Pedro Sánchez ya ha olvidado lo de la cogobernanza, eso que él mencionaba una y otra vez como si fuera una invocación a una santa patrona, Santa Rita quizá, cuando nos comía el bicho. La ley de ahorro energético lo ha colocado como al principio del virus, cuando aparecía como en el puente de mando de un portaviones, orlado de militares abotonados con remaches y de mapas pisados con cronómetros. Aquellas autonomías que de repente llegaron a tener competencias para manejar una pandemia como mejor vieran sus alcaldones, sus alguaciles y sus tribunales de aguas, ahora no tienen competencias para apagar o encender las fuentes municipales o los escaparates de bolsos, que en la oscura noche volverán a parecer guepardos persiguiendo gacelas. Se diría que Sánchez es federalista para las catástrofes y una especie de almirante magnético para las medallas. En ambos casos parece que sólo deja caos para los demás y buenas fotos mandando o surfeando en el fin del mundo, como en Apocalypse now.
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