Volvemos al punto de partida pero con mucho más peso en las alforjas. La comparecencia de la directora del CNI no ha servido para calmar la ira, un tanto sobreactuada, del presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, que reclama ahora que se desclasifique la autorización judicial para saber quién dió la orden del seguimiento practicado y pedir explicaciones “al más alto nivel político”.
Pues ya puede esperar sentado porque los trabajos de los Servicios Secretos no forman parte precisamente de las deliberaciones del consejo de ministros y porque han sido las acciones de los propios independentistas las que han aconsejado hacer un seguimiento de sus andanzas.
Andanzas de plena ilegalidad todas ellas que han incluido la celebración de un referéndum ilegal; la declaración, igualmente ilegal de la independencia de Cataluña; la constitución después de los Comités de Defensa de la República, los llamados CDR; a continuación los grupos de extrema violencia llamados Tsunami Democrático y su salvaje comportamiento, incluido el asalto al aeropuerto del Prat, una vez que se conoció la sentencia condenatoria del Tribunal Supremo.
Precisamente fue en relación con la creación y financiación de esa banda de vándalos que incendiaron Barcelona como se autorizó el control por el CNI de Pere Aragonés, a la sazón vicepresidente y consejero de Economía del gobierno catalán.
En definitiva, un compendio de ataques a la Constitución y al Estado de Derecho que son precisamente los que justifican el control y el seguimiento por parte de los Servicios Secretos -y seguramente también por parte de los Servicios de Información de la Guardia Civil- de las actividades de estas personas.
En el seguimiento del CNI se incluyeron quienes establecieron contacto con agentes rusos con el propósito de que les ayudaran a desacreditar la democracia española, a desestabilizar al Estado y a hacer posible la independencia de Cataluña.
Los controles estaban más que justificados
La cosa está clara, no hay ninguna explicación que dar a los independentistas por parte del Gobierno de España, los controles estuvieron más que justificados.
Por eso fue tan lamentable el comportamiento el domingo pasado del ministro de la Presidencia Félix Bolaños prácticamente pidiendo perdón a su homónima en la Generalitat, Laura Vilagrá y ofreciéndole lo que no en algunos casos no podía y en los otros no debería haberle ofrecido.
Porque al final ninguno de sus compromisos ha servido para nada más que para enredar las cosas aún más de lo que ya lo estaban aquel domingo de infausta memoria y haber regresado al punto de partida con la ira del independentismo intacta pero con unas inaceptables cesiones del Gobierno al separatismo catalán.
El caso es que la directora del CNI compareció ayer ante la Comisión de Secretos Oficiales -que no se llama así pero que es así como se la conoce- y dió las explicaciones que podía dar hasta un límite. Desde luego todos los portavoces de los grupos pudieron ver las autorizaciones judiciales a esos seguimientos y los motivos, y esto es lo más importante, por los que el juez los había autorizado.
Pero los que entraron diciendo que no estaban satisfechos lo siguieron diciendo a la salida después de casi cuatro horas de explicaciones por parte de Paz Esteban. Lo previsto. Sólo algo ha podido cambiar y no tiene que ver con el comportamiento de separatistas, nacionalistas, grupos antisistema y representantes de la ultraizquierda que se sienta en el Gobierno.
Tiene que ver con que, dada la intervención de la señora Esteban, previamente defendida a capa y espada por su superiora jerárquica, la ministra de Defensa, no existe ni un sólo motivo, ni un sólo pretexto, para destituirla de su cargo.
Por lo tanto, después de haber cumplido limpiamente con su obligación y contando con el férreo respaldo de Margarita Robles, el presidente del Gobierno no puede materialmente ofrecérsela como carnaza a Pere Aragonés.
Primero, porque al presidente de la Generalitat no le interesa ese trofeo y apunta más arriba, a la ministra de Defensa. Y segundo, porque la exposición detallada de Paz Esteban y su muy amarrada judicialmente argumentación de esos seguimientos no deja resquicio alguno para justificar su cese.
Tendrá que buscarse Pedro Sánchez otra estrategia de apaciguamiento del presidente de la Generalitat
Así que tendrá que buscarse Pedro Sánchez otra estrategia de apaciguamiento de Pere Aragonés, que ya digo que está sobreactuando y a quien ha venido muy bien este episodio para reactivar las pulsiones independentistas que llevan ya un tiempo de capa caída, lo cual se comprueba en los sucesivos trabajos del CEO -el CIS catalán- que dió tal bajada en diciembre pasado al apoyo a la independencia que JxCat llegóa presionar al director del organismo para que modificara sus datos, cosa que éste hizo.
Pero los datos que se publicaron antes de la manipulación eran que el 53,3% de los catalanes estaba en contra de que Cataluña fuera un Estado independiente y sólo el 38,8% estaba a favor. Más de 14 puntos de diferencia.
Total, que tanto Aragonés como Junqueras, como los hombres de Puigdemont y demás compañeros mártires explotarán el caso durante un tiempo y, mientras escampa, Pedro Sánchez hará lo que ha hecho últimamente: apoyarse en Bildu para eludir así la derrota de los decretos del Gobierno que podrían haber provocado los votos negativos a los que últimamente se ha abonado ERC en el Congreso de los Diputados.
Todo menos contar con el apoyo del centro derecha salvo que sea en estado de estricta necesidad, como ha sido el caso de la comisión de investigación sobre el caso del espionaje a más de 60 independentistas denunciado por Citizen Lab.
Esa comisión la pretendía abrir el independentismo catalán apoyado por Bildu y Podemos y se habría convertido en un foro para cuestionar al Centro Nacional de Inteligencia y también la labor de su directora. Pero ahí han estado PP, Ciudadanos y Vox para sumar sus votos a los del PSOE y tumbar la pretensión de los socios de Gobierno y de legislatura de Pedro Sánchez.
Ayer sucedió también algo muy importante para la supervivencia y el equilibrio de este Gobierno que últimamente va dando tumbos y no logra enderezar su rumbo. Sucede que en la guerra abierta entre la ministra de Defensa y el ministro de Presidencia se ha acordado una tregua.
El hecho de que sea la secretaría técnica de Tecnologías de las Comunicaciones, dependiente de la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno, cargo que ocupaba Félix Bolaños en el momento en que se infectaron los teléfonos del presidente del Gobierno y de la ministra de Defensa, la responsable de la seguridad de éstos, dejaba abierta la guerra a cara de perro entre Margarita Robles y el propio Bolaños que en sus declaraciones pareció adjudicar esa responsabilidad al CNI.
Eso era algo que la señora Robles no estaba dispuesta a consentir, además de porque no era verdad, porque podía ser el camino utilizado para desacreditar a Paz Esteban, la directora del Centro Nacional de Inteligencia y poder convertirla así en cabeza de turco para ofrecérsela en desagravio a los independentistas.
La guerra estaba abierta y era ya pública. Pero ayer la sensatez se impuso y Félix Bolaños hizo varias consideraciones elogiosas, incluso afectuosas, hacia su compañera de Gobierno, lo que fue respondida por ella con menos afecto pero sí con voluntad clara de pasar página de lo sucedido.
Todo lo que no fuera la superación de ese lamentable episodio abierto tras la rueda de prensa convocada de urgencia a primerísima mañana de la fiesta del 2 de mayo y en la que el ministro Bolaños informó a los españoles de que los móviles del presidente del Gobierno y de la ministra de Defensa habían sido pirateados hace un año y que se habían dado cuenta el día anterior, era sabotear irresponsablemente el prestigio de España y de sus Servicios de Información.
Y eso en puertas de que Madrid albergue una decisiva cumbre de la OTAN en medio de la invasión rusa de Ucrania que ha desatado una guerra desigual y que supone una grave amenaza para todo Occidente. El momento no podía ser más inoportuno para entrar a desacreditar a Margarita Robles, al frente de Defensa y a Paz Esteban, al frente del CNI.
Eso mismo ha debido de pensar el presidente del Gobierno, que según parece es el que ha llamado a bajar el suflé de la guerra abierta entre nada menos que la ministra de Defensa y su ministro plenipotenciario o “ministro para todo”.
En definitiva, a Paz Esteban no la pueden cesar aunque hayan querido hacerlo y el pulso Robles-Bolaños queda enterrado aunque no olvidado. No es mal balance el del día de ayer para uno de los mayores errores cometidos por este Gobierno en toda la legislatura.
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