El asunto ha estado “bien resuelto”, ha dicho Pedro Sánchez con una frase un poco de banderillero huyendo con la banderilla y la taleguilla deshilachadas. Yo creo que no se refería sólo al horror de la valla de Melilla, sino a todo en general. Estoy seguro de que Sánchez considera bien resuelto el virus, bien resuelta la crisis (todas las que han ido viniendo, una tras otra, indistinguibles, como los acreedores del mismo insolvente), bien resuelto lo del Sáhara Occidental, regalado a Marruecos como una cantimplora de calabaza, bien resuelto lo de Pegasus y el CNI, y hasta bien resuelto lo de Andalucía, que el PSOE ha sido humillado pero sólo gracias al éxito de Sánchez, según decía Adriana Lastra como una gurú de secta milenarista, empapada de rojos de matarife ritual. Las cosas sin resolver están bien resueltas, las cosas mal resueltas están bien resueltas también. Hasta ese como cementerio de coches humano que dejó Marruecos está bien resuelto. Después de tanto apocalipsis, quién sabe si para Sánchez aquello era como un día de playa.
La diplomacia, los legítimos intereses estratégicos de España, la geopolítica que es como un patito de goma con el que juega Sánchez en su bañera de patas de león, tienen estas cosas, no seamos ingenuos. Uno lo mismo va a sellar el gran pacto con el rey niño Mohamed VI, a entregarle el Sáhara, o quizá la Mezquita de Córdoba, quién sabe, como si fueran la dote de la princesa mora que a veces parece Sánchez, y resulta que se encuentra con la bandera de España bocabajo, como el pendón de un fuerte tomado o como un pellejo de gacela cazada. Y no pasa nada, por eso no se van a romper relaciones ni se va a formar un numerito de danza de sables, o sea que todo queda bien resuelto. Uno lo mismo se da cuenta de que espían los móviles del Gobierno, del propio presidente, todo morbo y brilli-brilli como el de una Kardashian, y que Marruecos tiene todas las papeletas para habernos colocado Pegasus. Y no pasa nada, por eso no se van a romper relaciones ni se va a investigar nada, ni mucho menos se va a contratacar, que el contraespionaje sobra cuando, como sabemos, todo queda bien resuelto. Lo mismo el pacto de Sánchez con Mohamed es un pacto de sangre, y por ver a los marroquíes palear cuerpos, nudos, asfixias, aplastamientos, agonías, muertos y medio muertos tratados con igual indiferencia, como un rebaño atacado por el chupacabras, tampoco vamos a romper el buen rollo, que todo queda bien resuelto, como se ha dicho.
En las carpetillas del Gobierno en las que se guardan los secretos, los negocios, las ruinas, las golosinas, los apocalipsis, los chantajes y los muertos, Sánchez ha vuelto a guardar sus vergüenzas, una vez más
Lo que vale Marruecos, lo que vale ese pacto bajo las estrellas del desierto como un decorado de tetería, ese pacto de sangre entre galeotes de Sánchez y el rey niño, uno no lo imagina. Pero de momento no hay duda de que a Sánchez le merece la pena aceptar humillaciones, defenestrar funcionarios del CNI con quinquenios otoñales de bibliotecaria, quedar como espías del tebeo, perder el gas y el negocio con Argelia y, además, renunciar a la humanidad, a la piedad. Sánchez, que se presentó como un progre con gorrita de Alberti o de Chanquete con el Aquarius, se encuentra con esta montaña de pies desguazados y ojos desgranados, ese cubismo de la muerte punzado o golpeado por los funcionarios marroquíes como un campo de patatas, y lo que dice es que ha estado bien resuelto, mientras no sé si cruza los dedos como un jugador de dados patibulario.
Lo que vale Marruecos, algo que todavía no hemos visto en todo caso, es tanto que al nuevo socio no se le puede criticar así deje morir a la gente como burros reventados, delante de unos policías que parecen empezar a buscar dientes de oro y faltriqueras con dinero de palitroques entre los cuerpos hechos ya el mismo árbol anudado o podado. Ni siquiera cuando todos han visto los vídeos, el Gobierno ha sido capaz de demostrar empatía y dignidad. Isabel Rodríguez, que también maneja dulcemente ya los muertos, como una cestita de cerezas, se limitó a “lamentar” los fallecimientos, como si hubieran sido por una riada o como si hubiera sido Bildu. Cuando los periodistas le preguntaban a Irene Montero, que tiene su piel de melocotón erizada con todo esto de la OTAN, los picnics delante del Guernica como en un palomar gótico y la guerra de Ucrania (guerra metafísica o guerra simbólica, como entre enunciados y constelaciones, nunca guerra real con crueldad real); cuando le preguntaban a Montero, decía, Isabel Rodríguez se adelantaba a aclarar que ella contestaría a esas preguntas, que requieren una moral, unas tragaderas y una sonrisa especialmente macabras, como de niñera asesina. Montero miraba rara, pero no hacía nada. Con Podemos hay otro pacto que también puede admitir la sangre, si es necesario.
Todo ha estado “bien resuelto”, ha dicho Sánchez, como si ese patatal de manos y mandíbulas humanas fuera un puzle de psicópata, de ésos que cosen pellejos y miembros y les sale como un monstruo de Frankenstein de doña Croqueta. No sé lo que vale Marruecos, y no sé si lo llegaremos a saber, pero, de momento, todo ha estado “bien resuelto”, como siempre. En las carpetillas del Gobierno en las que se guardan los secretos, los negocios, las ruinas, las golosinas, los apocalipsis, los chantajes y los muertos, Sánchez ha vuelto a guardar sus vergüenzas, una vez más.
El asunto ha estado “bien resuelto”, ha dicho Pedro Sánchez con una frase un poco de banderillero huyendo con la banderilla y la taleguilla deshilachadas. Yo creo que no se refería sólo al horror de la valla de Melilla, sino a todo en general. Estoy seguro de que Sánchez considera bien resuelto el virus, bien resuelta la crisis (todas las que han ido viniendo, una tras otra, indistinguibles, como los acreedores del mismo insolvente), bien resuelto lo del Sáhara Occidental, regalado a Marruecos como una cantimplora de calabaza, bien resuelto lo de Pegasus y el CNI, y hasta bien resuelto lo de Andalucía, que el PSOE ha sido humillado pero sólo gracias al éxito de Sánchez, según decía Adriana Lastra como una gurú de secta milenarista, empapada de rojos de matarife ritual. Las cosas sin resolver están bien resueltas, las cosas mal resueltas están bien resueltas también. Hasta ese como cementerio de coches humano que dejó Marruecos está bien resuelto. Después de tanto apocalipsis, quién sabe si para Sánchez aquello era como un día de playa.
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