Adriana Lastra creo que ha inventado las noches electorales con maracas tristes, que uno no sabía que eso era posible. Pero allí estaba ella, con un brillante luto rojo, como el de una princesa egipcia, triste y copetuda, asegurando que si los adversarios de Sánchez vencen es por gracia del presidente. Moreno ha conseguido la mayoría absoluta en Andalucía, pero ha sido, en todo caso, gracias a Sánchez, a su gestión, a sus dineros, a su éxito. El poder de nuestro presidente es tan grande que incluso perdiendo demuestra haber ganado, o sea que es invencible. Habrá quien diga que el sanchismo, frustrado trágicamente ante el fracaso, como todos los orgullos desmesurados, sólo improvisaba excusas de mal perdedor con un enfado ciego y tembloroso. Pero yo creo que esa contemplación, a la vez, de la grandeza de Sánchez y de la mezquindad de sus enemigos no puede dejar sino lo de Lastra, satisfacción y depresión, colmo y tristeza, como en el post coitum. Sí, Lastra inventaba las maracas tristes en noche electoral como el cigarrito de después acompañado por una armónica.
Adriana Lastra no sé si saldrá al final a las calles, como dijo, para que la derechona no les quite a las mujeres los derechos y la cartilla del banco. No sé si podrá salir, si tendría sentido hacerlo con estas maracas tristes, con esta armónica del amor desmesurado y desaprovechado, esa armónica roja, aparatosa y melancólica como un viejo tranvía. Es que ahora, claro, si las mujeres pierden sus derechos y la cartilla, sería gracias a Sánchez. Resulta cómodo juzgar a Lastra, decir que parecía haber salido a hablar después de haberse sacado los ojos de máscara entre chorreones rojos y golpes de gong, como una loca de teatro japonés. Pero la gente malintencionada no se da cuenta del dolor que debe de suponer para Lastra este dilema, darse cuenta de que Sánchez no puede dejar de hacer el bien incluso sabiendo que eso será utilizado por la derecha. Ahora volverán a Andalucía el señorito y el cura, como personajes cervantinos, y será por Sánchez. Pero, a la vez, Sánchez no podía haber hecho otra cosa. Lo de Lastra era trágico e inspirador, parecía el final de una ópera, la digna muerte de Dido o de Cio-Cio-San, la transfiguradora muerte de Isolda.
Ahora mismo España es tan sanchista que el PP conseguiría la mayoría absoluta en las elecciones generales
El PP de Moreno puede haber obtenido una mayoría absoluta histórica y un tanto abusona, pero lo ha hecho dopado por el carisma abrumador de Sánchez. El carisma de Sánchez es tal que el personal ya no vota a su partido, o sea al PSOE, sino que vota sus logros, su aura, la paz benefactora que deja incluso donde gobierna la derechona, en la que ya no ven derechona sino otro apostolado de Sánchez. Andalucía, en realidad, está llena de sanchistas, los más puros y leales creo yo, ésos que votan al PP para que queden claras la superioridad y la magnanimidad de Sánchez y la mezquindad de la derecha. No sólo es Andalucía, yo creo que ahora mismo España es tan sanchista que el PP conseguiría la mayoría absoluta en las elecciones generales.
El PP, ahí vencedor pero retratado en la historia como un tramposo a rebufo de Sánchez igual que a rebufo de un ángel, ésa es la lección que nos deja el sobrio duelo de Lastra. Un Moreno que, ya lo dijo Lastra con contenido reproche, convoca elecciones cuando le parece, no como Sánchez, que las convoca según el calendario astronómico. Unas elecciones, continuaba Lastra, que Moreno hace contra Espadas, en vez de a favor de Espadas, dónde se ha visto. Espadas, por cierto, también hablaba de la “maquinaria de propaganda de la Junta”, una maquinaria que acaba de armar Moreno, porque Chaves, Griñán y Susana nunca conocieron cosa semejante. Es por estos trucos que, siendo imposible que no gane Sánchez, señor y dador de vida, sí es posible que pierda su partido.
De todas formas, yo creo que estamos exagerando, porque el mal puede ser ladino, pero sólo obtiene victorias parciales y pequeñas, o sea Madrid, Andalucía, Castilla y León, Galicia y tal, más las encuestas privadas y por tanto infieles. O sea, que al mal no se le concederá la potestad de echar a Sánchez de su colchón. Sin tanto retortijón, Rafael Simancas, otro boxeador chato del PSOE como decía yo hace poco, explicó en un tuit que la gente, en época de crisis, suele votar al gobierno que esté, y no hay más. Cosas como el bicho, la inflación, la gasolina, o la mera ruina, en fin, nunca dan ganas de alivio ni de desquite, sino de poner el piloto automático hacia el barranco. Eso sí, a pesar de esta ley inevitable de la política, Simancas no dejó de animar a los andaluces: “dales en los morros con tu papeleta”, “el domingo decides tú”, y en ese plan. Pero quizá la valentía consiste precisamente en eso, en luchar incluso, o sobre todo, contra lo inevitable.
Adriana Lastra salió con sus maracas tristes, con su trompeta con sordina, con su armónica de humo, así un poco como dice la canción, “jodida pero contenta”. El propio éxito de Sánchez le hacía perder en Andalucía, y eso es algo sobrehumano, muy superior a recuperar la Junta como si fuera un castillo moro. Es más, es algo que le asegura la Moncloa según las leyes del cosmos y las de Lastra. Lastra y Simancas despachaban todo el asunto demoscópico, sociológico o sobrenatural señalando que el PP sigue gobernando donde gobernaba, igual que el PSOE, ni más ni menos, y que Sánchez sigue en cabeza en las encuestas, al menos las de CIS, con su sabor a cocina de madre. Todo sigue igual, con la diferencia de que ahora sabemos que Sánchez cuanto más pierde más gana. El éxito está, pues, asegurado. Yo creo que Sánchez va a convocar ya mismo elecciones generales, aprovechando su fortaleza y los augurios. La gloria entonces será total, y volveremos a ver salir a Adriana Lastra como una sacerdotisa sacrificial, entre rojos y áspides, fiera y orgullosa, triste y satisfecha, definitivamente fúnebre y vencedora, en este mundo o en el otro, o quizá sólo a medio camino.
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