En este artículo no podré contar anécdotas profesionales personales, pero os puedo asegurar que, entrenando a directivos y políticos, a menudo se me ha preguntado sobre sexo y liderazgo, si de alguna forma nuestra vida sexual tiene influencia positiva y negativa en nuestras carreras profesionales. A esta pregunta siempre comienzo contestando con una frase de Oscar Wilde: «En la vida todo es sexo, menos el sexo: el sexo es poder». Especialmente para los hombres, sexo y poder van de la mano. Si además usamos como espejo los comportamientos típicos de algunos políticos, podemos concluir que política y sexo son las dos caras de una misma moneda que expresa una de las pulsiones más fuertes del ser humano: la búsqueda del poder.
¿Cuántas veces y en cuántas películas asistimos a enrevesadas historias de amor y sexo con políticos como protagonistas? ¿Cuántas veces en el sexo y en la erótica de la seducción hemos visto con claridad la búsqueda del poder? ¿Quién no recuerda aquellas míticas series de los ochenta? Dallas, Falcon Crest, Dinastía... O, más recientemente, House of Cards, con el hoy despreciado Kevin Spacey a la cabeza. Como en la vida real, a tenor de las denuncias de algunos jóvenes que han sacudido el lodazal de Hollywood en los últimos meses, Frank Underwood, amén de otras cualidades, usa el sexo y la seducción como potentes armas para conseguir poder... y también, a la inversa, abusa del poder como instrumento de seducción... ¡y de paso, como arma para eliminar a sus enemigos!
Muchos filósofos a lo largo de la historia han reconocido la estrechísima vinculación entre la política y el afán de poder. Sin embargo, solo a partir de Freud el sexo y la sexualidad también comenzaron a relacionarse con ese afán. El mismo Freud llegó, ya en su madurez, a considerar que sexo y política, pueden llegar a ser para mucha gente como objetos sustitutivos del mismo poder.
A pesar de no ser un gran amigo de la obra de Freud, muchas de sus obras, a veces odiadas, me han servido en mi trabajo de entrenador de políticos, directivos y empresarios para entender qué era lo que les movía –a veces de forma casi obsesiva y enfermiza– a buscar el poder... cuáles eran las motivaciones de una búsqueda incansable de nuevos retos y victorias. Me ha ayudado a entender por qué muchas personas, casi siempre hombres, encuentran en su Juego de tronos y búsqueda del poder, el camino para autodestruirse.
Algunos machos alfa son empujados a acumular aventuras amorosas, a traicionar a sus parejas y a usar amantes como trofeos, por miedo a la vejez y especialmente a la muerte"
La historia, también la reciente, está llena de ejemplos en los cuales podemos alumbrar esta conexión entre poder, política y sexo. Ya Don Juan y Giacomo Casanova fueron protagonistas, con connotaciones diferentes, de la búsqueda de ese objeto del deseo, como algo que va más allá del placer carnal, del orgasmo e incluso del sentimiento de posesión. En ambos existe en el fondo una búsqueda de la eternidad. En la oscarizada película de 1987 Hechizo de luna, de Norman Jewison, Rose Castorini interpretada de forma magistral por Olympia Dukakis y madre de la protagonista Loretta, Cher, en un inocente encuentro con un hombre comenta que algunos machos alfa son empujados a acumular aventuras amorosas, a traicionar a sus parejas y a usar amantes como trofeos, por miedo a la vejez y especialmente a la muerte.
Tanto en el sexo como en la política, desafortunadamente, muchos buscan lo que no tienen, pero ansían poseer. Digo desafortunadamente porque es esa voluntad de poder, a menudo enfermiza, la que lleva a muchos a triunfar... pero a sentirse muy desgraciados e infelices. Parte de mi trabajo es, precisamente, gestionar sus taras y bloqueos emocionales, intentar que la búsqueda del éxito no esté reñida con la de la felicidad, sino que, más bien, sean una en la misma cosa, en la misma búsqueda. ¡Poder, fama y dinero no sirven de nada si no te hacen feliz!
La historia está llena de homicidios, matanzas, incluso genocidios y, por supuesto, magnicidios y golpes de Estado, enfocados a la consecución del poder. La pluripremiada y universalmente conocida serie americana Juego de tronos nos muestra la fascinación que las guerras de poder y sexo provocan en la conciencia colectiva. Además en la serie es relevante la diferencia que el sexo tiene para hombres y mujeres. Por un lado los personajes femeninos usan su belleza y sexualidad como arma empoderadora contra los personajes masculinos, tremendamente machistas. Para los hombres, sin embargo, el sexo es casi solo poder. Se usa el sexo y la violación como arma contra las mujeres. Se trata de derrotar a Cersei, Gilly, Sansa y Daenerys, no de tener relaciones sexuales entre iguales.
En Juego de tronos, «si no ganas, mueres», sin embargo los tiempos han cambiado un poco y los gobernantes del mundo ya no siempre matan a quien detenta el poder, sino que intentan derrotarlo en las elecciones. En líneas generales, aunque sigan existiendo fenómenos de estudio como Arabia Saudí, donde un jovencísimo heredero, desconocido hasta hace unos meses, ha encarcelado a decenas de ex altos cargos y ministros para despejar su futuro camino a la cima. También es una realidad que muchos de los grandes dictadores han sido grandes seductores y depredadores sexuales: Mussolini fue un ejemplo. Pero no solo dictadores. En España hemos conocido reyes y jefes de Estado de frenética actividad amatoria. Muchos borbones, desde Felipe V o Fernando VII, de quien se decía que era tal el tamaño de su miembro que tenía que utilizar un cojín agujereado para practicar el coito sin dañar o atemorizar a su ‘contrincante’. Hubo algunos reyes más, como es sabido.
En el mundo, grandes líderes como JFK también manifestaron su insaciable apetito sexual. François Miterrand mantuvo una ‘ordenada' bigamia durante buena parte de su vida... aunque hasta el final de la misma el mundo entero lo ignorara.
Es importante entender la importante vinculación entre poder y sexo para acercarse también a la psicopatía de los violadores. Los violadores destrozan cualquier regla básica del sentimiento, del Eros y del amor para cosificar a su presa y hacerla suya. De repente, la mujer se trasforma en un mero trofeo que exhibir. Facebook o Twitter, son el nuevo infame teatro para ello. De la misma forma en que los golpistas, tiranos y algunas dictadores militares se saltan la ley y usan la violencia para llegar al poder. En España padecimos un régimen, el del general Franco, que cimentó 39 años de poder absoluto tras ganar una guerra que tuvo su origen en un golpe contra la legalidad republicana de 1936.
Los grandes amantes, así como los grandes políticos, han sido siempre los mejores seductores"
Cierto es que, en el colmo de una cínica evolución, los golpistas tratan de legitimar el poder que han alcanzado con una suerte de elecciones ‘libres’, como hizo el propio Francisco Franco, al igual que muchos dictadores bananeros a lo largo y ancho del mundo. Es como si el violador, años después de la consumación de acto quisiera blanquear su estatus casándose con la víctima. Extraños y complejos –también absurdos– comportamientos de los que el producto humano llega a ser capaz. De Franco nunca fueron conocidas veleidades sexuales, tal vez por su acendrado catolicismo en una época en aquella nacional-católica España en la que el sexo era considerado como un mero instrumento para la procreación. Su única pasión era, decían, el poder absoluto en el que, sin duda, encontraría un gran placer personal.
Los grandes amantes, así como los grandes políticos, han sido siempre los mejores seductores. ¿Quién sabe si la pobre Mónica Lewinsky, en su juvenil cabeza de becaria, se había enamorado en realidad de Bill Clinton o si con aquella felación pretendía tan solo escalar en el complejo entramado de la Casa Blanca?
Desde el escándalo que llevó al ostracismo a John Profumo, todopoderoso ministro de la guerra británico en 1963, o el no menos escandaloso caso, no muchos años atrás, de Eduardo y la señora Simpson, que hizo al primero renunciar a la corona que le correspondía a la muerte de su padre, son muchos los casos en los que el sexo ha interferido en una carrera política.
Sexo, política y poder a menudo suelen estar relacionados y cruzarse, sin embargo solo los que consigan gestionarlos con serenidad, equilibrio y una gran dosis de sentido común pueden llegar a ser realmente felices y no rehenes de sus propias trampas.
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