La coronación de Ayuso en el PP de Madrid nos ha pasado un poco de largo, como la carroza de la guapa del pueblo, con sus viandas del pueblo y sus racimos de uva en el regazo y en los ojos, y que nos adelanta con esa rapidez que tienen las bandas de música excepto por el gran bombo final, que lastra a la banda como un ancla. A veces ese bombo es lo único que alcanzamos a ver de la cabalgata, de la fiesta y de la guapa, como una popa de barco que mira un soñador, y quizá lo que alcanzamos a ver del gran sueño de Ayuso es sólo una especie de bombo de la banda de música de Feijóo. El congreso ha tenido poca emoción (la guapa del pueblo siempre tiene poca emoción, sólo está ella en el puesto, como el alcalde o el cura), y tampoco tiene mucha emoción esto de ver que a Ayuso le han dado el bombo, o sea una guerra cultural y una caña pandillera que suena a bombo, tras el clarinete o la gaita de Feijóo. Ayuso, con el bombo, está más cerca de ser coche escoba municipal que reina de la cosecha.
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