Lo que tienen estas cumbres de la OTAN, con su sueño de galeones y lanceros agrandado y redorado por el Prado como un sueño de Dánae, es que luego el Gobierno de coalición se tensiona. Pedro Sánchez, al que Aznar ha llamado más o menos “abrazafragatas” (o así lo traducía Ferreras, que ya se ve como un José María García de ventorrillo), está atlántico, belicoso e hinchado igual que un foque, y ha decidido aumentar el presupuesto militar en mil millones. Sus socios, desde la paz de la ruló o la paz de los cementerios, ya se oponían a esa cumbre imperialista y fálica cuando sólo era un paseo fluvial y floral por el Retiro, y todavía se oponen más a esta millonada, que uno ve menos guerrera que simbólica. Yolanda Díaz, a quien este Sánchez de canción del pirata o de musical de marinos no le había comentado nada, enseguida ha llamado con la campanilla para que se convoque la mesa de seguimiento de la coalición. En realidad es la misma tensión de siempre, que ahora suena a sirena de barco como antes sonaba a telar colectivizado.
En este Gobierno de los Roper hay que sacar de vez en cuando la tensión para hacer parroquia y para hacer comedia, que si no el podemismo parece un inquilino de Sánchez o Sánchez parece un jardinero de Podemos. Yolanda Díaz sale con un pacifismo atucanado, rodeada de arcoíris como selvas de caramelo y témpera, y pide explicaciones porque, además del ninguneo de Sánchez, el militarismo le estropea el look y las tarteras. Pero ahí siguen los ministros podemitas, haciendo de candelabros en las ruedas de prensa de Moncloa, como Irene Montero en lo de la valla de Melilla. Y, sobre todo, ahí siguen en sus ministerios trasatlánticos, todo espuma y paipái. La reforma laboral, el Sáhara o la guerra de Putin les hace protestar y les hace disimular con una devoción casi idéntica. Luego, sólo tiene que salir Isabel Rodríguez, cada vez más siniestra, como una sonriente enfermera con camisa de fuerza, a decir que todo está bien y que no pasa nada. Así, unos siguen pareciendo rebeldes y los otros siguen pareciendo sus celadores o domadores.
Hay que sacar de vez en cuando la tensión para hacer parroquia y para hacer comedia, que si no el podemismo parece un inquilino de Sánchez o Sánchez parece un jardinero de Podemos
Sánchez sale con su gasto militar como el que salía con el geyperman de los Reyes Magos, Podemos sale con su puta mili y su casco de soldado hecho tiesto de margaritas, y la verdad es que no deberíamos creernos nada demasiado, que a los dos les conviene el numerito. Sánchez ahora es un hombre geopolítico, que suena casi a ser un hombre vitruviano, ahí inscrito dentro de la rosa de los vientos atlantista. En la cumbre de la OTAN, Sánchez sólo pudo aportar el espíritu de nuestros antepasados, nuestros fantasmas con peluca, nuestras cañoneras de pecio y nuestros faisanes desplegados como velas vikingas, pero siente que aún tiene que añadir un poco de metal y de pólvora a esa ópera motivadora y evocadora que formó en Madrid. Si no, el hombre geopolítico se queda en hombre turístico, como Irene Montero y su troupe por Nueva York.
Por su parte, Podemos, o lo que queda de Podemos, o ese abejeo o piada que hay alrededor de Yolanda como alrededor de un panal o de la colada de Blancanieves, no es que esté en el pacifismo sino en la candidez, jugando a la candidez como una pastorcita. Ya he dicho más de una vez que la izquierda verdadera, o alternativa, o ultra, no ha sido nunca pacifista, sino que, simplemente, se inhibe en las guerras contra sus amigos y defiende no como guerra, sino como justicia, las que esos amigos emprenden. Ahora, con la guerra de Putin, vemos que ese búnker fracasado y hasta digno de lástima, o sea ese Pablo Iglesias que ya parece la Penélope de Serrat, no está por la paz sino por rendirse, que no es lo mismo. En cuanto a Yolanda Díaz, ni está ni deja de estar ahí. Su proyecto o su figura están vacíos, ahora sólo quiere ser eco de los prados, de ese pueblo como de María Ostiz, bobalicón y panificado. Ya digo que lo suyo tampoco es pacifismo, sólo candidez, una candidez que a lo mejor incluye la ambigüedad o la hipocresía, algo de lo que el búnker de Iglesias ya no es capaz, y por eso le ha vencido.
El nuevo hombre geopolítico, que salió del Prado como con una gorguera prestada o mangada, aumenta el presupuesto militar unos mil millones, un escándalo del precio de una fragata o poco más, pero una fragata que será como su flotador rojo de vigilante de la playa (yo creo que Sánchez se imagina un poco así, salvando a la OTAN con su puro músculo, con su cosa de Pancho sin camiseta o de Tarzán con cuchillo). Yolanda Díaz, que entiende el juego, pide esa mesa de seguimiento urgente, porque sin tensión ella tampoco sería nada, o más bien se vería que no es nada, apenas una lechera con cántaro de cuento de la lechera vacío, que es justo lo que es. La tensión, por supuesto, seguirá hasta la teatral ruptura final, en la que Sánchez volverá a ser moderado y Díaz volverá a ser cualquier cosa.
Yolanda Díaz contra la OTAN me suena otra vez a aquellas marchas a Rota, con esos hongos nucleares de las pegatinas que parecían salir de las tarteras de champiñones y de las cervezas calentorras, o sea el pacifismo convertido en comida, en fiestuqui o en flato. Ante una selva de guardería, con arcoíris de ceras o guacamayos, Yolanda Díaz pedía atención y explicaciones por el militarismo de este Sánchez súbitamente metalizado o encabritado. Me fijé en la chapita que llevaba la vicepresidenta, también arcoíris: “Existo, luego te jodes”, prometo que decía. Me acordé también de sus tiernos arrumacos a la portavoz de Bildu, con algo de abrazo de serpiente. En la candidez de Yolanda Díaz caben la paz, el amor, el corte de manga, la nada, la acuarela, la hostia, el plomo, el asco y lo que vaya llegando. Un día cabrá igual la OTAN, o un nuevo PSOE merengado por ella, quién sabe.
Lo que tienen estas cumbres de la OTAN, con su sueño de galeones y lanceros agrandado y redorado por el Prado como un sueño de Dánae, es que luego el Gobierno de coalición se tensiona. Pedro Sánchez, al que Aznar ha llamado más o menos “abrazafragatas” (o así lo traducía Ferreras, que ya se ve como un José María García de ventorrillo), está atlántico, belicoso e hinchado igual que un foque, y ha decidido aumentar el presupuesto militar en mil millones. Sus socios, desde la paz de la ruló o la paz de los cementerios, ya se oponían a esa cumbre imperialista y fálica cuando sólo era un paseo fluvial y floral por el Retiro, y todavía se oponen más a esta millonada, que uno ve menos guerrera que simbólica. Yolanda Díaz, a quien este Sánchez de canción del pirata o de musical de marinos no le había comentado nada, enseguida ha llamado con la campanilla para que se convoque la mesa de seguimiento de la coalición. En realidad es la misma tensión de siempre, que ahora suena a sirena de barco como antes sonaba a telar colectivizado.
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