En el primer día de aplicación de las normas de ahorro de energía, de descorbatamiento y enchanclamiento de todo el país, que ha sido como un primer día de campamento, parece que los números no salen, o eso han estado calculando aquí los compañeros. Hemos consumido más energía que el día anterior, quizá porque en el esfuerzo por ahorrar, en ese entusiasmo arremangado de Sánchez, como el de un molinero, y en el zafarrancho regulador, burocrático, propagandístico y rigorista también se gasta mucha energía, quizá más que en todo lo demás. Vamos a tener que quitarnos más corbatas, ponernos cuatro o cinco para después quitárnoslas, como el entrenamiento con lastre de un velocista del calor; vamos a tener que apagarlo todo y nadar en el calor salvajemente como peces tropicales o sombrillitas de cóctel, asumir hibernar en el propio calor, macerarnos en él como carne de orza, porque el postureo se lleva más energía de la que creíamos, o es que la termodinámica o la estadística le están gastando una broma a Sánchez.
Se ha apagado casi todo, pero nadie ha considerado apagar el postureo, que lo mismo ahí está todo el consumo nacional, la gran industria española y sobre todo gubernamental. Por la casa estamos ya en calzones, como trogloditas con el garrote del mando a distancia; por el bar recalentado andamos de safari, ante cervezas empantanadas y la ensaladilla amenazante como una boa bacteriana; por los comercios el personal sólo se prueba camisas de Camacho y zapatos anegados, que te hacen sudar más por capilaridad o por coherencia; por las oficinas la gente va a la fotocopiadora a que los refresque esa luz rasante y boreal que les recuerda a la del frigorífico; por los escaparates oscuros parece que un tiburón va a atacar a los maniquíes o nos va a atacar a nosotros… No parece que la idea de Sánchez, el descorbatamiento, el eclipse y la sauna purificadora de todo el país, se pueda llevar mucho más lejos, pero quizá todo esto no representa nada al lado del postureo nacional.
Yo creo que hay un postureo nacional o gubernamental que se resiste a ser apagado, como HAL 9000, algo que constituye ya el metabolismo sanchista"
El Gobierno parece que no ha sabido calcular el impacto del postureo (si acaso alguien ha hecho cálculos), pero parece que apagamos todo y queda ahí como su radiación de fondo, recalentando el país por encima del sudor de mantequilla de los camareros y del calor de matanza de los tenderos. El postureo de la corbata que refresca como la playa, por el método de pasar calor primero; el postureo de los 27 grados casi astronómicos de Sánchez, como la temperatura del agua del afeitado de Phileas Fogg; el postureo de las mil y una noches con Marruecos que nos deja sin el gas de Argelia… Y también el postureo del Falcon, el postureo de 22 ministerios como 22 cruceros de poetas de la margarita, el postureo de los paseos de la OTAN con Sánchez más como un presentador de delfinario que como un estadista, o el postureo de las plurinaciones plurigastonas y plurimandonas.
Yo creo que hay un postureo nacional o gubernamental que se resiste a ser apagado, como HAL 9000, algo que constituye ya el metabolismo sanchista, una reacción en equilibrio de la que no hay manera de escapar. Intentamos apagar la España viva de la calle y a lo mejor la otra España vegetativa enseguida se levanta para compensar, para seguir consumiendo, con una especie de fuerza de reacción newtoniana. Se enlentecen las oficinas de banco pero se aceleran los asesores gubernamentales, se ahorran un par de grados en el bar de las tragaperras pero se quema un Amazonas de burocracia, se aguan los hielos de nuestro cubata pero se congela el té sudafricano de Irene Montero, se paran los ventiladores de las tiendecitas, como hélices de barquitas torpedeadas, pero se pone en marcha toda la maquinaria sanchista de relato y propaganda, que es como mover una gran pirámide a vapor, algo que me cuadra en este gobierno que sigue funcionando a paladas de carbón y con una mano de obra numerosa y egipcia.
Con las medidas en vigor y todo el país con el termómetro en el ojete, resulta que hemos gastado más, que se diría que hay algo físico que se resiste a este ahorro cosmético como Sánchez se resiste a la lógica. Quizá es que Sánchez ha puesto tanto fuego en la caldera de la propaganda y tanto blanco nuclear en sus camisas desabotonadas como para consumir energía de estrellas enteras, así que poco vamos a conseguir zambulléndonos en la ensaladilla calentorra como en una marmita de explorador, o apagando las leves perfumerías y los belenes municipales. O quizá es que el españolito pasa tanto calor todo el día, en el trabajo, en el tren, en la compra, y hasta en el bar que era hasta entonces como su Fortaleza de la Soledad, que luego tiene que congelar la casa y el huevamen para sobrevivir al día siguiente. En cualquier caso, de nuevo las soluciones de Sánchez no nos aseguran nada ni poniéndolo todo patas arriba.
Había fe dentro del Gobierno cartujo y también en muchos españoles dispuestos a pasar calor patriótico si hacía falta, pero algo no está bien enchufado, o desenchufado, o pensado. Las cuentas no salen, o no van a salir siempre, ni siquiera el día del estreno, este día como un primer día de mili en Melilla. Quizá la estadística, la física o el diablo cojuelo nos quieren dejar ahí su broma o su advertencia: que esto no es suficiente o no es útil, que esto es básicamente postureo, nuestra gran industria nacional, nuestra siderurgia de vacilones, roneadores y cantamañanas. Y a ver quién es capaz de ahorrar aquí en postureo, o de apagarlo, teniendo al mando del Gobierno a su santo patrón, arremangado y fresco como un gondolero.
En el primer día de aplicación de las normas de ahorro de energía, de descorbatamiento y enchanclamiento de todo el país, que ha sido como un primer día de campamento, parece que los números no salen, o eso han estado calculando aquí los compañeros. Hemos consumido más energía que el día anterior, quizá porque en el esfuerzo por ahorrar, en ese entusiasmo arremangado de Sánchez, como el de un molinero, y en el zafarrancho regulador, burocrático, propagandístico y rigorista también se gasta mucha energía, quizá más que en todo lo demás. Vamos a tener que quitarnos más corbatas, ponernos cuatro o cinco para después quitárnoslas, como el entrenamiento con lastre de un velocista del calor; vamos a tener que apagarlo todo y nadar en el calor salvajemente como peces tropicales o sombrillitas de cóctel, asumir hibernar en el propio calor, macerarnos en él como carne de orza, porque el postureo se lleva más energía de la que creíamos, o es que la termodinámica o la estadística le están gastando una broma a Sánchez.
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