A Nueva York se va siempre de cateto, que me suena que esto ya lo he dicho yo alguna otra vez que alguien se fue a Nueva York con chistera de ir a Nueva York. Creo que la última fue Ayuso, que iba como a hacer de rubia morena de King Kong (Ayuso, ahora que caigo, no sólo es la novia de Chaplin sino seguramente también la novia de King Kong). Mucho antes vimos a Pedro Sánchez haciendo de Men in black con pistola de caramelo o algo así, esa cosa entre infantil y marciana que tiene nuestro presidente. Ahora han ido Irene Montero, Isa Serra y dos asesoras suyas, que se han presentado en Times Square en pijama, como voladas del balcón de Peter Pan. Y es que uno no se va a Nueva York para comerse Nueva York, sino para salir en su americanada particular, y tampoco se va para que se entere Nueva York, que no se entera, sino para que se enteren en su pueblo. Si eres político, lo importante no es que te hayas ido a Nueva York o a Cancún, sino lo que te traigas de allí. Lo que pasa es que la ministra Montero parece que vuelve con un gran dedo de gomaespuma con una rosquilla ensartada.

De Nueva York nos llegó una Ayuso así como saritísima, un Pedro Sánchez Superman (el único titular que dejó su viaje sonaba a encantador invent del sotanillo de la Moncloa), pero a lo de Irene Montero uno no le ha visto aún el fruto ni la transformación, o sea que la ministra sigue siendo la misma comunista en Wonderland o en La La Land y la misma excursionista de la igualdad de siempre. Tomarse fotos en Times Square, no sé si al lado de su famoso cowboy en calzoncillos (Times Square tiene su naked cowboy como la Puerta del Sol tiene su Spiderman gordo) no está ni mal ni bien, es sólo un ritual de turista, como la foto de sostener la torre de Pisa. Lo que nos importa es que la ministra turista haga también de ministra ministra. La verdad es que lo preocupante no es la sospecha de que Irene Montero esté de turismo en Nueva York, sino la certeza de que está de turismo en su propio ministerio.

Irene Montero sólo ha vuelto de Nueva York como si hubiera vuelto del mercadillo de la igualdad de al lado de casa

Nueva York, acerico de Occidente, Vaticano del dinero, Cuelgamuros de los progres, se traga a los políticos como se traga a los artistillas, que todos vuelven a su pueblo con glorias inventadas y el visón arrastrado por las alcantarillas. Pero Irene Montero ni siquiera ha hecho eso, o sea tampoco se ha molestado en exagerar logros y exhibir hitos, sólo ha vuelto de Nueva York como si hubiera vuelto del mercadillo de la igualdad de al lado de casa. Ésa es otra, que uno entiende que a Nueva York se vaya buscando negocio, dinero, fama, envidias, caché, pero para el asunto de la igualdad hubiera tenido mucho más sentido irse a Teherán o a Delhi. Reunirse con una feminista como Gloria Steinem, además, es como irse a Graceland, algo, de nuevo, más de turista o de admirador que de gobernante. Como lo es respirar la cultureta woke igual que se respira esa mezcla de óleo y lujo en el Upper East Side. Por cierto, apuesto a que la ministra Montero no se ha recorrido la avenida Madison hasta Harlem, que eso sí que es una escuela de igualdad.

Irene Montero, Isa Serra y dos asesoras feéricas se han ido a Nueva York, como tantos otros, y han posado en Times Square, como tantos otros, y seguramente no nos habrá servido de nada, como con tantos otros. El personal, de todas formas, creo que está exagerando cuando pide explicaciones por este viaje sin que tengamos todavía una explicación de la propia utilidad de todo su ministerio, aparte de la utilidad autorreferencial, quiero decir. Hasta Ayuso ha sobreactuado un poco publicando la agenda de su último viaje a Nueva York, que tenía hasta un logo en plan Globetrotters y estaba llena de nombres de empresas y agencias que sonaban a poliuretano del dinero. Pero cómo no iba a pasearse por Nueva York Ayuso, la ambición morena, la novia de Chaplin y de King Kong, con agenda o sin agenda… Yo creo, además, que la cumbre de la OTAN ha dejado un mal precedente porque ahora todos se creen que hacer turismo y postear selfis más o menos ecuestres es geopolítica. Sánchez, mismamente, está crecidísimo por haber enseñado los museos, los palacios y los jamones que llevan siglos entre nosotros, silenciosos como grutas. Puede que el desenfado de Irene Montero y sus ayudantas se haya animado por esto, por esta moda de la nueva geopolítica del viajecito con ponchera y polca.

Nueva York sigue siendo el póster de nuestro tiempo, más incluso para estos comunistas de peluca empolvada, porque allí las contradicciones se sobrellevan aún mejor que en Galapagar. A los rascacielos, inspirados, por cierto, no tanto por la prosperidad americana como por la moda wagneriana, Miguel Hernández los llamaba “rascaleches”, ya con recelo o fascinación de cateto. Todos somos catetos en Nueva York, y los políticos, sin duda, más que nadie. La verdad es que los viajes de los políticos rara vez nos sirven de algo, cosa que no es tan grave como los ministerios enteros que no nos sirven de nada y los políticos, con o sin escaño azul, que tampoco. Irene Montero en Nueva York viene a ser más o menos igual que Irene Montero en su despacho, haciéndose trenzas con el presupuesto. Incluso creo que saldría más barato y hasta más útil dejarla en un loft de la calle 57, respirando igualdad, cancelación y brisilla del Central Park.

A Nueva York se va siempre de cateto, que me suena que esto ya lo he dicho yo alguna otra vez que alguien se fue a Nueva York con chistera de ir a Nueva York. Creo que la última fue Ayuso, que iba como a hacer de rubia morena de King Kong (Ayuso, ahora que caigo, no sólo es la novia de Chaplin sino seguramente también la novia de King Kong). Mucho antes vimos a Pedro Sánchez haciendo de Men in black con pistola de caramelo o algo así, esa cosa entre infantil y marciana que tiene nuestro presidente. Ahora han ido Irene Montero, Isa Serra y dos asesoras suyas, que se han presentado en Times Square en pijama, como voladas del balcón de Peter Pan. Y es que uno no se va a Nueva York para comerse Nueva York, sino para salir en su americanada particular, y tampoco se va para que se entere Nueva York, que no se entera, sino para que se enteren en su pueblo. Si eres político, lo importante no es que te hayas ido a Nueva York o a Cancún, sino lo que te traigas de allí. Lo que pasa es que la ministra Montero parece que vuelve con un gran dedo de gomaespuma con una rosquilla ensartada.

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