Después de veintidós años en esto de la cooperación y la ayuda humanitaria no debería de sorprenderme casi nada en esto de la solidaridad, pero reconozco que en las primeras semanas que vivimos a finales de febrero y primeros de marzo, con un tsunami social en cuanto a ayudas y ganas de colaborar, tuve en muchos momentos la sensación de que sería complicado normalizar las intervenciones a realizar en Ucrania.
Parece que fue ayer, pero son ya más de cuatro meses desde que Rusia decidiera invadir a su vecino. Aquel día de febrero en el que el caos se adueñó del mundo a distintas escalas. En la nuestra, la ayuda humanitaria, ha sido junto a Haití en 2010 uno de los mayores retos a los que nos hemos enfrentado. En primer lugar por la cercanía a nuestro país, apenas a cuatro horas de avión y en segundo lugar por el carácter mediático de las primeras semanas multiplicando con ello el flujo de ayuda respecto a otras acciones incluso similares, que apenas mantienen el interés en prensa más allá de dos o tres días.
Ha sido junto a Haití en 2010 uno de los mayores retos a los que nos hemos enfrentado
Fueron días de desconcierto en cuanto a la forma de ayudar. Incluso las ONG nos vimos desbordadas por la ola de solidaridad, poniendo nuestra capacidad logística a prueba y abriendo debates sobre nuestra forma de actuar que sin duda han supuesto un aprendizaje de gran utilidad para futuras situaciones, que no dudo las habrá, incluso para nuestra continuidad en el trabajo en Ucrania.
Gestionar la solidaridad, especialmente la relacionada con el sector farmacéutico es uno de los retos que siempre más me han preocupado como director de Farmacéuticos Sin Fronteras. Solidaridad que se acrecienta cuantos más minutos de televisión tiene una determinada situación en la que actuamos. Ucrania ha sido algo fuera de lo común. Desde el inicio quisimos dar respuesta a todos los tipos de donantes, industria, colegios de farmacéuticos, farmacéuticos a tipo particular… pero no siempre la ayuda ofrecida era la más idónea. La ansiedad inicial era el caldo de cultivo ideal para el caos solidario. Se realizó un trabajo silencioso de criba y sensibilización que a medio plazo ha dado sus frutos y que seguro no tendrá la visibilidad merecida. Nos ofrecieron ayuda desde sitios tan dispares como empresas, parroquias, asociaciones de vecinos, ayuntamientos y otras ONG que a su vez canalizaban las ayudas que llegaban de parte de la gran mayoría de la población.
Y en solidaridad no es fácil decir que no, porque genera muchas situaciones de incomprensión hacia la entidad que se opone a aceptar algo que con buena voluntad y en muchas ocasiones con mucho esfuerzo, es ofrecido por personas que confían en ti su forma de ayuda.
Abrimos dos líneas de trabajo. Una en producto, cumpliendo las indicaciones de la AEMPS-Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios- procedente de la industria farmacéutica, hospitales y distribución. Línea no exenta de dificultades por la logística de los envíos y por no ser la recomendada en primera instancia por administraciones y otros organismos del sector salud. Y una segunda, económica, procedente del resto de entidades y personas fuera de ese ámbito de donantes de la AEMPS.
Hemos logrado enviar más de 1,5 millones de euros en medicamentos, material sanitario, cunas incubadoras, camillas e incluso una ambulancia
En todo este intervalo hemos logrado enviar más de 1,5 millones de euros en medicamentos, material sanitario, cunas incubadoras, camillas e incluso una ambulancia, que personalmente entregué al mando cívico militar ucraniano en Leópolis.
Mantenemos una estructura estable de trabajo a través de un cluster de emergencia con distintas profesiones sanitarias y de seguridad que han facilitado la realización de trece caravanas de ayuda, siempre coordinadas con las autoridades y mandos locales como ya he comentado y normalizando con ello nuestro trabajo en terreno. Se ha colaborado también con la Asociación de voluntarios de Fundación Caixabank con asesoramiento a nivel farmacéutico y donación de medicamentos; hemos realizado el envío de equipos y material sanitario a través de nuestra delegación de Zaragoza para la Institución Médico Militar de Kiev y con el Colegio de Abogados de Madrid con ayuda hacia el Colegio de Abogados de Ucrania, además de ayuda directa para la Base Militar A4239.
Pero cuatro meses después podemos decir que la emergencia, en cuanto al aspecto solidario, se ha cronificado. La capacidad adaptativa del ser humano hace que hayamos normalizado, o quizás mejor expresado, interiorizado en el resto de países lo que está ocurriendo en Ucrania y con ello aminorado las intenciones de ayudar. A ello contribuye que la invasión ya no abre telediarios, salvo excepciones, y que las noticias que aparecen estén más centradas en el aspecto político que en el humanitario propiamente dicho.
La capacidad adaptativa del ser humano hace que hayamos interiorizado en el resto de países lo que está ocurriendo en Ucrania y con ello aminorado las intenciones de ayudar
No se asusten que es normal, lo cual no quiere decir que sea justo. Pasó en Haití, y en tantos otros lugares como se encargaba de recordarnos ese genio llamado Forges en muchas de sus viñetas “Y no nos olvidemos de Haití, Niger, Ruanda, Pakistan…….”, y sucederá poco a poco en Ucrania. Según datos de Esglobal, de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, hay al menos otras 10 guerras abiertas en la actualidad, de las que apenas tenemos noticias.
Por ello es fundamental que entendamos la solidaridad como algo mantenido en el tiempo. Entender que la pobreza, las tragedias naturales, las guerras y los distintos males que aquejan a este mundo no son flor de un día, de una semana, de un telediario o de un periódico. Están ahí, y como enfermedades del mundo que son, se cronifican y siguen necesitando de nuestro aporte constante y comprometido que permita poder intervenir de una forma mantenida en el tiempo e incluso, que organismos internacionales, gobiernos locales y ONG podamos trabajar a medio y largo plazo en proyectos que eviten la necesitad de intervenciones de urgencia. Aunque en el caso de las guerras, parafraseando a Forges, no son justas ni injustas con lo que cualquier prevención se vuelve complicada. Solo son malditas guerras.
Ángel Acisclo Huélamo es director de Farmacéuticos Sin Fronteras.
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