del mundo independentista. Así las cosas, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, se veía obligado a hacer malabarismos para suplir esos 13 votos en contra buscando apoyos a todas las bandas posibles. Una de ellas, la que hubiera resultado más lógica, pasaba por la abstención del PP. Pero el partido de Alberto Núñez Feijóo optó por oponerse, al igual que Ciudadanos. Las justificaciones del Partido Popular han sido claras y directas, acusando el gobierno de no haber querido escuchar sus propuestas, condiciones para apoyar el decreto.
Tuvo que ser Bildu quien equilibrara la balanza y dejara el ‘marcador’ en esos 176 votos a favor -frente 172 en contra- y salvara la papeleta, no a un gobierno, sino a todo un país que no tiene tiempo que perder en peleas políticas de bajo nivel cuando a lo largo de esta semana hemos ido conociendo datos preocupantes, como el de que la EPA ha registrado 70.000 desempleados más, o que el gobierno ha tenido que rebajar sus expectativas de crecimiento económico a causa de la guerra en Ucrania desde un 7 por ciento a un 4,3. Mal espectáculo para la ciudadanía, Muy malo.
La impresión que ha quedado tras una sesión parlamentaria 'de infarto' es la de un egoísmo partidista
Se puede entender que el PP se espera una negociación más ‘seria’ a sus propuestas, pero parece poco serio, como hizo el pasado jueves 28 de abril el PP, condicionar el apoyo a un Real Decreto, que contiene ayudas concretas y medidas económicas urgentes de recuperación que la economía española y los ciudadanos necesitan como el aire que respiran, a cuatro exigencias, más propias de un programa electoral que del interés general. Sin embargo, lamentablemente, esa es la impresión que ha quedado tras una sesión parlamentaria casi ‘de infarto’: la de un egoísmo partidista digno de una mejor causa y que nunca hubiera debido anteponerse a la brutal situación de crisis en la que nos encontramos. Dicho con más claridad: solo si el ejecutivo se comprometía a suscribir el ‘Plan Feijóo’, basado básicamente en una reducción de la recaudación fiscal, los populares respaldarían al gobierno.
Menos de recibo aún son las despiadadas críticas que está recibiendo el gobierno en los últimos días, teniendo que soportar incluso acusaciones de haber cedido a un presunto chantaje de Bildu, cuya contrapartida a cambio de apoyar esta convalidación habría sido, según los grupos políticos y los medios más escorados a la derecha, la inclusión de este grupo en la ya famosa Comisión de Secretos Oficiales del Congreso. Estas y otras críticas suponen, como mínimo, una brutal simplificación.
Nunca se pueden anteponer los intereses electorales de un partido, como en este caso ha evidenciado el nuevo PP
Es cierto que, cada vez que un ejecutivo tiene que sacar adelante un Decreto, y carece de la mayoría suficiente para ello, debe hacerlo negociando y por tanto asumiendo algunas de las propuestas de otras formaciones. Desde este punto de vista, el gobierno de coalición está obligado a procurar siempre el bien de la mayoría, guste más o menos a algún grupo de la oposición, por numeroso que este sea. Nunca se pueden anteponer los intereses electorales de un partido, como en este caso ha evidenciado este ‘nuevo’ PP, a los generales de 47 millones de españoles.
¿Es legítimo que un partido defienda sus propuestas y rechaza otras si no las cree mejores? Sí, es legítimo. Ofrecer apoyo incondicional a una mayoría gubernamental de manera acrítica sería irresponsable y una traición a sus votantes. Harina de un costal diferente es que el rechazo se produzca por causas ajenas al propio Decreto. En el caso que nos ocupa, los populares podrían, perfectamente, haberse abstenido, permitiendo así la convalidación… pero prefirieron posicionarse en contra.
La abstención a la que me refiero no debe ser interpretada como otra forma -distinta del voto a favor- pero de apoyo acrítico, al fin y al cabo. No. La abstención debe leerse siempre en clave de que la formación que hace uso de ella tiene sentido de Estado y sobre todo de la responsabilidad en los momentos críticos. El que atravesamos, es uno de ellos.
El flamante presidente del PP tenía una oportunidad de oro de reaparecer como un partido de Estado. No ha sabido aprovecharla
El flamante presidente Nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, tenía una oportunidad de oro de reaparecer con toda la fuerza posible en la escena como un partido de Estado, poniendo distancia de su estrategia en el pasado reciente, y absteniéndose en la votación que convalidó este Real Decreto. No ha sabido aprovecharla y ha cometido, en mi opinión, una torpeza que se le recordará al político gallego durante mucho tiempo. Ojalá sea solo un caso aislado y en próximas decisiones relevantes para el país los dos principales partido del país puedan encontrarse de alguna forma.
¿Cómo va a explicar a sus propios votantes que se ha opuesto - suena duro, pero esta es la realidad- a la bonificación de veinte céntimos por litro de combustible, a la implementación de las prometidas ayudas directas para los transportistas, los ganaderos y los agricultores, u otras como la rebaja del IVA en el recibo de la luz? Lo van a tener difícil. Sé que la política es el arte de lo posible y estoy convencido de que, tanto el nuevo presidente Nacional del PP como su cúpula, lo habrá sopesado y meditado hasta extremos que no me cuesta imaginar, porque todos, no solo el gobierno, se jugaban mucho en este envite. Pero se han equivocado.
Lo más sangrante es que, incluso en asuntos de Estado de tanta relevancia, la foto fija que queda al final a los ciudadanos es la de unas fuerzas políticas que siguen a lo suyo, con notables dosis de cortoplacismo y mucho egoísmo… hasta en las más dramáticas circunstancias. Una piedra más atada al tobillo del prestigio de una, ya depauperada, clase política. Mal asunto que no hace sino añadir angustia a quienes, en estos dos últimos años y por culpa de la maldita pandemia, lo han perdido todo… o casi todo.
La semana que dejamos atrás ha dejado para la pequeña o gran historia de la presenta legislatura el primer borrón en la hoja de servicios parlamentaria de la nueva dirección del Partido Popular, el primer grupo de la oposición. El gobierno de Pedro Sánchez se veía en la obligación de solventar el trámite parlamentario de convalidación del Real Decreto Ley de Medidas y lo hacía en una posición delicadísima por la posición de ERC, que había anunciado su voto en contra tras el escándalo del presunto espionaje por parte del CNI, a través del ya famoso ‘Pegasus’, a dirigentes y personajes relevantes del mundo independentista. Así las cosas, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, se veía obligado a hacer malabarismos para suplir esos 13 votos en contra buscando apoyos a todas las bandas posibles. Una de ellas, la que hubiera resultado más lógica, pasaba por la abstención del PP. Pero el partido de Alberto Núñez Feijóo optó por oponerse, al igual que Ciudadanos. Las justificaciones del Partido Popular han sido claras y directas, acusando el gobierno de no haber querido escuchar sus propuestas, condiciones para apoyar el decreto.
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