En el CIS de Tezanos ya gana el PP, pero por poco, vergonzantemente, con una contención numeral similar a la del mismo Feijóo (Tezanos pone ideología en sus números y Feijóo sólo pone números en su ideología). Esta victoria simbólica del PP le ha parecido a uno casi una tierna despedida a Adriana Lastra, que todavía pudo decir que Sánchez encabezaba las encuestas en aquella noche electoral andaluza convertida por ella en una noche negra y cárdena de exorcismos y santería. Adiós a Lastra y adiós al CIS en el que ganaba Sánchez como el dueño del Scattergories, o sea hola al cambio de ciclo, pero no el que dicen de predominio de la derecha, sino el nuevo ciclo de Sánchez, en el que volverá a mutar ya veremos en qué. Las encuestas de Tezanos son el mundo de Tezanos, lo que él ve a través de su caleidoscopio de gafa gorda, y no reflejan una conclusión matemática sino un estado de ánimo. Ahora el estado de ánimo es el de la remontada, y no hay remontada sin poner al malo por delante, como cuando Pierre Nodoyuna adelantaba a Penélope Glamour.
La contraencuesta de Tezanos es un modesto intento de obra de arte personal en el marco de un oficio como de registrador
En el CIS de Tezanos ya gana el PP, pero muy lejos de los números de las otras encuestas, las que no son motivacionales sino científicas. Tezanos hace siempre su contraencuesta como uno hace su contracrónica, la pieza de color que me pedían ya mis primeros jefes, que a uno le sonaban como maestros florentinos ordenándote moler pigmentos. “Fuentes, hazte una pieza de color de eso”. Y eso podía ser un acto electoral o un acto de la Jesulina, la marcha a Rota o el entierro de Rocío Jurado, una sesión parlamentaria o el juicio Holgado. Aquello que hacía, y sigo haciendo, no era ni crónica ni floripondio ni información ni literatura, sino un barullo de todo en el que yo sacaba, más que nada, lo que mejor entraba por mis ojos miopes, fetichistas y esteticistas. Algo así me parece a mí que es siempre la contraencuesta de Tezanos, un modesto intento de obra de arte personal en el marco de un oficio como de registrador.
En el CIS de Tezanos uno no ve el futuro de los adivinos con cucurucho, ni el de los matemáticos con muchas moscas en las gafas y las pizarras. Uno ve el futuro de los artistas, que quieren cambiar el mundo haciendo trampa, como con la metáfora (eso decía Azorín, impotente metafórico, que la metáfora era trampa), o cambiando las lentes o la perspectiva de la gente con sus manchones y descuartizamientos (eso fue el cubismo, ponernos muchos ojos salidos, elevados o torcidos, igual que en sus pinturas). Tezanos no es un mal sociólogo ni un mal científico, ahí enredado con los números y la metodología como con un serpentín. No, yo creo que es un artista intentando transmitir la temperatura, la ondulación, la cristalización de su mundo, que es el sanchismo. Como todo arte, refleja una cosmovisión, en este caso la de Sánchez, que contiene toda una interpretación de la política, del mundo y del papel del ser humano. Dentro de esta interpretación, Sánchez está ahora como en periodo crístico de dios solar, o sea que le toca otra vez la muerte y la resurrección.
Para hacer esto, claro, un científico no sirve, hace falta el artista que es Tezanos, más organista que matemático
Tezanos no debería hacer encuestas, sino componer cantatas u oratorios. O tendríamos que interpretar sus encuestas como cantatas u oratorios, algo para animar la fe, la esperanza, la resignación y, sobre todo, la expectativa de la resurrección. El Sánchez triunfante, tonante y rampante puede tener su momento, pero no es éste. Sánchez vuelve a ir molido a palos en borriquillo (salvo cuando va en trasatlántico de lámpara de araña por las cumbres de la OTAN y los palacios acuevados de espejos), vuelve a ser la víctima y vuelve a estar condenado por ser el rey de los pobres, pero la solución no es salvarse milagrosamente, sino morir digna, sacrificial y simbólicamente para renacer como el poder total. Este CIS lo mata y lo salva, este CIS lo castiga y lo glorifica. Para hacer esto, claro, un científico no sirve, hace falta el artista que es Tezanos, más organista que matemático.
Tezanos ha vuelto a hacer su contraencuesta, que tiene siempre algo de manifiesto artístico contra la realidad fea o académica de la política y del país, que a mí me recuerda a lo que quería y quiero hacer yo, cuente una moción de censura o un posado de Carmen Janeiro o de Yolanda Díaz. Tezanos no ha cambiado el método, ni la cocina, ni ha cambiado él, sólo ha cambiado el siglo en su estudio o en su barquita, o ha cambiado la hoja en su calendario litúrgico adornado de neumas casi confiteros. Mirar esta encuesta como imagen de una realidad en el que el PP gana por poco, el PSOE resiste, Podemos incluso revive y Vox se desinfla como una chaqueta de Abascal, es igual que mirar a Van Gogh como un fotógrafo, siquiera desenfocado o miope. Sánchez no necesita ahora nuevos ministros ni nuevos esbirros, necesita más artistas, por eso se deshace de Lastra pero nunca se deshará de Tezanos.
En el CIS de Tezanos ya gana el PP, y no porque salga de la calculadora sino porque siempre debe parecer que el mal, la oscuridad o el invierno vencen en un principio para perecer definitivamente, o al menos hasta el próximo ciclo (esto es teología, o es cosmología, o es todo el argumento de Mazinger Z). Ni la cumbre de la OTAN ni el debate sobre el estado de la nación: es esta encuesta de Tezanos la que inicia el nuevo ciclo, el de la resurrección de Sánchez. Lo de menos serán los ministros o carguitos que vengan, o las medidas contra la inflación que consisten en que Sánchez, con sonrisa de calabaza, nos regala una sandía. Los artistas y su obra son lo importante, y Tezanos a uno le parece el principal de esta época, el Da Vinci de los quesitos de colores. Ya ha escrito un libro sobre Sánchez que es como un libro sobre la vida de un santo con burrito, pero queda matarlo, resucitarlo y que reine para siempre, por los siglos de los siglos, en un cantoral de resiliencia, en un colchón como una mandorla de oro o en un gran órgano como un barco fluvial que llega hasta el cielo.
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