España ha superado con gran éxito la cita de los líderes atlánticos de los pasados 29 y 30 de junio. Una Cumbre de la OTAN de la que han salido importantes acuerdos que quedarán para la historia en la ‘Declaración de Madrid’, como el camino para la incorporación de Finlandia y Suecia o el refuerzo de dos destructores norteamericanos que se unirán a los cuatro con los que ya contaba la base de Rota. Se ha tratado de un notable tanto internacional que anotar en la hoja de servicios del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pero que no debe hacer olvidar la persistencia de un sombrío escenario económico que ocupará y preocupará al ejecutivo durante los próximos meses.

No convertiré esta pieza en un alegato político, al uso de los que demagógicamente tratan de ocultar el éxito de esta Cumbre -que no sólo es del Gobierno sino de nuestro país y de todos los españoles en su conjunto- y tampoco en una fácil alabanza que enmascare, en una coyuntura internacional tremendamente adversa, los aprietos económicos de España. Mi intención es construir un artículo con un carácter eminentemente social porque, por encima de los grandes números y de los indicadores macroeconómicos, hay cada vez más familias, y más personas, con nombres, apellidos y dramas y tragedias muy concretas, en una durísima situación de exclusión social.

Los datos son demoledores: el INE y Cáritas lo acreditan

Sin empleo algunos, sin poder llegar a final de mes o pagar sus recibos otros y muchos ya sin tan siquiera poder realizar una comida completa y digna al día, los últimos datos del INE no han podido ser más demoledores. La conocida como Encuesta de Condiciones de Vida, en la que el prestigioso organismo público informa de la población en riesgo de pobreza o exclusión social en nuestro país, acaba de concluir que casi un 28 por ciento de familias se encuentran ya, al cierre de 2021, en una situación alarmante. El dato exacto es de un 27,8 por ciento, ocho décimas por encima del año anterior, 2020, primer año de la terrible pandemia. Lo peor es que el panorama no tiene visos de mejorar, sino todo lo contrario, a causa de la crisis económica provocada por la guerra en Ucrania.

Cabe aclarar que este estudio, de periodicidad anual, se elabora teniendo en cuenta factores como las denominadas carencias materiales severas, baja intensidad en el empleo y riesgo cierto de pobreza. Si a estos datos unimos los de Cáritas, conocidos también durante esta última semana, el panorama es para echarse a llorar. Su memoria anual de actividades de revela que invirtió más de 403 millones de euros para aliviar a 2,6 millones de personas durante este maldito 2021, el segundo año de la pandemia. Dice esta organización diocesana que la falta de empleo es la causa principal de exclusión en una sociedad como la española en la que la principal fuente de ingresos son las rentas provenientes del trabajo. A España le cabe el triste ‘honor’ de ser uno de los países de la OCDE con un mayor índice de desempleo, más de un 13 por ciento, frente a la media de las economías de nuestro entorno que ronda el 6 por ciento.

En opinión de los responsables de Cáritas, “2020 fue el año del gran impacto de la pandemia, cuando se dispararon las ayudas puntuales de emergencia, mientras que 2021 fue el año de la inflexión por el inicio de un a paulatina normalización”. El problema es que ahora, siempre según esta memoria anual, se ha vuelto a una tendencia que marca que cada vez las personas necesitan ayuda durante más meses y la red de acogida además tiene ya más personas recogidas que antes del brutal estallido del maldito Covid-19.

Mientras que la pandemia aún no ha remitido del todo, las repercusiones de la invasión rusa de Ucrania, de la que están a punto de cumplirse cuatro meses han llevado a un encarecimiento del coste de la vida que ha incrementado de forma exponencial los niveles de precariedad de las familias. El dato de inflación de junio de 2022 que acabamos de conocer, un 10,2 por ciento, ha vuelto a ser un mazazo para las previsiones económicas y sociales de España, y una puñalada para las expectativas de recuperación o de mejora de millones de personas que, en nuestro país como en muchos otros de nuestro entorno, contemplan ya el futuro, sino con miedo si al menos con una enorme incertidumbre.

Un plato caliente… ¡un lujo!

A pesar de las medidas gubernamentales, que remarcaban en los últimos días la vicepresidenta Primera, Nadia Calviño, o el propio jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, existe un riesgo de lo que los expertos denominan ya un ‘desborde’. Es cierto que sin los últimos decretos anticrisis la inflación rondaría ya los entornos del 15 por ciento. Así lo acreditan los datos oficiales y también muchos economistas prestigiosos que estos días menudean por radios y cadenas de televisión… pero nunca parece suficiente a ojos de quien cada mañana se levanta con la desesperación de acudir a una oficina del INEM o de no saber si podrá poner a sus hijos al mediodía un plato de comida caliente en la mesa.

¿Caliente? ¿He dicho Caliente? ¡Qué ironía! Encender la cocina o la calefacción -o el aire acondicionado en este tórrido verano que afrontamos- se ha convertido ya en un lujo al alcance de los bolsillos más privilegiados. Los gastos esenciales, desde el alquiler hasta la electricidad, el gas o el llenar la propia nevera -de llenar el depósito de gasolina ya ni hablamos- son ya inasumibles para millones de hogares. Cáritas pedía esta semana -exigía, más bien, y yo me sumo a ese grito- una respuesta valiente, a la altura de las necesidades sociales.

La familia y la solidaridad debe ir acompañada de una eficaz gestión gubernamental

Una vez más volverá a funcionar, estoy seguro, lo que la doctora en Economía y profesora de la Universidad San Pablo CEU, María Blanco, ha bautizado como la ‘Seguridad Social de la familia’. Está bien que así sea, pero me temo que no es suficiente. Urge aún una respuesta gubernamental suplementaria, en forma de cuantos decretos sean menester y que estoy seguro de que continuarán sucediéndose, para contener esta sangría social que amenaza nuestra recuperación. Ahora que comenzábamos a respirar tras la pandemia, España y los españoles, muchos de ellos niños o mayores que han trabajado duramente durante décadas, no merecen menos.

Será la operación salida más cara de la historia para los que a partir de hoy se suban a un […]