Recuerdo que a principios del presente siglo y con motivo de la invasión de Iraq, se produjo una discusión en la esfera política internacional que traspasó lo público. El centro de la controversia giraba entorno a dos posiciones contrapuestas, por un lado, aquellos que consideraban la guerra legal y por otro, aquellos que entendían que era ilegal. La discusión era relevante pues la consideración de una u otra favorecía el apoyo y validación de la ONU y por tanto de la comunidad internacional a la invasión por parte de Estados Unidos y sus aliados.
La verdad es que esta clasificación resulta algo inverosímil, me parece difícil que alguien puede explicar que es una guerra legal sin sonrojarse. Iniciar una guerra debería ser un acto delictivo en sí mismo, sólo la autodefensa lo explica y justifica y ha de subrayarse que el que se defiende, nunca da el primer paso en el conflicto. Dicho esto y como podrán imaginar, no merece ni la pena entrar a valorar ni la legalidad o justificación de una guerra como la generada tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, basada en motivos geopolítico estratégicos que ocultan un ego amenazado y una defensa a ultranza de ideologías trasnochadas…
De forma orgánica, el orden internacional considera legal una guerra si se ven afectados los derechos humanos de los habitantes de un país. La verdad es que siendo esto así, no parece que nos esforcemos mucho en mantener esta legalidad y partiendo de este principio es sorprendente las pocas guerras en las que nos vemos involucrados.
Pero lo mejor de todo y todavía más sorprendente, es que una vez que vas al horror de la guerra, ¡hay reglas!, olvídense del quijotesco “en el amor y en la guerra todo vale”. La existencia de crímenes de guerra, te hace sentir un poco como los santos inocentes, ¿es que se puede criminalizar unas muertes y otras no? ¿es que no todas son un crimen? ¿es legal la treintena de muertos en la valla de Melilla?
Unos señores en despachos te envían a la guerra, te fuerzan y evitan que desistas aun estando en contra de participar en el conflicto, pero eso sí, te piden que seas un caballero en el campo de batalla, no ensucies su nombre o su honorabilidad; como si la guerra en si misma pudiese tener algo de honorable. Ahora resulta que la guerra es como un partido de rugby, un juego de bestias disputado por caballeros, donde a los oficiales hay que tratarles según su rango y edad al caer prisioneros.
Nos toman el pelo, nos dicen que en la guerra no se pueden pasar ciertos límites, ¿cómo la muerte por ejemplo? Cuando estás en una zanja luchando por tu vida o la de tu familia, no te lees un manual de instrucciones de lo que se puede o no se puede hacer, simplemente ya es demasiado tarde.
Sencillamente es como cuando jugábamos al futbol en el parque, el partido es a muerte y no hay más. Imagino que algunos piensan, los que están más lejos del campo de batalla, que todo es como un chiste de Gila y que cuando el enemigo se queda sin balas puede esgrimir el consabido, adivinen: no se vale.
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