“Han pagado justos por pecadores”, ha dicho Pedro Sánchez sobre lo de Griñán, Chaves y demás prebostes de los ERE, que para el presidente son ya un nuevo santoral de justos, ahí en el banquillo como en el coro de la catedral de Toledo. Sánchez, implacable contra la corrupción, ha eliminado la prevaricación y la malversación de ahí, que le suena como a latinajo de leguleyos. Sí, el pueblo lo que entiende es el personal bañándose con cebras en el jacuzzi, los deportivos con alas y todo eso que aparece en sus sueños de corrupción, como porno de la política. Como mucho, llega a lo de la vaca asada o la puta confitada, pero el que proporciona la vaca y la puta, el que diseña cuidadosamente un sistema para que el personal disfrute de la vaca y la puta si eso sirve para que el partido siga en el poder, ésos le parecen un coñazo de corrupción, una corrupción de empollón o de monja que no merece ni ser corrupción. Ahí está Sánchez, el implacable, con los justos prevaricadores y malversadores que no robaron para ellos, sino para el partido, que es como robar para Dios, perdonable y hasta ejemplar.
Parece que se nos pide olvidar los ERE, que al fin y al cabo son cosa del pasado, como un arrianismo socialista, pero uno cree que sería injusto olvidar tanta virtud y tanto santo, más cuando el nuevo PSOE y el propio Sánchez siguen poniéndolos como ejemplo de honradez y sacrificio, que a Griñán sólo le falta una estampa con estigma y borriquito. No hay que olvidarlos, sino al contrario, cantar sus alabanzas una y mil veces, que yo creo que nos va la democracia y hasta el cielo de los tocinos de cielo en ello. Lo que hicieron esos santos varones y damas, presidentes, consejeros, directores generales y jefecillos varios de la Junta, que llenaban en la Audiencia de Sevilla tres coros o cielos de arcángeles, ángeles y querubines; lo que hicieron, decía, no fue un error ni una casualidad, sino algo que nació de una inspiración divina y de una intención evangelizadora.
El personal, llevado por el morbo y el pecado, enseguida se va a Francisco Javier Guerrero, que era como un Papá Noel borracho repartiendo regalos por su comarca; o a su chófer, el chófer de la coca, algo así como el conductor del camión de los helados del perico, pero pagados, conductor y camión, con nuestros impuestos; o a Juan Lanzas, el de las vacas asadas con billetes estrazados y bastos, como papel del culo El Elefante; o a los particulares agraciados con la loto socialista, que se hacía de repente como indianos de su pueblo; o a los parientes metidos en los ERE de las empresas sin haber trabajado en la empresa o no haber trabajado en ningún lado o haber trabajado cuando Naranjito (el exconsejero de Empleo, Antonio Fernández, aparecía en el ERE de la empresa de la que se fue en los años 80, y su fecha de antigüedad coincidía con la de su nacimiento, o sea que nació para ese ERE, como decíamos en El Mundo Andalucía). Yo creo que todo el PSOE, y Sánchez por supuesto, se van también aquí por modestia de santo milagrero. Porque irse aquí es como irse a los endemoniados o a los leprosos ignorando el poder santo que los salva.
A los justos apóstoles, a los santos de arpillera de la Junta, no es que se les colara toda esta tropa como en la cena de Viridiana. Toda esa agente no entró por descuido o despiste, no entró por gateras o rendijas para asaltar las alacenas y los altares. No, el plan divino, para el que fue necesario mucha gente, todos esos coros concéntricos de funcionarios, políticos y abates, no dejaba sitio para el despiste ni para la casualidad. Por aquel entonces, Andalucía sufría, sin duda por manos del demonio, el azote de una pobreza y un descontento social que, más que nada, empezaba a llevar a la descreencia y a la apostasía del socialismo, que ya sabemos que es peor que la muerte. El santo Gobierno no era capaz de contener el caos con sus habituales salmos y procesiones, así que la gran idea surgió. La idea era ese “procedimiento específico”, tan específico que se juzgó separadamente para no mezclar a los endemoniados con sus salvadores, claro.
La modestia del PSOE, de Sánchez, de Griñán y de todos los demás les lleva a ignorar que ese 'procedimiento específico' fue el que obró el milagro de los ERE
La modestia del PSOE, de Sánchez, de Griñán y de todos los demás les lleva a ignorar que este “procedimiento específico” fue el que obró el milagro de los ERE. El sanedrín de los justos ideó una manera para regar con maná de dinero público cualquier foco de conflicto o simplemente de interés para la fe. Era dinero arbitrario, como la gracia, que es así como se administra la justicia divina, y que no se atenía a documento, petición, pliego, concurso, publicidad, concurrencia, igualdad ni ninguna de las leguleyerías impías de los hombres. Algo que va en contra de todo lo que debe ser el manejo público del dinero, y hasta de una ley que aprobó el propio Griñán siendo ministro, pero hay causas mayores y la justicia no siempre es igual que la ley.
Para despistar a las leyes de los hombres, o sea la fiscalización previa de las subvenciones, este dinero, que Guerrero llamó bíblicamente “fondo de reptiles”, no lo abonaría la consejería del ramo, o sea la de Empleo. Se usaría una especie de brazo secular, una agencia pública, IDEA, a la que se le pasaría el dinero en la forma transubstanciada de “transferencias de financiación”, un tipo de transferencia pensada para equilibrar presupuestos y gastos corrientes, pero que no podía, al menos canónicamente, usarse para pagar subvenciones finalistas. Una vez en ese cajón, todo era discrecional. Los mandos intermedios sabían lo que tenían que hacer, siempre al servicio de la fe, y lo hacían. Nadie les iba a preguntar nada, ni les iba a pedir justificaciones ni razones ni papeles (apuntaban las subvenciones en pósits), porque los justos querían paz y querían creyentes, sin importar cómo se consiguieran. Ése era el plan, que no hubiera tenido sentido sin esa premisa de la arbitrariedad, que era como una bendición del cielo. Ningún desharrapado se podía saltar los controles porque el sistema estaba diseñado para que no los hubiera. Nadie engañó a los justos, sólo cumplieron sus planes, quizá con más suciedad, pero sin ningún reproche por su parte.
Esto es lo que hizo el consejo de justos, esto es lo que dicen las sentencias con un poco menos de escolasticismo. La Intervención alertó a Griñán de que esas transferencias oscuras hacia el cajón oscuro eran irregulares (aun sin saber qué se hacía con ellas) y Griñán ignoró todos sus informes. El mismo Griñán alimentaba esa partida oscura, desde la consejería de Hacienda, cada vez que hacía falta. Ese dinero era puro milagro, se otorgaba entre la gracia, la casualidad y el capricho, pero nadie entre los justos puso una pega, porque funcionaba. Funcionó durante 10 años, 10 años de milagros y paz de los justos. Ninguno de los justos se llevó a casa más que la santa satisfacción de servir a su fe, cosa que no les hace más honrados, sino más fanáticos. Ni el de la coca, ni el de las putas, ni el de la vaca, ni los enchufados ni los agradecidos ni los pecadores ganaron tanto como el consejo de los justos: esa especie de gloria eterna del poder. Claro que no era corrupción, era un prodigio, era el Reino de los Cielos. Ni Griñán ni Sánchez lo reconocen, pero sólo por su modestia de santo.
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