Patxi López defiende el pacto con Bildu, a ver qué va a hacer él. Patxi López ya es un particular después de haber sido lehendakari constitucionalista, tercero en discordia o carabina interpuesta entre Sánchez y Susana, y sobre todo socialista icónico contra el plomo de la Euskadi de plomo. Patxi López ya es un particular, con una secretaría emérita y templadita en el partido (memoria democrática y laicidad) y una presidencia en la Comisión Constitucional del Congreso en la que ejerce como de bibliotecario más que otra cosa. Digo que es un particular porque en el sanchismo todos los socialistas han dejado de tener personalidad política para tener sólo una hipoteca con Sánchez como con la caja de ahorros. Sólo quedan los barones que conservan el poder y ciudades con foso y colegiata que parecen inexpugnables, porque el poder es lo único que respeta Sánchez y lo único que puede frenarlo. Patxi López sí tenía personalidad y valentía, justo cuando hacía falta y justo cuando era más difícil. Ahora es tropa, como casi todo el PSOE.
Patxi López, un particular, defiende el pacto con Bildu para la memoria democrática como podría defender cualquier otra cosa, y eso es lo importante, más que el debate interesado, ventajista y algo bizco de la propia historia o la propia memoria. López se ha dicho que está entre los que podrían sustituir nada menos que a Adriana Lastra, cosa imposible para nadie que no haya jurado el sanchismo ante un espadón grande y florido como una cruz de mayo. Patxi López, que tanto luchó no ya contra la ETA asesina sino contra su justificación, su exaltación, su comprensión y ese folclore como espeluznantemente esportivo o festivo a su alrededor, ahora defiende pactar con Bildu y le echa la culpa al PP, que “no quiere acordar nada con el Gobierno”. Como ven, Patxi López, ya un particular del sanchismo, usa ese truco que consiste en decir que sus pactos aberrantes son por necesidad de la medida pactada, cuando son por la necesidad de Sánchez.
No es Sánchez el que necesita esa ley para salvar nuestra memoria, sino Bildu el que necesita esa ley para imponer la suya
El argumento de Patxi López, o sea el argumento del sanchismo juramentado, coloca a Sánchez acorralado, sin más opción que pactar con Bildu para salvarnos de algo, pero ese algo solamente es la catástrofe de su ausencia. Patxi López, un particular que ya maneja las falacias con la maestría de Lastra, no sé si postulándose a su trono de rojez cárdena y cardenalicia, desplaza la atención del pacto sobre la memoria democrática hacia la idea general de un pacto por el bien de todos, quizá porque sabe que ese pacto del olvido y la vergüenza, especialmente aberrante, desvela el truco de Sánchez. En realidad, no es Sánchez el que necesita esa ley para salvar nuestra memoria, sino Bildu el que necesita esa ley para imponer la suya. El intercambio verdadero de necesidades es éste: la necesidad de Sánchez de mantenerse en el poder a cambio de la necesidad de Bildu de vencer en su relato de los años de plomo, que es una manera de vencer en todo lo demás.
Sánchez no pactó esa nueva ley de memoria o desmemoria con Bildu porque el PP, enfadón o vengativo, no quiera acordar cosas así en general (que, por cierto, es lo normal y lo democrático que ocurra entre Gobierno y oposición, el desacuerdo y la confrontación). Sánchez pactó con Bildu porque el intercambio de necesidades entre ellos era perfecto. También era despreciable, aunque esto no le ha importado nunca a Sánchez. No, no se puede decir que otra ley de memoria fuera necesaria para Sánchez, en el sentido de imprescindible. Sin duda le resulta conveniente, como le resultó conveniente desencofrar a Franco, con el que salieron, como escarabajos egipcios, los suficientes franquistillas tuberculosos para seguir identificando a la derecha con la dictadura. Pero nada comparable a la necesidad de Bildu con esta ley, que es la necesidad de la supervivencia. La supervivencia de Bildu, la supervivencia de Sánchez: lo que digo, el intercambio perfecto.
Pero este pacto imposible no justifica ni equilibra el pacto repulsivo con Bildu, que va contra la memoria, contra la democracia y contra la moral
Estas leyes de memoria histórica, memoria democrática o memoria oficial siempre son una trampa para la derecha, y en este caso también lo ha sido. Son una trampa en la que la izquierda insiste, por cierto, porque la derecha no deja de caer en ella con contumacia ridícula. Es decir, que entre lo razonablemente criticable, por parcialidad o sectarismo o mera idiotez, siempre hay alguien que sale defendiendo la calle de un aviador franquista o la historia del águila de San Juan, y que es suficiente para que el personal los siga viendo a todos como fachas con bigotillo de zurrapa. Una ley que deja siempre como fachas a una derecha que no ha sabido desprenderse de los fachas es imposible que termine en un pacto con la derecha, y para eso se hace. Pero este pacto imposible no justifica ni equilibra el pacto repulsivo con Bildu, que va contra la memoria, contra la democracia y contra la moral mucho más de lo que puedan ir ahora la heráldica de los Reyes Católicos o el poeta oficial que está en una rotonda con un yugo y unas flechas como un ramo pelado de novia de monstruo de Frankenstein.
Patxi López es ya un particular del sanchismo que hace de las feas necesidades de su jefe virtudes imperiosamente democráticas, que eso sí que es una perversión de la democracia. Patxi López defiende ahora el pacto con Bildu, o sea el intercambio del interés de Sánchez por el interés de Bildu; él, que tanto luchó no ya contra la violencia sino contra el marco de intereses y perversiones al que servía esa violencia. Lo mismo también defiende ahora la plurinacionalidad líquida, olvidada la lección de aquel debate (“vamos a ver, Pedro, ¿tú sabes qué es una nación?”). Patxi López fue sin duda de los mejores. Ahora es tropa o fondo de armario de Sánchez, un particular sin memoria ni reparos, como casi todo el PSOE.
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