De vuelta ya de este corto y tórrido verano nos damos de bruces con las mismas polémicas, los mismos problemas e iguales angustias con las que nos fuimos a descansar, o a tratar de hacerlo, hace algunas semanas. A las preocupaciones ya recurrentes relacionadas con la catastrófica guerra en Ucrania, con la crispación política en países como España o mi amada Italia y con la incertidumbre económica provocada por la inflación y el encarecimiento disparatado de la energía, se ha unido en los últimos días un ‘escándalo’ que no ha sido tal, salvo para esa parte de la sociedad cada vez más hipócrita y radicalizada: la difusión de un vídeo de la primera ministra finlandesa divirtiéndose en una fiesta privada, como cualquier ciudadano anónimo, que ha sido aprovechado por los sectores más ultras para acusarla de drogadicta y pedir a gritos su ‘condenación eterna’.

¿Cómo pudo atreverse la desdichada Sanna Marin, brillante política de padre español y cuyo nombre se ha hecho viral estos días, a salir de fiesta con unas amigas y a dejarse grabar, en actitud desenfadada, bailando y escuchando música? ¡Pecadora! ¡A la hoguera con ella! Estoy ironizando, evidentemente, pero el asunto no tiene ninguna gracia. Desde que nuestra sociedad pasó a ser presa de la dictadura de los mal llamados ‘teléfonos inteligentes’, dotados de esas cámaras que carga el diablo, nos hemos convertido en prisioneros de invisibles celdas y, en algunos aspectos, menos libres que en las etapas más oscuras de la historia.

Una auténtica ‘cacería humana’

Seamos realistas; la ‘chismografía’ es una característica connatural a la especie humana desde siempre. El cotilleo, la hipocresía y ese nocivo afán por invadir la vida y el espacio privado de otros, juzgando hasta la náusea sus comportamientos ha estado siempre en el tuétano de una parte -no toda afortunadamente- del cuerpo social. La posibilidad que hoy existe de que, un mínimo gesto ‘inadecuado’ pueda ser contemplado en pocos minutos por millones de personas es lo que resulta pavoroso. Si la víctima del ojo ajeno es un ciudadano o ciudadana con perfil público, ya sea político, deportista de élite, empresario o periodista, las cosas se complican. En los últimos días, el calvario que ha tenido que soportar esta mujer, humana al fin y al cabo por mucho que ya a sus 36 años sea, nada menos, que primera ministra de su país, no tiene calificativo alguno.

Sanna Marin ha tenido que someterse a la humillación de pasar por un ‘test’ de drogas después de ser acusada por los sectores más reaccionarios de su país y parte de la opinión pública mundial"

Todo ello quedó evidenciado en la comparecencia pública que protagonizó el pasado miércoles 24 de agosto y en la que, tras la tensión de estos días, rompió a llorar. Sanna Marin ha tenido que someterse a la humillación de pasar por un ‘test’ de drogas después de ser acusada por los sectores más reaccionarios de su país y parte de la opinión pública mundial de ‘borracha’ y ‘drogadicta’, además frívola o irresponsable. Fue Riikka Purra, líder del ultraderechista Partido de los Finlandeses, quién lideró la exigencia. En contra de la primera ministra socialdemócrata se anotó además el hecho de que ya hace un año fue obligada a disculparse por acudir a una sala de fiestas tras haber estado en contacto con un infectado por Covid.

¡Maldito machismo heteropatriarcal!

¿Parte de la crucifixión pública de Sanna Marin se ha debido al hecho de liderar de su país siendo mujer, joven y guapa? No me cabe ninguna duda. El hecho de que su perfil haya sido siempre moderno, desenfadado e informal, es algo que ha contribuido ha exacerbar aún más las iras de quienes piensan que lo correcto es que un alto responsable político deba ser siempre, necesariamente, varón, de una cierta edad que le presupone experiencia y ‘solidez’ para el cargo y por supuesto esposo y padre ejemplar, a ser posible. A pesar de que el resultado de la prueba haya sido negativo, la pobre Sanna Marin está ya condenada de por vida a ser acusada de ir ‘colocada’ cada vez que tome una decisión que a sus adversarios políticos les parezca inadecuada o simplemente tenga una mala tarde en el parlamento. El escenario resulta triste, casi aterrador, sólo con ser considerado. ¿Esta es la clase de acción política que debe responder a los grandes retos de una sociedad que se enfrenta a retos y a incertidumbres cada vez más complejos? Sinceramente, no puedo creerlo.

La alargada sombra de Putin

Por si no hubiera sido poco el escarnio del primer vídeo, pocos días después se hizo pública una imagen de dos mujeres besándose en ‘top less’ en el interior de su residencia oficial. Un hecho por el que Sanna Marin sí tuvo que pedir disculpas. Esta reiteración en el ensañamiento contra ella ha apuntalado la teoría de que podríamos estar no sólo ante una malévola filtración de un vídeo privado, como el de cualquier festejo familiar o de oficina, sino ante toda una operación de inteligencia, de las llamadas de ‘destrucción de carácter’. Una maniobra tras la cual se encontraría el presidente ruso, Vladimir Putin, o alguien de su entorno. Recuérdese que Finlandia es uno de los estados que recientemente ha solicitado su ingreso formal en la OTAN y que la amenaza del sátrapa se extiende, no sólo a la invadida Ucrania, sino a todos los países de su entorno más cercano. ¿Verdad o ‘conspiranoia’? Lo sabremos pronto.

No todo está perdido… afortunadamente

No toda la sociedad finlandesa está tan podrida como algunos de sus sectores más reaccionarios, para esperanza de los amantes de la libertad que me gustaría pensar que cada vez somos más. Pocos días después de la difusión del vídeo se produjo una reacción espontánea de grupos de mujeres, que se grabaron efectuando el mismo baile en solidaridad con la política atacada. Las redes se llenaron de virales mostrando su simpatía con la joven política, demostrando así que no todo vale y que, cualquiera de nosotros, por encima de su posición pública de liderazgo, es una persona más, con las mismas pulsiones y los mismos sentimientos, y que siempre y cuando no colisionen con su responsabilidad o atenten contra la libertad o la dignidad de otros, merecen todo el respeto.

Sí, que se enteren de una vez los hipócritas: ¡Sanna es humana!... como cualquiera de ellos.

De vuelta ya de este corto y tórrido verano nos damos de bruces con las mismas polémicas, los mismos problemas e iguales angustias con las que nos fuimos a descansar, o a tratar de hacerlo, hace algunas semanas. A las preocupaciones ya recurrentes relacionadas con la catastrófica guerra en Ucrania, con la crispación política en países como España o mi amada Italia y con la incertidumbre económica provocada por la inflación y el encarecimiento disparatado de la energía, se ha unido en los últimos días un ‘escándalo’ que no ha sido tal, salvo para esa parte de la sociedad cada vez más hipócrita y radicalizada: la difusión de un vídeo de la primera ministra finlandesa divirtiéndose en una fiesta privada, como cualquier ciudadano anónimo, que ha sido aprovechado por los sectores más ultras para acusarla de drogadicta y pedir a gritos su ‘condenación eterna’.

Contenido Exclusivo para suscriptores

Para poder acceder a este y otros contenidos debes ser suscriptor.

¿Ya estás suscrito? Identifícate aquí