A la vista del cuadragésimo aniversario de la integración de España en la OTAN, hay que destacar la plena implicación de los españoles en los esfuerzos de la organización transatlántica, aunque al principio, los vínculos entre España y la OTAN estaban tan mal tejidos, debido a contradicciones internas de la España de entonces, propias de la radicalización de las relaciones Este-Oeste.
De hecho, el 30 de mayo de 1982, tras un debate parlamentario, España se convirtió en el decimosexto miembro de la OTAN. Cinco meses más tarde, la marea socialista de las elecciones complicó la situación. Oficialmente, el plan de referéndum anunciado hace tiempo por el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, pretendía que el pueblo decidiera la cuestión. En privado, sólo se trataba de “rentabilizar” esta precipitada adhesión al consejo político de la alianza atlántica. Desde entonces, el asunto evolucionó considerablemente, hasta el punto de que Madrid estaba sentado entre dos sillas, entre el sí del Estado de 1982 y una confirmación refrendaria cuatro años más tarde. España estaba vinculada a Estados Unidos desde 1953 por un tratado de cooperación militar y asistencia mutua, a cambio de una compensación económica.
Como en los años ochenta, los "radicales" de la coalición gubernamental muestran su oposición - con o sin justificación- a la organización atlantista
La entrada en la OTAN transformó este documento en un Acuerdo de Amistad, Defensa y Cooperación (julio de 1982). Ahora bien, esos dos acuerdos afectaban a unos ciudadanos con una vena voluntariamente aislacionista, siendo los Pirineos una barrera geomorfológica conveniente para que perciban la amenaza del Este soviético de forma diferente en su momento, así como la de Putin en la actualidad. Por ello, tan pronto como se tomó la decisión de integrar la OTAN, para satisfacción general de los nuevos socios, fue cuestionada por el nuevo gobierno socialista de la época y por una gran parte de la opinión pública ibérica.
Cuarenta años después, la cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid los días 29 y 30 de junio ha adquirido una dimensión histórica, que parte del gobierno español y su presidente están decididos a aprovechar. Sólo una parte, porque, como en los años ochenta, los "radicales" de la coalición gubernamental muestran su oposición - con o sin justificación- a la organización atlantista y a su reunión en la capital española.
Cuando la OTAN eligió a España para la cumbre, fue en parte para agradecerle su contribución a la seguridad colectiva. Sin embargo, España sólo gastó el 1,03% del PIB en defensa en 2021. Fue el segundo país de la Alianza que menos gastó, lejos de la promesa de alcanzar el 2% en 2024. Por ello, el presidente Sánchez ha afirmado que hará todo lo posible para alcanzar el objetivo del 2% en 2024. Ahora bien, desde que llegó al poder, España apenas ha pasado del 0,93% del PIB al 1,03%.
Esta cumbre de la OTAN, originalmente prevista para 2020, es una oportunidad para España, porque hoy, por razones obvias, es aún más relevante y ha adquirido una dimensión histórica con la guerra en Ucrania que ha cambiado el tablero de ajedrez internacional, las perspectivas y las prioridades.
La cumbre ha adquirido una dimensión histórica con la guerra en Ucrania que ha cambiado el tablero de ajedrez internacional
Madrid será el escenario de cambios geopolíticos sustanciales ya que, tras décadas de supuesta - o incluso impuesta - neutralidad militar, Finlandia y Suecia han anunciado su intención de ingresar en la OTAN. Por lo tanto, las primeras ministras sueca y finlandesa estarán presentes. Se trata de una primicia para esta cumbre de la OTAN, que llevará para siempre el nombre de “Cumbre de Madrid”.
Además, si los planes del Gobierno español llegan a buen puerto, Pedro Sánchez recibirá al presidente ucraniano Zelenski, quien vendría como invitado de los 30 países aliados, si las condiciones de seguridad lo permiten, lo que no es seguro. Durante años, tras la caída de la URSS y la independencia de Ucrania en 1991, los distintos gobiernos de Kiev habían expresado su deseo de unirse a la Alianza Atlántica. Pero la división dentro de la UE de los 27 es grande y está claro que el ingreso en la OTAN no está sobre la mesa.
Sin embargo, la presencia de Zelenski en la cumbre de la OTAN en Madrid sería un símbolo de compromiso y de defensa de los valores comunes de democracia, libertad y derechos humanos. También sería una excelente noticia para la imagen de España y de su presidente Pedro Sánchez, que se ha visto empañada por las discrepancias moradas.
Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y coordinador del grado en Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia.
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