Con esta guerra de las lucecitas y los fogones, que parece una guerra de elfos de Santa Claus, se nos está olvidando que el Sánchez descorbatado está intentando ganar la otra guerra, la guerra de Putin, como un 007 descorbatado, ya extremo, al borde de la muerte o de la lancha. Nosotros no tenemos un gran ejército ni una gran economía, pero sabemos sudar con abanico y botijo, como un decorado de retratista de feria, e incluso podemos comernos unos callos en un chiringuito, poniendo ahí todo nuestro honor de legionario igual que en el cinquillo playero. Yo creo que podemos desmoralizar a Putin sólo con nuestra capacidad de sufrimiento, que así, aguantando estos calores y aguantando a Sánchez, Putin se dará cuenta de que somos irreductibles. Si Sánchez mejorara su política energética y exterior y desechara sus supersticiones margaritosas sobre la energía, sin duda ahorraríamos mucho más, pero Putin no se enteraría. Sin embargo, vernos sudar valientemente en calzoncillo de lunares es como ver a todos los españoles con su armadura ritual de samurái, una cosa acojonante.
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