Para llenar los mítines de Dos Hermanas, especie de vieja mina de sal del PSOE andaluz, aquel PP de Javier Arenas tenía que llevar a Los del Río a cantar la Macarena con un cuadro de flamencas discotequeras y sosas, como flamencas de Fitur. Ahora, es Pedro Sánchez el que tiene que llevarse a ocho ministros, toda una compañía de flamenco, toda una troupe de ruló, todo un estand de cortadores de jamón o de vendedores de colchones de la Moncloa. En aquel velódromo de Dos Hermanas, más monumento que instalación deportiva, como de un constructivismo soviético del PSOE andaluz, vi en 2009 a Soraya Sáenz de Santamaría bailar como una maestra marchosa y a Rajoy palmear como un rumbero. Titulé la crónica “la rumba del cambio”, porque se diría que aquel PP quería ir tomando la Andalucía egipcia socialista imitando un poco su mismo folclore, invadiendo sus santuarios y acumulando gitanería de agencia y autobuses con olor a tortilla de la playa. Ahora es Sánchez el que está de reconquista, pero él no tiene un hit festero, sólo ministros que parecen azafatos.
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