¡70 años ya de reinado y parece que fue ayer! Desde el pasado jueves y hasta el domingo, 5 de junio, los británicos celebran con entusiasmo el que han dado en llamar Jubileo de Platino en homenaje a su reina, probablemente a la líder más carismática de este gran imperio en siglos, si exceptuamos tal vez al primer ministro Winston Churchill, que acaudilló la resistencia frente al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.
He dicho líder, sí, porque a pesar de que un monarca, ni siquiera Isabel II, sea un político ni haya pasado, evidentemente, por las urnas, el caso particular de esta veterana de noventa y seis años la hace única. Todos saben que no soy, evidentemente, monárquico. No creo, y casi nadie hoy día me temo, en una institución de derecho divino que se hereda a través de la sangre -por no decirlo de otra manera más vulgar- pero confieso que me fascina el personaje de Isabel II.
La inigualable pompa británica. Pompa… y circunstancia.
El Reino Unido, hasta su último rincón, lleva días plagado de banderas, citas, flores y recuerdos de la más diversa índole en todos sus establecimientos, locales de ocio, oficinas y empresas privadas y por supuesto edificios y dependencias públicas, que hacen referencia a estas siete décadas que han transcurrido desde que su reina se ciñó la corona. Como suele suceder en estos casos, un liderazgo tan prolongado suele tener un origen siempre accidentado. La vida es así de caprichosa. Recuérdese que Isabel fue destinada a acceder al trono desde que su tío, el Rey Eduardo VII, abdicó por el amor de una americana, la célebre señora Simpson, y su padre recogió los derechos dinásticos. Aquello, que comenzó como digo por una pirueta del destino, cambió la vida de una entonces jovencísima Isabel y se convirtió en un reinado que es más largo que el de sus cuatro predecesores juntos. Solo el Rey Sol Luis XIV de Francia, que tuvo la corona durante 72 años, y el Rey Bhuminbol de Tailandia, que reinó 70 años y 126 días, la superan por el momento. ¿Será capaz Isabel II de superarlos? Hago votos porque así sea.
Un personaje vital, poliédrico… irrepetible
Las anécdotas de Isabel son innumerables. A cuál más genial. Coincidirán conmigo en que una reina que una noche encuentra a un loco en su habitación y se pone a hablar con él hasta que llegan los servicios de seguridad está modelada de una pasta especial, diferente a la del resto de los mortales. Dotada de una lucidez fuera de lo común, más que sobrada para reconocer y comprender el nuevo papel que iba a desempeñar la juventud en la historia, esta reina fue una de las primeras en vislumbrar en la cultura de un floreciente rock la vía para mantener la cercanía y el hilo directo con su pueblo. Fueron The Beatles los elegidos para cimentar esa nueva alianza con su pueblo, a través de una nueva forma de comunicación cristalizada en un movimiento que oscilaría entre la pleitesía y el descaro burlón hacia lo rancio del poder establecido. Fue una idea genial porque permitió a la reina subirse -no sería la única vez en su historia- a una nueva ola que haría perdurar su popularidad durante algunas décadas más.
No solo fueron los míticos de Liverpool; también Rod Stewart, Eric Clapton, Van Morrison, los Bee Gees… y sus satánicas majestades, The Rolling Stones. Mick Jagger es tal vez el emblema que mejor representa a aquellos nuevos jóvenes que cuestionaban lo establecido mientras se arrodillaban a los pies de la Reina Madre, sin que a nadie le pareciera un contrasentido. Todos ellos recibieron sus emblemáticas medallas de Miembros de la Real Orden del Imperio Británico.
No siempre le salió bien a mi admirada Isabel II. La primera gran condecoración del 26 de octubre de 1965 a los Beatles tuvo su contrapunto veintidós años después, en 1977, cuando los Sex Pistols, desde un barco que surcaba las aguas del Támesis, vomitaron sus célebres estrofas contra ella: No future for her, cantaban… y a fe que se equivocaron. En realidad, nunca fue una relación sencilla porque el mismísimo John Lennon, dos años antes de ser condecorado en Buckingham Palace, en 1963, lanzaba sus satíricas diatribas desde sus conciertos como aquella: ‘Les pido un favor. Los de los asientos baratos pueden aplaudir. Los de los asientos caros, pueden sacudir sus joyas’. Las primeras palmas en romperse en aplausos, sacudiendo sus carísimas joyas, fueron las de la propia Reina.
Una imagen delineada con tiralíneas
Nada de lo que relato, desde el punto de vista político y de comunicación, pero por supuesto, también del puro liderazgo fue improvisado. En buena parte sí resultó producto de una permanente acomodación a las circunstancias históricas que a la Reina Madre tocó vivir, como encarnación viva del ethos (permítaseme el término griego y con reminiscencia puramente germánica) de su pueblo. La reconstrucción de Gran Bretaña después de la Segunda Gran Guerra requería un perfil muy marcado, de enorme fortaleza, pero con capacidad para unificar todos los sentimientos nacionalistas que latían en su pueblo. Si se trababa de una mujer y además joven, para marcar distancias con la generación anterior, el cocktail perfecto estaba servido. Ella era la persona. Y lo ha demostrado durante estos últimos 70 años.
Solo el tiempo dirá si la Reina Madre consigue llegar a ser coronada también en el top de ese particular ranking de monarcas más longevos de la historia. Le deseo larga vida, aunque, no es un secreto, en los últimos meses su salud ha ido sufriendo un lógico resentimiento. Isabel II no ha podido participar de la misa en la Catedral de San Pablo por la celebración de su Jubileo de Platino. Pero estuvo muy atenta, según han contado las crónicas oficiales a la retransmisión del evento por televisión, desde su retiro temporal en el Castillo de Windsor. Mientras esta situación perdure en el tiempo, su hijo Carlos asume la mayoría de sus funciones. Es la gran pregunta, incluso con cierto aire jocoso, que recorre desde hace años el mundo político, social y diplomático: ¿llegará Carlos de Inglaterra algún día a reinar? Seguramente sí. Pero su madre se lo está poniendo difícil. Lo siento por él, pero me alegro enormemente por ella, una de las líderes que más he admirado en mi vida.
¡Larga vida a Isabel II! ¡God save the Queen!
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