Se han cumplido 25 años de “un día normal” en el que Otegi estaba “tomando el sol” en Zarautz. Así lo recordaba el mismo Otegi, en lo que supongo será desde ahora un ejercicio de canónica memoria democrática. La memoria es selectiva, y uno puede elegir recordar su particular día de playa con los pies metidos en gazpacho y no el asesinato de Miguel Ángel Blanco que parecía que ocurría en todas las casas de España, que en cada una les habían matado a un hijo en la siesta o en la acequia. Pero no son dos puntos de vista equivalentes. Recordar el asesinato y a los asesinos crispa y usa la muerte políticamente. El día de playa, sin embargo, tiene la ventaja de que no divide, que diría Isabel Rodríguez, cada vez más siniestra en sus comparecencias, con su sonrisa de haber estado despellejando dálmatas o huérfanos. El día de playa también permite felicitarse de que “España y Euskadi son ahora países libres”, que dijo Sánchez como podía haberlo dicho Otegi con un pinchito. También permite seguir en la Moncloa. Por supuesto que Sánchez ha elegido la memoria del día de playa.
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