Macarena Olona iba de andaluza de Berlanga y Yolanda Díaz iba de sindicalista de caseta, tipo tan castizo como el rancio de caseta, y es que en la feria de Sevilla todo el mundo va de algo, de lo que es o de lo que no es, y el pasatiempo es distinguirlo. A la feria de Sevilla, Far West de toreros, catedral de papel, Sevilla como de unos japoneses sevillanos, también han ido los políticos a ronear, que es a lo que va uno a la feria. La verdad de la feria es que se come peor, se bebe peor, se conversa peor, se liga peor, se suda peor y se escucha peor música que en cualquier otro lugar y fecha, pero hay que ir para ver y para dejarse ver y hay que estar para ser. La feria es como la ópera italiana de Andalucía, con María del Monte en vez de Donizetti, que no sé qué es peor. Así que llegan los políticos de los Madriles como feriantes de AVE, con la flor equivocada de chulapo o de tanguista y el arsa malaje, a vender su política como la gitana nos vende el clavel chuchurrido o, últimamente, electrocutado.
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