Lo que tienen estas cumbres de la OTAN, con su sueño de galeones y lanceros agrandado y redorado por el Prado como un sueño de Dánae, es que luego el Gobierno de coalición se tensiona. Pedro Sánchez, al que Aznar ha llamado más o menos “abrazafragatas” (o así lo traducía Ferreras, que ya se ve como un José María García de ventorrillo), está atlántico, belicoso e hinchado igual que un foque, y ha decidido aumentar el presupuesto militar en mil millones. Sus socios, desde la paz de la ruló o la paz de los cementerios, ya se oponían a esa cumbre imperialista y fálica cuando sólo era un paseo fluvial y floral por el Retiro, y todavía se oponen más a esta millonada, que uno ve menos guerrera que simbólica. Yolanda Díaz, a quien este Sánchez de canción del pirata o de musical de marinos no le había comentado nada, enseguida ha llamado con la campanilla para que se convoque la mesa de seguimiento de la coalición. En realidad es la misma tensión de siempre, que ahora suena a sirena de barco como antes sonaba a telar colectivizado.
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