Pedro Sánchez está en campaña electoral desde que convocó el comité electoral de manera urgente y extraordinaria, se suponía que para explicar los cambios decididos por él mismo en la cúpula del PSOE y en la portavocía del grupo parlamentario, pero en realidad fue para dar el pistoletazo de salida a una precampaña que va a durar hasta el mes de mayo del año que viene.
Y lo que hizo ayer fue continuar en esa campaña un poco torpe por lo que ahora diré y en la que dedicó un tiempo notable en agredir a la oposición conservadora que le lleva clara ventaja en las encuestas.
No fue, por lo tanto, una de las rendiciones de cuentas semestrales del Gobierno, costumbre implantada por Iván Redondo, sino un pugilato en el que el presidente del Gobierno insistió una y otra vez en tachar al PP y por supuesto a Vox de partidos insolidarios y defensores de vaya usted a saber qué intereses.
Lo que vino a decir Pedro Sánchez es que existen oscuras conexiones entre los poderes ocultos que le amenazan a él y las terminales políticas y parlamentarias que ocupan en el Congreso los asientos de la derecha.
El esquema es pueril y adolece de un populismo exagerado pero él piensa que apelando a los hombres que fuman puros en las covachuelas reconvertidas ahora en grandes despachos con ventanales abiertos a las vistas sobre Madrid va a encontrar el apoyo masivo de los pobres que ahora se llaman familias desfavorecidas, concepto que ahora se ha ampliado a las clases medias trabajadoras.
Es decir, a un lado él, Robin Hood y su ejército de descamisados y al otro el sheriff de Nottingham y Juan Sin Tierra encarnados en cualquiera de los capos que cotizan en el IBEX y en Alberto Núñez Feijóo mano a mano.
Si esto fuera un cuento infantil estaría muy bien pero este señor es el presidente del Gobierno y no puede decir sin correr grandes riesgos que afectarán a nuestra economía y a la mínima seguridad jurídica que requiere el dinero que “Si Botín y Galán protestan es que vamos en la buena dirección”.
Esa es una irresponsabilidad tremenda porque está mandando un mensaje mortal de necesidad a los grandes inversores privados. Y ese mensaje es “no invirtamos en España porque nuestro dinero no está seguro allí. Lo ha dicho el presidente de su Gobierno”.
Estamos ahuyentando a los inversores privados a quienes enviamos el recado de que la “buena dirección” es la que pone en posiciones difíciles a dos de las grandes empresas
De manera que estamos pidiendo a Bruselas los fondos de recuperación y al mismo tiempo estamos ahuyentando a los inversores privados a quienes enviamos el recado de que la “buena dirección” es la que pone en posiciones difíciles a las grandes empresas multinacionales de nuestro país. Y como dijo Botín y Galán pudo haber mencionado a cualquier otro gran empresario al frente de cualquier compañía que cotice en el IBEX.
¿De modo que vamos en la buena dirección si fastidiamos a las grandes empresas del país y con ellas a los miles de pequeños accionistas que tienen sus ahorros invertidos en ellas?
No se puede ser más irresponsable.
Que esto lo dijera un Pablo Iglesias estaría acorde con la vitola del personaje. Pero es que estamos hablando del presidente del Gobierno de España que, por cierto, estuvo encantado de convocar a todos los ahora “apestados” para que le arroparan en sucesivas inauguraciones del curso político en la Casa de América.
Pedro Sánchez tiene todo el derecho a batallar por revertir las encuestas que le dan perdedor en las próximas convocatorias electorales. Pero debería afinar más el tiro porque con esa estrategia puede estar dañando muy seriamente los intereses económicos de nuestro país.
Y como los políticos ya están más que dañados, convendría que levantara el pie de su súbita vocación de salteador de caminos en favor de los oprimidos. Que no estamos en tiempos de Curro Giménez.
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