La inestabilidad vuelve a orientar el camino de la política en Italia y, en esta ocasión, lo hace en uno de los momentos más delicados que atraviesa Europa, marcada por las consecuencias de la guerra y la crisis energética. La dimisión del primer ministro Mario Draghi, en la tarde de ayer, ponía en jaque la tranquilidad democrática en Italia. Por esta razón, se encontró rápidamente con el rechazo de Sergio Mattarella, presidente de la República, que no aceptó la renuncia.
Desde el Quirinale (sede de la jefatura de Estado), se instaba a que Draghi compareciera ante las Cámaras para explicar su decisión en los próximos días. El objetivo, por parte de Mattarella, no es otro que la continuidad del gobierno hasta la primavera de 2023, fecha para la que están programadas las próximas elecciones generales. Y, también, evitar otra grave crisis política que dinamite de nuevo un gobierno en Italia, donde la duración media de las legislaturas no supera los 13 meses. No hay dato que mejor lo refleje: 66 gobiernos en 75 años de democracia.
Italia ha conocido 66 gobiernos en 75 años de democracia
Mattarella pretende ganar tiempo para que Draghi construya y lidere una mayoría que le permita finalizar su mandato y se puedan aprobar todas las grandes reformas. Una coalición alternativa que evite la celebración de elecciones anticipadas y que no contemple la participación del que era su principal socio del gobierno, el Movimiento 5 Estrellas (M5E).
La formación rompía definitivamente con Draghi tras cumplir ayer con lo que había anunciado horas antes su líder, Giuseppe Conte. El M5E no participó en una votación clave para un importante decreto de ayudas a los ciudadanos, acto que era interpretado por Draghi como una irresponsabilidad absoluta. La confianza entre el primer ministro y su socio de gobierno se había roto por completo, a pesar de la rotundidad existente siempre en el discurso de Draghi para hablar sobre la necesidad, el sentido y la importancia del M5E en su gobierno.
Un período de tensiones que explotó a finales de junio
Semanas atrás, durante la cumbre de la OTAN en Madrid, el primer ministro italiano ya vivía sus horas más tensas al frente del Palazzo Chigi (sede del Gobierno). Así se le observaba durante la visita de los principales mandatarios al Museo del Prado: cariacontecido, aislado y sentado solo en un banco mientras hablaba por teléfono. Giuseppe Conte le había lanzado un importante órdago con la presentación de una batería de reformas, de cuyo cumplimiento dependería la permanencia del M5E en la coalición y, por tanto, la estabilidad del gobierno hasta el fin de su mandato.
Así se le observaba en el Museo del Prado: cariacontecido, aislado y sentado solo en un banco mientras hablaba por teléfono
El ex primer ministro trataba de fortalecer su liderazgo en el partido mediante la imposición de una serie de medidas populares, cuyo objetivo se centraba en que las familias y empresas pudieran afrontar con garantías un otoño que se presenta duro en lo económico. Como respuesta, Draghi abandonaba la cumbre de la OTAN para volver a Italia y preparar concienzudamente un Consejo de ministros clave para tratar este asunto y el devenir del país transalpino, una de las economías punteras de la zona euro, aunque interpretaba esta jugada como una estrategia puramente electoralista.
La descomposición progresiva del M5E, un quebradero de cabeza para Draghi
A pesar de un inicio de 2022 marcado por los últimos coletazos del debate sobre la vacunación y la obligatoriedad del pasaporte Covid, la reelección de Mattarella al frente de la jefatura del Estado parecía poner en calma la agitación que siempre caracteriza el contexto político italiano. Sin embargo, la llegada del verano trajo nuevos acontecimientos que hicieron tambalear los cimientos del ejecutivo Draghi, a tan solo unos meses de finalizar su legislatura.
Principalmente, por el proceso de descomposición interno que vivía el M5E La salida del ministro de Exteriores y una de las principales figuras del partido, Luigi Di Maio, provocaba una escisión dentro de la formación con motivo de las diferentes opiniones respecto al envío de armas a Ucrania. Ni el propio Beppe Grillo, fundador del movimiento, lograba templar los ánimos entre Di Maio y Conte. La formación grillina que nacía en 2007 como un movimiento antisistema para combatir a la denominada casta política, se lanzaba en caída libre hasta su autodestrucción y, como consecuencia, iniciaba un clima de tensión en el seno del ejecutivo que ha finalizado con la renuncia de Draghi.
¿Un Draghi-bis hasta la primavera de 2023?
Matteo Salvini, líder de la Lega, se muestra cauto ante cualquier escenario. Sabedor del receso que vive su popularidad y conocedor de la creciente debilidad de su liderazgo, se muestra comprensivo con la decisión de Draghi y destaca la lealtad y el afán constructivista de su formación con el gobierno durante toda la legislatura. Sin embargo, considera que no debe existir miedo en ceder la palabra y la voluntad a los ciudadanos, aunque no habla expresamente de acudir a unas elecciones para las que intuye una pérdida importante de apoyos en la derecha. Una situación bien distinta a la de hace justo tres años: En agosto de 2019, el propio Salvini hacía caer el gobierno Conte y forzaba unos nuevos comicios cuando su intención de voto alcanzaba el 36 % y sus seguidores hacían cola para sacarse selfies con él.
Los otros socios de la coalición han pedido a Draghi que confirme su disposición para seguir contando con ellos y formar mayoría en el hemiciclo. El Partido Democrático de Enrico Letta e Italia Viva de Matteo Renzi han coincidido en la irresponsabilidad que supone la actitud del M5E y en aplaudir el gesto de Draghi; además han instado a todas las fuerzas a trabajar para que el primer ministro finalicé su labor en un duro momento de crisis en toda Europa. Mientras, Berlusconi con su Forza Italia se alinea con la ambigüedad de Salvini. La formación que lidera Il Cavaliere no puede ser más flexible: asegura estar preparada para las urnas y dispuesta a proseguir con este gobierno.
Giorgia Meloni, preparada para un asalto a las urnas
Ante un escenario de elecciones anticipadas, las distintas posturas entre las formaciones de la coalición parecen beneficiar a la principal figura del único partido que quedó fuera del gran acuerdo, Giorgia Meloni, del partido ultraderechista Fratelli de Italia.
Las encuestas le otorgan un apoyo cercano al 25 %. De confirmarse tales sondeos, se convertiría en la primera mujer al frente del ejecutivo italiano si logra reunir el apoyo de los otros socios del bloque de derecha, Lega y Forza Italia, para formar coalición. La propia Meloni ha pedido la celebración urgente de elecciones para evitar que el país quede paralizado en una situación como la actual que requiere de un liderazgo fuerte y consolidado en las urnas.
Por tanto, los próximos días se presentan “calientes” en la política italiana, si es que alguna vez han dejado de estar así. Y más por una cuestión que poco tiene que ver con la aritmética. La salida del M5E no deja a Draghi en minoría, ni mucho menos. El polémico decreto votado ayer fue aprobado por 172 votos a favor y 39 en contra. Pero, en Italia, la confianza en política va mucho más allá y la palabra de Draghi sobre contar con la formación grillina en su gobierno parece tener un peso capital.
Pablo Gómez Iniesta es investigador predoctoral de la facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla-La Mancha (Campus de Cuenca).
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